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Felipe Verde, exentrenador del ULE Ademar, en su entrevista con leonoticias. Irene de Celis

Una aventura «sin plan» que acabó encontrando un hogar en León

Felipe Verde abandona el balonmano leonés casi siete años después de llegar a España a la aventura, para impregnarse del balonmano nacional, y acabar echando raíces en León, una ciudad que considera su casa: «Es un lugar particular, la exigencia está presente desde la base»

Sábado, 16 de julio 2022, 09:20

Pese a venir de un lugar remoto a la Soria de Antonio Machado, Felipe Verde tiene la misma filosofía que el ilustre literato español. Y es fiel a esa idea de que «caminante, no hay camino, se hace camino al andar».

Por ello, a finales del año 2015, metió toda su vida en Argentina en una maleta y voló hacia España, con un sólo billete de ida, en busca de un sueño: aprender del balonmano español y convertirse en un entrenador mucho más formado y maduro.

Era una aventura, arriesgada, pero también es cierto que para ganar, hay que hacerlo, hay que tomar riesgos. Y Felipe Verde lo hizo. Le dieron algunos contactos de distintos clubes españoles pero «o los contactos no eran tan contactos o ya no estaban». Porque su plan inicial, «si es que existía plan», era recorrer algunos clubes y ver si en alguno de ellos se podía quedar para empaparse más de balonmano.

Carou, Vieyra... y Diego Dorado, claves en su vida

En diciembre acabó en León, viendo la Copa Asobal en el Palacio, y fue su primer contacto con la capital leonesa. En aquel Ademar jugaban Fede Vieyra y Gonzalo Carou, a los que Verde conocía, y le invitaron a quedarse. En enero, ya se había mudado a León y empezaría a echar unas raíces que, entonces, ni se imaginaba.

Ellos le pusieron en contacto con Diego Dorado, entonces segundo entrenador de Rafa Guijosa en el Ademar y responsable de cantera, y el asturiano le abrió «de par en par» las puertas del club. «Me apadrinó y fue el inicio de arraigo aquí en León. Iba al Palacio, libreta en mano, a ver cada entrenamiento de Guijosa. El sábado vemos el producto final, pero yo quería ver cómo se fabricaba cada partido. Y, después, Diego [Dorado] me subía en su coche e íbamos a los distintos pabellones a ver a los equipos de cantera», explica.

Galería. Felipe Verde, exentrenador del ULE Ademar, en su entrevista con leonoticias.

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Galería. Felipe Verde, exentrenador del ULE Ademar, en su entrevista con leonoticias. Irene de Celis

Su propósito, esa intención de 'mamar' balonmano español porque «es la mejor escuela mundial de entrenadores», estaba en marcha. No sólo eso, Felipe Verde se llevó una «grata» impresión del Abanca Ademar, un club «grande» en lo deportivo, pero que es «una familia». «Es un club cercano, te abren un espacio y me dejaron estar aquí. Era increíble», relata el argentino.

Así, poco a poco, y sin percatarse, empezaba a ser leonés. Argentino, pero también leonés. Y ambas personalidades destacan por ser agradecidas, por lo que sus palabras hacia Diego Dorado siempre desprenden un profundo cariño y emoción, además de a Vieyra y Carou y sus familias: «En la parte personal, se lo debo todo a Fede [Vieyra], a Gonzalo [Carou] y a sus familias, me acogieron como uno más. En lo profesional, en lo deportivo, a Diego Dorado, sin duda».

Cleba y Ademar, en su historial

Porque, empezando por el inicio, su amor por el balonmano llegaba de lejos. «Fui el típico niño que probó todos los deportes hasta que con 9 años me enganché al balonmano», reconoce Verde, que recuerda que, para ver qué sucedía en Europa, «teníamos que esperar a revistas especializadas o cintas de vídeo» antes de que irrumpiera internet, «cuando todo fue más cercano».

Así se inició esta pasión que le llevó a un lugar que ni siquiera conocía, León, pero que ya forma parte de su vida, porque ha vivido experiencias de todo tipo. Con el Cleba, al que dirigió en División de Honor, experimentó la amarga sensación de un descenso cogiendo el equipo a media temporada y en un escenario muy difícil: «Era una dinámica muy difícil de revertir, pero de la que aprendí mucho, puesto que cada semana había que intentar inventarte algo para salir de esa rueda».

Desembarcó en la cantera del Ademar más adelante, donde, más allá de la formación, comprobó la «exigencia» que se da en León: «Es una particular, un tanto extrema en la base. Es el Ademar y hay que competir y ganar siempre y aprendes a planificarte sabiendo de esa exigencia. Me va a servir, y mucho, en el futuro».

León, su nuevo hogar

Ahora se va, casi siete años después, de León, rumbo a un proyecto de Asobal, el de Cangas, donde estará como segundo entrenador. «Pero León es ya mi casa. En vacaciones, en periodos donde haya que volver a tu lugar, vendré a León. Es mi sitio, es donde está mi gente», señala, en ese claro indicativo del arraigo con la capital leonesa.

Salió de Argentina sin un plan fijo y sigue sin él. Porque Felipe Verde es un aventurero que, sobre la marcha, improvisa y se pone nuevos horizontes. «¿Entrenar en Asobal? Hace unos meses te diría que era muy, muy, muy difícil. Hoy lo veo un poco más cercano. ¿Por qué no?». Así es la vida de un aventurero, de un hombre con el alma de Machado, en la que el camino no está marcado, si no que lo marcan las decisiones que se van tomando sobre la marcha.

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