La posesión estéril de La Roja

La Roja, que tropezó hasta en cuatro ocasiones con la misma piedra ante las asiáticas, tiene argumentos para competir ante cualquiera, pero no lo demostró en este envite que dejó a las del imperio del Sol Naciente primeras del grupo C. Jorge Vilda repitió su intocable 4-3-3 en Wellington, con un once de gala sin la capitana Ivana Andrés, que con problemas musculares no arriesgó ante las Nadeshiko (campeonas en 2011 y subcampeonas en 2015).

Vilda cuenta con un equipo de toque y posesión, de la que sin duda va sobrada, así que desde el inicio llevó la iniciativa y trató el esférico como si fuera suyo, ante un rival con el que guarda similitudes en filosofía de juego pese a que prefirió ir bajo otros parámetros. Tras medirse a rivales de poco nivel y defensas cerradas, estaba claro que ante las de Futoshi Ikeda los derroteros no iban a ir por el mismo lugar que ante Costa Rica (3-0) y Zambia (5-0). Ya advirtió el técnico español de la muchísima calidad de las niponas, que tras recurrir a una presión alta lograron con una excelente jugada abrir el marcador. Hinata Miyazawa, figura de las azules, superaba a la hasta ahora imbatida guardameta Misa Rodríguez. El plan desdibujaba a las españolas, que no tenían forma de meterle mano a un bloque tan férreo como el asiático.

El guión se mantuvo lineal durante el choque, con España controlando la posesión (por encima del 75%) y buscando algún resquicio para llegar al área de Yamashita. La Roja mandaba en el partido con continuos pases que no se tradujeron en pegada, todo lo contrario que su rival, que con dos transiciones anotó el segundo tras otra clase magistral al contrataque. Ueki le daba otro jarro de agua fría al combinado de Vilda con algo de fortuna, después de que el cuero tocara en Irene Paredes y se colara en la meta hispana. España era incapaz de reaccionar tras sufrir los golpes y el muro defensivo del que presumía en el torneo hacía aguas.

Ni Alexia Putellas ni Aitana Bonmatí, las brújulas de este grupo, sabían cómo dominar y romper al rival, que entregó descaradamente las llaves del partido a España. La conexión idílica con Jenni Hermoso no llegó desde ninguno de los vértices como tampoco lo hizo desde las bandas con Salma Paralluelo y Mariona Caldentey, y ni mucho desde la manija del mediocentro de Tere Abelleira.

Los problemas de La Roja ya se vieron en la categoría absoluta masculina durante el pasado Mundial, precisamente ante Japón. En un contexto de posesión abrumadora para aquella España de Luis Enrique en Catar, que amasó más del 82% de la posesión del esférico ante los asiáticos y también terminó cayendo frente a un rival que supo descubrir las costuras de la selección.

Como el equipo del exseleccionador asturiano, tuvieron el control absoluto de la pelota pero no supieron qué hacer con ella y les faltó ideas además de verticalidad. Ningún equipo había ganado un partido en un Mundial femenino con tan poca pelota, desde que Opta guarda registros, en 2011. Tampoco en el fútbol masculino hasta que España se llevó ese bofetón de Japón en diciembre.

La efectividad japonesa era espectacular, los remates se traducían en goles. Miyazawa volvía a descoser la defensa para aumentar el marcador. España, que lideraba la estadística del arte del manejo de la pelota, sufría no solo atrás sino también para crear ocasiones al ser demasiado predecible. Tanaka ponía la rúbrica al partido y casi mil pases después, las de Vilda no dieron la más mínima sensación de poder dar la vuelta a un test que se saldó con un correctivo sonrojante.