Bahamontes: «Yo era el espectáculo»

Entrevista en 2003 con 'El Aguila de Toledo', ganador del Tour de 1959

Igor Barcia

Martes, 8 de agosto 2023, 09:48

Federico Martín Bahamontes, 'El Aguila de Toledo' para los amantes del ciclismo. Un Tour, un segundo y un tercer puesto, seis reinados de la montaña y siete triunfos de etapa completan un palmarés de lujo que el toledano recuerda con emoción. El triunfo de 1959 ... fue lo más grande que le sucedió en su carrera. «Me abrió todas las puertas y me dio todo lo que tengo ahora», admite.

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-¿Qué ha supuesto para usted el Tour?

-Para mí es todo lo que tengo ahora. Me gustaría tener la edad que tenía en aquel momento, volver a empezar para que no ocurrieran las cosas que me ocurrieron, porque ganaría cinco o seis Tours.

-¿Y por qué no lo hizo?

-Por ser español, y no estar en un equipo grande como lo estuvieron Perico, Induráin u Ocaña. Los tiempos han cambiado y a ellos les tocó la época buena y a mí la mala.

-Comencemos con su historia en Francia. Usted llegó al Tour de 1954 sin conocer nada de esta carrera.

-No conocía nada y no quería ir. Pero en la Vuelta a Asturias en la primera etapa gané a todos los ases y dijo Julián Berrendero: 'éste llega al Tour y se lleva la montaña de calle'. Gané a todas las 'vedettes' que había entonces en el pelotón nacional. Decían que había tenido que ir agarrado a algún coche, que era imposible que les hubiera sacado seis minutos. Pero es que yo subía en aquel entonces más que cuando gané el Tour. Era cuando yo escalaba bien.

-Y ese triunfo le abrió las puertas del Tour.

-Julián Berrendero decidió llevarme a cambio de Gelabert. Este se enfadó porque era un dios para España como escalador y resulta que llego yo a Francia y saco el doble de puntuación a Louison Bobet, que era el fenómeno de toda Francia.

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-Allí además dejó una de las anécdotas más famosas, la del helado.

-Iba escapado con otros corredores, y cuando el coche de un director pasó para dar instrucciones a su pupilo, saltó una piedra y me rompió dos radios. Pero dio igual, porque ataqué y les metí tres o cuatro minutos en el puerto. Al llegar arriba tenía los frenos destensados, no podía hacer el descenso en estas condiciones, y tuve que parar. Cuando vi el puesto de helados me fui para allá y me empezaron a hacer fotos. Pero yo tenía que esperar al coche del director, que venía a 13 ó 14 minutos, porque había deshecho todo el pelotón. Por eso me querían en Francia. Porque el hombre que rompía todo el pelotón era Bahamontes. Era el espectáculo. Eso de la calma como van ahora no existía. Estando yo en el paquete, nada.

-¿Qué tenían las cuestas para usted?

-Me entraba una alegría indescriptible. A mí lo que más me hacía sufrir era rodar en el pelotón en el llano, porque no estaba acostumbrado. Al mínimo parón ya estaba atacando para irme a mi aire.

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-¿Era cuestión de carácter?

-Sí, el temperamento. Tengo mucho y sale el genio y sale el fenómeno. Si Di Stéfano o Cruyff fueron unos fenómenos fue por el temperamento que tenían. El carácter es el que da la figura.

-Los años siguientes se dejó ver siempre en la montaña.

-Y eso que ya empezaron los franceses a quitarnos las montañas y a modificar el reglamento. Tenías que quedar entre los diez primeros de la general si querías pelear por la montaña. ¡Ojo con eso, que los franceses se las estudian todas! Las etapas contra el crono, que después de los puertos haya 40 kilómetros para coger al escapado...

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-Y llega el momento del triunfo.

-De 1959 todos los recuerdos son buenos. Se me abrieron todas las puertas y también al embajador de España en París, que me decía: 'Hasta que tu no has ganado a mí nadie me atendía en este país'. Hice un puente estupendo de relaciones, porque estaban rotas con Franco y la victoria sirvió para todos los españoles pudieran levantar la voz.

-¿Qué importancia tuvo Dalmacio Langarica, su director, en su triunfo?

-Mucha, porque yo le dije: 'Si va Jesús Loroño, yo no voy', y el apostó por mí, porque yo estaba en forma. Se lo jugó todo a una carta, y yo le respondí, a pesar de que estaba todo el equipo francés. Anquetil, Riviere, Anglade.... Hay que tener en cuenta en los Tours quienes son los cinco que quedan por detrás del ganador para valorar el triunfo. Con Gaul había una larga lista, lo mismo que con Nencini, pero luego ya no había nadie, como sucedió cuando ganó Pingeon.

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-¿De los ciclistas de su época, con quién se queda?

-Charlie Gaul era un ciclista muy bueno. El enemigo número uno. Ese si era un rival. No veas los demarrajes y el espectáculo que dábamos. ¿Hubiera estado a rueda Induráin de Charlie o de mí? Le hubiéramos despegado fijo.

-¿A usted le gusta el ciclismo de hoy en día?

-A mí me gusta el ciclismo sano, de leña y de cera, que es cuando yo disfruto. El de ahora no me hace ilusión. Sobra toda la técnica y hace falta que el ciclista tome decisiones. Sube todo el paquete a tren, y hasta los últimos 500 metros no se ataca. Todo el mundo espera y es culpa de los directores. Se ha perdido el espectáculo. Ves la tele y te dan ganas de apagarla.

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