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El puente sobre el río volvía a conducir una masa ingente que se guiaba por los cuatro focos que iluminaban el cielo de una templada tarde en León. Hasta la lluvia quiso dar un respiro para que nadie tuviera excusa de acercarse hasta el ... lugar.
Las escaleras recibían bufandas, gorros y banderas, muchas banderas, con el escudo de la ciudad tatuado en el centro. Era día grande en León y lo sabían los más de 12.000 que se aproximaban poco a poco a un Reino que brillaba ante un partido grande.
Las gradas se llenaban poco a poco y media hora antes del inicio del choque, a pesar de horario, el medio aforo ya copaba y tapaba el blanco y azul del graderío.
La megafonía resonaba pero la llegada de la afición del Valencia Club de Fútbol, con alrededor de un centenar de seguidores en la esquina del Fondo Norte, comenzaba a permitir que la voz se impusiera a la música.
Uno de los momentos más emotivos volvía a ser cuando el público en pie recibía al himno a León, mismo momento en que los jugadores se retiraban a vestuarios entre el aplauso de los 7.000 aficionados más impacientes que ya esperaban el inicio del partido.
León se vestía de día grande, el blanco Cultural y el magente León se preparaban cual esandarte en batalla. Todo estaba listo, solo faltaba el balón, para vivir la historia a orillas del Bernesga.
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