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Nunca es fácil abandonar tu casa. Pero en ocasiones, circunstancias de la vida te llevan a hacerlo. A Isabel Fernández, conocida como Moses por jugar al baloncesto con gafas, como la leyenda de los Philadelphia 76ersMoses Malone, algo así le hizo caer en León. El amor la trajo a orillas del Bernesga para acabar enamorándose de la ciudad y enamorando ella a la ciudad con su entrega, su disciplina, su cariño y su baloncesto.
Después de 22 años, desde que llegase en 1997 a León, Moses se va. Abandona la ciudad después de haber llegado como jugadora del Universidad de León, seguir como entrenadora de la base del CB Aros León y acabar como 'todo' en este club.
Recuerda su llegada y sus primeros pasos en el club leonés. Moses reconoce que tenían unas generaciones muy buenas, las de las jugadoras nacidas desde 1982 hasta 1985 en una ciudad con menos clubes, por lo que el Aros, entonces solo con equipos cadete y júnior, era más «exclusivo».
Fueron ampliando fronteras, categorías, tanto por debajo (infantil y alevín) como por encima, con un equipo sénior, que en su primera temporada ascendió a Primera Nacional. Moses veía al club crecer y, aunque todos los años pasaba por su cabeza el volver a casa, algo la retenía en León.
Cuatro fases de ascenso necesitó para llegar al profesionalismo, a la Liga Femenina 2. «No sabíamos ni donde nos metíamos y llegamos con una deuda importante de una gestión anterior. Fueron años complicados porque hacíamos balances de 20 derrotas y seis victorias. Sufrimos mucho», recuerda.
Porque Moses pronto pasó de ser entrenadora a ser el club en general. En la temporada 2003-04, las deudas ahogaban al club. La vitoriana no entraba a valorar los temas económicas, pero no quedaba más opción: o se metían en ese mundo o el club moría. «Lo normal es cerrar la trapa y salir corriendo. Pero quisimos seguir adelante», sostiene.
Los años en Santa lucía de gordón
El club siguió adelante. El Aros sobrevivía gracias al empeño personal de Moses, pero su vida en León comenzó a complicarse: desde las instituciones le pidieron que su exitosa cantera fuera absorbida por el San José, algo a lo que se negaron y las trabas se multiplicaron.
«Preferíamos vivir en una casa pequeña, pero vivir siempre, que aceptar esa propuesta. Podíamos seguir con las niñas y teníamos la impresión de que San José, cuando se acabará el dinero, se caería. Así fue. Entonces empezaron a llegar problemas, porque nos cerraban las pistas para competir. En ese momento, habló Paco (Castañón), el alcalde de La Pola de Gordón, con nosotras. Le conocíamos del campus de verano y nos ofreció jugar en Santa Lucía. Entrenábamos a León y jugábamos allí durante tres años», señala.
Después, tras este periplo (2008-11), regresaron a León porque «empezamos a tener mucho más apoyo y más ayuda», momento glorioso del Aros, con cinco fases de ascenso a Liga Femenina 1 en los últimos seis años, sin acabar de poner la guinda al proyecto.
Este fue uno de los problemas, pero ha habido más. Ha sido complicado para Moses hacerse hueco en un mundo de hombres. «Ha habido muchos obstáculos, muchos veces me han tirado y me caído. Pero me he levantado, me he sacudido el polvo y he tirado para adelante», afirma la vitoriana, que insiste en que es «muy complicado ser entrenadora en el mundo profesional».
Una mujer en un mundo de hombres
Además, cree que ese trabajo no es reconocido. «Generaciones de niñas buenas he tenido muchos, pero de padres es más difícil. La niña es buena hasta que deja de jugar y, cuando pasa esto, Moses ya es mala. Tienes que dejar de preocuparte de eso para poder seguir adelante», señala.
Pero, ante todo, considera que ha dejado un gran legado «con nombres y apellidos». «Hemos apostado y trabajado duro por la jugadora leonesa. No solo hemos buscado hacer equipos competitivos, también por sacar jugadoras desde abajo. Hay chicas de aquí, como Lucía Pablos o Lucía Alonso que han sido internacionales en categorías inferiores y son de las que más orgullosas estamos», afirma.
sU APUESTA POR LAS JÓVENES
«He hecho lo que he querido, cómo he querido y cuando he querido», añade Moses, que nunca pensaba que iba a estar 20 años en León porque «cada año me quería ir», pero ahora lo hace «tranquila y orgullosa» después de haber dado oportunidad de jugar en Liga Femenina 2 a Lucía Alonso con 14 años y jugar «como una profesional» o a Natalia López con 15 «y hacer 34 de valoración».
En lo deportivo, destaca que ha tenido «más alegrías que tristezas» aunque siempre recuerda más las decepciones. «En las temporadas 2001-02 y 2002-03 logramos estar imbatidas en la liga regular y en 2011 fuimos bronce en el Campeonato de España infantil de Vigo. Fueron momentos buenísimos», sostiene Moses, que ha reconocido que León le ha aportado «calidad de vida». «Es espectacular esta ciudad y yo creo que le he aportado conocimiento. Me ha dado más León a mi que al revés», apunta.
Jugadoras con talento, señala, ha tenido muchas. Pero se queda con la capacidad de no fallar en momentos clave de Lucía Pablos, el pase de Marta Salas porque «nunca he visto a una jugadora con ese pase», la inteligencia de Alba Elena Alonso que «con 1,81 metros de estatura defendía a las interiores americanas muy bien porque era la más lista» y el talento para lanzar de Lucía Alonso que «lo hacía igual desde 6,75 metros que desde 8, con 14 años o con más experiencia».
Ahora se va y deja atrás todos estos recuerdos. No se desligará del todo del Aros, cuyo testigo recoge Patatas Hijolusa, porque seguirá como general manager. Y advierte que van a hacer todo lo posible para que León tenga su equipo de Liga Femenina 1.
El proyecto es «ilusionante» y asegura que están trabajando para confeccionar una buena plantilla con la que se trasladarán al Palacio de los Deportes, «con la ilusión que eso genera». «El club queda en buenas manos, lo de Hijolusa es un gran espaldarazo. Pero necesitamos que las instituciones apuesten. En cuanto lo hagan, el ascenso no se hará esperar».
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