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Había ganas de volver a verse. Por muchos que algunos de uno u otro lado lo nieguen, ese deseo existía. El derbi de la primera vuelta lo demostró, el de la segunda lo ratificó.
En un ambiente de lujo, impresionante, de día grande, el derbi ... de la provincia de León brilló. La fiesta del fútbol provincial fue eso, una fiesta, una demostración de que dos aficiones tildadas de frías quisieron llevar la contraria a esos clichés con una atmósfera en el Reino de León de cita gigantesca.
En una de las esquinas del fondo norte se ubicó el sector blanquiazul, con casi 2.000 gargantas que quisieron plantar batalla a las 11.000 almas culturalistas que sabían que, al igual que los jugadores, tenían que darlo todo.
El ruido fue constante. Los cánticos no cesaron. Algunos de mal gusto, algo que, por desgracia, es inevitable. Pero las dos gradas, las dos aficiones, quisieron jugar su partido, quisieron ser también protagonistas de este gran escaparate que ha puesto al fútbol leonés en otra dimensión.
Ya en la antesala del partido, las emociones florecieron con un himno de León que la afición local cantó a pleno pulmón, que puso más de un vello de punta y que dejó claro, para el que aún tuviera algún género de duda, que esto no era un partido más.
La grada jugaba. A su manera. Sufría con cada ocasión, gozaba con cada recuperación, se ilusionaba en cada contragolpe. Y quería influir, mostrar su sentir, plasmar esa tensión. Lo hizo en el encontronazo entre Rodri y Longo en el ecuador de la primera mitad, con el público culturalista cargando contra el italiano por tocar la cantera al central leonés.
El ruido solo cesó en el descanso. Las gargantas se dieron una pausa mientras los jugadores retomaban fuerzas: las aficiones también lo necesitaban porque, si estaba habiendo intensidad sobre el césped, también se estaba dando en el graderío.
Era un partido de tal categoría que pocos se lo querían perder. Una leyenda de la Deportiva, como su exentrenador Jon Pérez Bolo, o un exjugador de la Cultural, Julián Luque, estaban en el Reino de León viviendo in situ este partidazo.
Una pancarta en el inicio de la segunda mitad por parte del fondo sur del Reino de León que rezaba 'Tan alto como la luna, pero no cojo llamada alguna' crispó los ánimos entre aficiones durnate algunos minutos, con intercambio de insultos de lado a lado del campo. Y también cánticos contra algunos jugadores, especialmente contra Yuri cuando saltó a calentar.
La tensión iba en aumento a la par que pasaban los minutos. Muchos mordían la bufanda, otros se levantaban en cada mínima ocasión y los corazones palpitaban pasión por su equipo.
Con el popular agradecimiento de uno y otro equipo a sus respectivas aficiones, que aplaudieron y alentaron hasta el último segundo, el derbi concluyó con 0-0, sin goles, pero con una gran demostración de que el fútbol, en León y en Ponferrada, se vive de forma especial.
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