Luis Rubiales no dimite. El presidente de la Federación Española de Fútbol (FEF) se aferra al cargo y por sorpresa opta por seguir adelante en contra de la postura de la mayoría de fuerzas políticas y de la opinión pública, que clama por su renuncia ... después del beso no consentido a la jugadora Jenni Hermoso y de sus obscenos gestos en el palco durante y después de la final del Mundial femenino de fútbol. Habían pasado unas horas desde que el entorno federativo filtró una hipotética renuncia, pero el directivo finalmente cambió de opinión.
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«No voy a dimitir, no voy a dimitir, no voy a dimitir. Digo yo, ¿qué es lo que he hecho? ¿Un pico consentido es para sacarme de aquí? Voy a luchar hasta el final», aseguró el mandatario del fútbol español, antes de declararse «víctima de un asesinato social». Ese fue el hilo conductor de un discurso vehemente, encendido por momentos, al más puro estilo Rubiales, en el que el dirigente federativo pasó al ataque y se atrincheró con el apoyo de su junta directiva y una asamblea que fue la puesta en escena de su poder de influencia sobre el fútbol español.
Y es que Rubiales optó por enfrentarse directamente a ese cerco que no para de estrecharse en torno a su figura, en un auténtico pulso a las instituciones que habían pedido medidas contundentes. «Políticos como Yolanda Díaz, Irene Montero o Pablo Echenique se han referido a esta acción con términos como violencia sexual, sin consentimiento, agresión... ¿Qué pensarán las mujeres que de verdad han sido agredidas sexualmente? Esas personas están tratando de asesinarme públicamente y me voy a defender como todo español, en los juzgados. Voy a emprender acciones contra estas personas», advirtió, en un auténtico desafío de consecuencias imprevisibles.
Rubiales no dejó títere con cabeza en una huida hacia adelante que dice mucho de su carácter. «El amarillismo del falso feminismo y la prensa han apretado mucho, me van a seguir matando. La verdad es la verdad. Podrán seguir con esta campaña, en lo profundo de mi corazón no me importa, es una cuestión de humildad», continuó.
Y es que a pesar de reconocer lo «desafortunado» del gesto en el palco junto a la reina Letizia y la infanta Sofía, cuando el mandatario se llevó las manos a los genitales, restó cualquier importancia y redujo a la categoría de anecdótico el beso a Jenni Hermoso. Respecto a la primera conducta trató de justificarlo en una suerte de guiño a Jorge Vilda, que tras la victoria se habría dirigido al lugar ocupado por Rubiales en señal de agradecimiento. En cuanto al segundo hecho, volvió a insistir en un supuesto consentimiento de la jugadora y en la reciprocidad del gesto.
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«El beso, el pico. Es más un pico que un beso. Quien vea el vídeo, ante millones de personas, el deseo en ese beso es el mismo que ante una de mis hijas. No hay deseo ni dominio. Lo que se está vendiendo en los medios del señor Tebas y el feminismo. Fue espontáneo, mutuo y consentido», explicó en este sentido, acudiendo una vez más a ese sempiterno conflicto con el presidente de LaLiga y ha sido el leitmotiv de su etapa al frente de la Federación.
«Esta jugadora falló un penalti. Ella me contestó eres un crack. Jenni me agarró de las caderas y al dejarme en el suelo, me acercó a su cuerpo y nos abrazamos. Luego nos dimos un pico. ¿Un piquito? Ella dijo vale. Dijo que era una anécdota. De la anécdota se pasa al vídeo y luego al comunicado que no entendí», añadió, en una versión muy distinta a la que se desprende del comunicado de Futpro en el que Jenni Hermoso pedía a la FEF que implementase «los protocolos necesarios» y velase «por los derechos de las jugadoras» y adoptase «medidas ejemplares».
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Lo de convocar a las territoriales cada vez que el líder de la Federación se encuentra amenazado es una maniobra que ya solía hacer su antecesor en el cargo, Ángel María Villar, que fue inhabilitado por el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD), organismo que depende del Consejo Superior de Deportes (CSD) y que ahora tiene la llave para apartar a Rubiales de su puesto.
Según la nueva Ley del Deporte, el enrocado Rubiales podría ser inhabilitado entre 2 y 15 años por su conducta indecorosa, según el artículo 104 y 108 de la citada normativa, en la que el hecho de besar a la fuerza está calificado como una «conducta inaceptable que conllevará consecuencias inmediatas». Una acción que toca de lleno a la igualdad de género, una de las banderas de un Gobierno de coalición que se jacta de estar a la cabeza de la defensa y protección de las mujeres.
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