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r.fariñas
Miércoles, 19 de octubre 2016, 19:45
5 de febrero de 1956. El frío arreciaba en una pequeña capital de provincias que vivía su momento deportivo más importante.
La Puentecilla registraba un lleno absoluto y el campeón de copas saltaba a un césped completamente congelado. El invierno se convertía en el enemigo ... más peligroso para el Real Madrid de Di Stefano.
El único superviviente de esa temporada, Raúl Álvarez, recuerda una fotografía en la que los once titulares del equipo merengue «estaban encogidos, parecían pingüinos». Ese día, los Di Stefano; Rial; Gento; Olsen; Marquitos, el central; y el más tarde entrenador, Miguel Muñoz; tuvieron que combatir contra el bravo equipo provinciano.
El partido fue igualado. De hecho, al descanso se llegaba con 0-0 en el marcador. La segunda parte se inició con un cabezazo del propio Raúl Álvarez al larguero y, él mismo, fue protagonista de la polémica.
¿Robo del Madrid en la Puentecilla?
Un balón largo dejó al delantero culturalista sólo ante Berasaluce y, Lesmes II, derribó a Álvarez dentro del área. El colegiado del choque, Fombona, no señaló la clara pena máxima en contra del cuadro madrileño y la contra fue aprovechada por la saeta para asistir a Olsen y que este adelantara a los de Chamartín, era el minuto 69 de partido.
El resultado final, de 0-4; con goles de Olsen, Di Stefano y Rial en dos ocasiones; no reflejó el mal partido del Real Madrid de la saeta rubia. El milagro estuvo cerca de consumarse, pero uno de los mejores jugadores de todos los tiempos marcó la diferencia.
Raúl Álvarez describe al hispano argentino como un futbolista «que revolucionó el fútbol». Los delanteros esperaban el balón en el área contraria, por aquel entonces, pero Di Stefano «jugaba en todas las partes». Eso hacía que ganar al Real Madrid supusiera «el milagro de Fátima y Lourdes juntos».
La Cultural se adelantó en el Bernabéu
El partido de la capital de España se celebró el 2 de octubre de 1955. Vallejo adelantó a la Cultural en el minuto 33 y, como bien recogen las crónicas, un minuto mágico, con Rial y Di Stefano de nuevo como verdugos, truncó las esperanzas del equipo leonés que había sido mejor.
El miedo escénico del Santiago Bernabéu convertía en imposible el sueño del culturalismo. Raúl Álvarez jugó en dos ocasiones en el coliseo blanco y reconoce que «cuando sales ahí se te cae el mundo encima, el murmullo se siente con gran presión, no es como cuando juegas en casa, en un campo más pequeño y con el público muy cerca apretando».
León resucita el espíritu del 56. Ahora lo hará gracias a la Copa del Rey. Los tiempos han cambiado, pero los sueños vuelven a despertarse a orillas del Bernesga y toda una ciudad se ilusiona con la gesta, esa que Barragán, Cosme, Raúl o Miche estuvieron a punto de tocar en Chamartín.
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