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Argentina, conmocionada como el mundo entero por la muerte de Diego Armando Maradona, despidió este jueves a su dios eterno en un multitudinario y accidentado homenaje en la Casa Rosada de Buenos Aires. La residencia presidencial se convirtió en un escenario fúnebre en honor ... a uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, considerado el más grande de todos en Argentina, huérfana ya de su mayor ídolo, ante el que decenas de miles de personas rindieron tributo durante un desfile interminable desde la seis de la mañana hasta las cuatro de la tarde (20:00 horas en España), cuando debió ser retirado el féretro y se cerró de forma definitiva el acceso. El velatorio, que había decidido alargarse hasta las siete de la tarde (hora argentina) dada la gran afluencia de aficionados, tuvo que ser interrumpido cuando decenas de hinchas intentaron entrar a la fuerza a la Casa Rosada trepando por las rejas y fueron reprimidos por la policía durante unos graves disturbios que se saldaron con varios heridos por gases lacrimógenos, pelotas de goma, y también botellas y piedras lanzadas por los radicales. El último adiós a Maradona tuvo así un lamentable colofón.
«Hemos perdido al mejor de nosotros», proclamó el presidente del país, Alberto Fernández, quien tras decretar tres días de luto nacional dejó en el féretro cerrado de Maradona una camiseta de Argentinos Juniors, el equipo en el que debutó el astro, y se fundió en un sentido abrazo con las hijas del mítico jugador, Dalma y Giannina, y su exesposa, Claudia Villafañe. También colocó el presidente de Argentina dos pañuelos blancos, símbolo de las Madres de la Plaza de Mayo que tanto lloraron y siguen llorando por las víctimas de la dictadura militar de Jorge Videla, al igual que todo el país derrama ahora lágrimas desde que el miércoles se anunció el fallecimiento de Maradona, despedido, porque representaba aún más, como si de un jefe de Estado se tratara, como en su día se dio el último adiós a Evita en 1952 o a Juan Domingo Perón en 19 74.
Ni la pandemia evitó que el velatorio, con el féretro con los restos mortales del Pelusa cubierto con la bandera argentina y las camisetas de la selección y de Boca Juniors, reuniese a hinchas de todos los rincones del país que llegaron a formar hasta dos kilómetros de cola para pasar frente a quien elevó el fútbol a otra dimensión e hizo a la nación campeona mundial por segunda vez, en 1986. La pandemia, que provocó que se cerrasen las fronteras del país hace ocho meses, no impidió que la multitud se agolpase fuera de la Casa Rosada y que se abriesen a la prensa extranjera para cubrir el acontecimiento planetario.
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Por deseo expreso de la exmujer de Maradona fue más breve de lo que habían previsto las autoridades, que propusieron que la ceremonia durase dos días, dada la trascendencia de un mito querido por todos los argentinos, a quienes no dejó de hacer disfrutar con el balón y llenó de orgullo. «El diablo nos pinchó la pelota», se podía leer en una de las pancartas colocadas en las inmediaciones del palacio presidencial, donde un pantalla exhibía momentos de la vida del Diego ante aficionados ataviados con camisetas de la albiceleste y de numerosos equipos, pero, especialmente, de Boca Juniors.
Hincha de San Lorenzo de Almagro, pero como no podía ser de otra manera también del astro del fútbol argentino, el papa Francisco envió un rosario a la familia y a sus más allegados y amigos íntimos, entre ellos, los jugadores de la selección con la que Maradona alzó la Copa del Mundo conquistada en México, que tuvieron la oportunidad de despedir en la intimidad al 10, con el féretro abierto. Mientras, antes de que se diese luz verde para visitar la capilla ardiente, miles de hinchas ya se amontonaban entre la Plaza de Mayo y la Avenida 9 de Julio, sin respetar la distancia de seguridad pese al peligro de contagios de coronavirus.
Los 'barrabravas' de Boca llegaron a protagonizar por la mañana ya diversos incidentes frente a la policía después de que, debido a la gran afluencia de público, se dispusiera el cierre de los accesos a las colas para entrar a la Casa Rosada y al Salón de los Patriotas Latinoamericanos. Algunos radicales llegaron a lanzar botellas y a derribar vallas para intentar acceder a las filas, que no dejaban de crecer ante el deseo de miles de personas de dar el último adiós al ídolo que tocó el cielo con el balón y descendió a los infiernos fuera de los terrenos de juego, incapaz de derrotar a las adicciones y driblar a la muerte con solo 60 años.
Más información sobre Maradona
liliana samuel (colpisa/AFP)
Álex Sánchez
La caravana que trasladó el cuerpo sin vida de Maradona desde la funeraria a la Casa Rosada fue honrada con aplausos y gritos de despedida y de dolor y rabia por tan temprana pérdida, mientras el barrio de La Boca congregaba entonces a miles de hinchas, junto al mítico estadio de la Bombonera, donde se improvisó un santuario con flores y velas. También en el estadio de Argentinos Juniors se rindió homenaje a Maradona. «Diego eres mi vida, vos sos la alegría de mi corazón», coreó la muchedumbre al unísono, durante la media hora que duró el evento que hizo temblar las gradas del estadio, alumbrado en medio de noche tan triste y negra por la muerte de quien maravilló con el balón y llegó a la eternidad merced a la pelota, a la que agradeció haber conocido.
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