La causalidad y no la casualidad

Y esa curiosidad nos lleva más allá, a buscar respuesta a todo. Quizá, en la juventud y en la infancia, esos pensamientos no se desarrollan mucho, no dan muchas vueltas en la cabeza. «Tenía que pasar, no sé, no le encuentro explicación».

La casualidad servía para tapar, quizá, esa mente no preparada todavía para ir más allá, para retorcer todo lo posible los conocimientos y buscar el origen.

Pero si el fenómeno se repite, hasta el niño más desinteresado busca más allá. Y encuentra la causalidad, el motivo y el origen de eso que sucede.

En la Cultural, la etapa de la casualidad está más que superada. Que el banquillo del Reino de León haya tenido cuatro inquilinos distintos en apenas 375 días no puede ser algo fortuito y la responsabilidad de ello no puede recaer siempre en las mismas figuras.

La causalidad no puede estar siempre enfocada al banquillo. Que un proyecto no camine por el sendero esperado en tres de las últimas cuatro temporadas tiene responsabilidades más arriba, en aquellos que lideran, dirigen y eligen.

Eligieron a Ramón, un 'canterano' para el banquillo, que ha sido fulminado en apenas tres meses y medio de temporada. Un 'producto' formado, moldeado, durante varias temporadas en una base culturalista que, a día de hoy, es la única fuente de alegrías, ha tenido una fecha de caducidad muy temprana. Ha sido una víctima fugaz (con su cuota de responsabilidad, claro está) de una gestión que deja mucho que desear.

Por ello, las miradas ya se alzan a otra parte del organigrama. La casualidad no se sostiene en una vorágine tal de cambios en el banquillo. Porque, de haber otro error, el cese quizá no debería de golpear al que está en el césped.