José Miguel Aguilar
Domingo, 22 de septiembre 2024, 22:39
En Zaragoza empezó una de las historias más bellas del deporte español. El Unicaja, sorpresivamente, yendo como el peor de los ocho clasificados de la Copa del Rey, conquistó en 2005 su primer título nacional, frente al Real Madrid, entrenado por el maestro de su historia moderna, Bozidar Maljkovic. En Málaga Sergio Scariolo empezaba a construir su leyenda, ya que un año después se alzó con la Liga Endesa. Ayer en Murcia, con el italiano como invitado de lujo en labores de comentarista, vio in situ como ese equipo que él ayudó a hacer grande, lograba la triple corona al conquistar la Supercopa, también frente al conjunto blanco y, como el destino es así de caprichoso, también con un extécnico en el banquillo visitante, un Chus Mateo que en ningún momento acertó con la tecla para meter a su equipo en el ritmo de juego adecuado para intentar sumar su séptimo torneo consecutivo. Ibon Navarro ha cogido de forma brillante el testigo y suma su cuarto título en año y medio para el club de Los Guindos, el segundo en una semana. Lo nunca visto por estos lares.
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Un título que el Unicaja empezó a ganar desde el salto inicial, cuando comenzó de forma arrolladora, un 0-12 de salida, un 13-30 para hacer historia, ya que jamás ningún equipo habia logrado 17 puntos de diferencia en un primer cuarto. Todo lo que hace este equipo últimamente entra en el libro de los Guinnes.
Y es que a su brillante ataque opuso una defensa de campeonato, con una actitud plena de encomio de jugadores como Sima, que ayer saldó su aventura en la Costa del Sol con su mejor partido. Por momentos, pareció el mejor pívot de Europa por su actividad para candar su aro y su propensión a los mates para dar el espectáculo que este torneo merecía.
Luego Taylor se apropió de un guion escrito durante la semana, con once puntos en cuatro minutos y medio para 22 al final y 29 de valoración, nueva mejor marca del equipo en la Supercopa. Normal que se llevara el trofeo de MVP de Murcia. Entre ambos surgió un Perry descomunal, con dos partidos magistrales -¿quién dijo que existe el cansancio?- en menos de 24 horas. Y eso que se perdió el final eliminado por faltas.
Fue un partido casi perfecto del Unicaja, solo la sombra del segundo cuarto motivado por la sensibilidad arbitral, que permitió que el Real Madrid lanzara 15 tiros libres en solo diez minutos. También el Unicaja hizo muchas cosas mal en esos instantes, los únicos en los que vio peligrar la victoria. De hecho, la valoración en ese periodo fue de 35-10 para el cuadro blanco, que de nuevo tuvo a Campazzo, 19 puntos, y a Tavares, 16 de valoración, el mejor de su equipo, a sus baluartes, con momentos estelares de Deck, el termómetro del club de Concha Espina, o de Llull, por quien no pasan los años con sus canastas inverosímiles.
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El Unicaja, que fue por delante todos los minutos, tuvo la capacidad de resistir, de hecho asentó siempre su ventaja en los comienzos de cada cuarto, cuando impedía a su rival anotar durante varios minutos. Y es que batir al Real Madrid anotando 90 puntos dice mucho de su potencial ofensivo, con Kalinoski olvidando la mala noche de la semifinal y logrando el triple decisivo a falta de 44 segundos para la conclusión. Sus 8 puntos en los cuatro últimos minutos fueron vitamina para un equipo que veía ya muy cerca al Real Madrid (73-74), a 4.24 para el final. Luego llegó la exhibición de ese jugador que Veljko Mrsic señala como clave para cualquier plantilla. Y también para esta aunque sea un súper equipo, a tono para levantar por fin su primera Supercopa.
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