En el cielo ya se juega al balonmano. Sus paredes ya reciben los primeros lanzamientos. Y en la portería ya se busca alguien que pare los goles.
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El hermano Tomás ha recibido el último adiós de todos aquellos a los que dedicó parte de ... su vida. El padre del balonmano leonés, constructor de personas y que usó el deporte como medio de educación ha estado rodeado de los suyos en su partido final.
Nació en Monteciello-Teverga (Asturias) el 06/01/1928 y falleció en León, el 11 de junio de 2019.
-Ingresó en el Juniorado de Tui en 1942
-Noviciado en Tui en 1944
-Primera Profesión en Tui en 1945
-Profesión Perpetua en La Coruña en 1950
-Ejerció su actividad apostólica en: Lugo, La Guardia, León San José y León Champagnat
La iglesia del Colegio Maristas San José, el lugar donde encontró su casa durante más de 60 años, ha celebrado la misa-funeral para despedir a un hombre ligado al balonmano, educador y formador en valores humanos y religiosos y, ante todo, un buen hermano marista.
Allegados, familiares, compañeros de congregación y diferentes personalidades han acompañado a Tomás en su despedida.
Jugadores del Ademar de León, club del que fue fundador, como José Mario Carrillo o Rodrigo Pérez; los exjugadores Diego Piñeiro o Alberto Molina; así como el presidente, Cayetano Franco, y personas que son historia viva de la entidad, como Juanín o Manolo Cadenas, también han acudido a dar el último adiós a una persona que fue alma y será símbolo del club ademarista.
Un saluda y un recordatorio ha abierto la ceremonia. El primer acto ha consistido en recordar un momento de los presentes con el hermano Tomás e, instantes después, ha dado inicio la Eucaristía.
El deportista que nunca quiso perder ni al dominó, al que jugaba todas las tardes, tuvo una despedida a la altura de su figura, aquella que los chavales de Maristas siempre recordarán y de la que sus pasillos hablarán por siempre.
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Una acción de gracias y la oración marista fueron el colofón de este homenaje a la figura que dio sentido al balonmano en la ciudad de León.
Las paredes del patio del San José ya echan de menos sus enseñanzas. El balón ya llora su ausencia. El balonmano leonés se queda huérfano y será en el cielo desde donde Tomás tenga que pedir que lancen contra una pared tan fuerte como puedan y desde donde celebre los éxitos de su Ademar.
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