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En su cara se vislumbra el escudo del Abanca Ademar. No en vano, es uno de esos productos de la prolífica cantera marista, uno de esos jugadores con unas prominentes cualidades a las que el club ha dado un extra de garra, siempre implícito ... en el Palacio de los Deportes.
Tras una década, 'interrumpida' por dos temporadas en Oporto, José Mario Carrillo dice adiós a su casa otra vez, como sucediera en 2016. «Esta suena más definitiva», acepta el extremo leonés, natural de Pobladura de Pelayo García pero con corazón de león.
La drástica renovación de la plantilla ademarista se lleva consigo a su capitán, que ha encontrado acomodo cerca, en Benidorm. 185 partidos defendiendo la camiseta del Abanca Ademar y 662 goles alumbran la trayectoria de Carrillo, uno de esos jugadores que, más allá de lo mostrado en la cancha, deja un gran legado fuera de ella.
El jugador, días después de despedirse por segunda vez del club de su corazón, siente «orgullo» más que nostalgia. «Nunca pensé en haber jugado tantos partidos en el equipo de mi tierra. Siempre quise llegar a la primera plantilla, pero estar diez temporadas, jugar en Europa o finales de torneos y haber llegado a ser capitán en dos ocasiones es motivo de orgullo. No llegaba ni a imaginarlo», explica a leonoticias.
Con apenas siete años comenzó a jugar al balonmano de una forma un tanto anárquica en el Colegio de La Granja. «Ahí no había posiciones ni nada. Se trataba de avanzar botando el balón y lanzar. Y divertirse, sobre todo era eso», afirma. Carrillo, que aún recuerda el nombre de su primera monitora de balonmano, Elvira, confiesa que se decantó ese deporte arrastrado por sus amigos más íntimos: «Ellos quería jugar y yo me apunté para pasar más tiempo con ellos».
Así fue quemando etapas, creciendo en lo físico y en lo deportivo, y pasando al instituto, al Lancia, donde ya comenzaba a despuntar tanto como para llamar la atención del Ademar, en cuya estructura entró en el primer año de cadete. Manolo Cadenas le vio con la base marista y, un año después, en el segundo de cadete, ya le llamó para entrenar con el primer equipo y debutar en partido amistoso.
El estreno
Tendría que esperar una temporada más, bajo la batuta de Jordi Ribera, para estrenarse en partido oficial, en Cangas, con victoria leonesa (22-31). «Ortigosa estaba lesionado y, con el partido resuelto, Ribera dio descanso a Stranovsky y me dio la oportunidad. Metí dos goles y pude jugar más partidos aquel año, como ante el Barça tanto en Champions como en Liga Asobal, donde jugué todo el partido. Fue una motivación para seguir creciendo», asegura un Carrillo que aquel año, con tan sólo 19 años, anotó 13 goles en siete partidos.
En ese repaso a sus comienzos y a ese debut «imborrable», el leonés rememora los primeros entrenamientos, lanzando a porteros de la talla de Saric o Alilovic que «siempre me paraban los lanzamientos». «Poco a poco fue anotando y notaba que iba creciendo, que me iba formando y que podía tener minutos. De ahí a asentarme en el primer equipo hay un trecho, pero con la crisis tuvieron que tirar de cantera y fue una gran oportunidad», destaca.
Con el paso del tiempo, Carrillo se ha ido «impregnando» de ese carácter ademarista y de esa ambición de ganar siempre, hasta que tuvo que despedirse en una primera ocasión para irse a Oporto. Tras dos años en Portugal regresó, pero la fortuna no le acompañó: «El momento más duro fue esa primera temporada de regreso. Me operé del tendón de Aquiles, no quedó bien y jugué con dolores, lo que me obligó a pasar de nuevo por el quirófano», sostiene.
Esos problemas físicos han marcado una segunda etapa de tres temporadas donde se le ha quedado esa «espinita» de «no poder demostrar el nivel que sé que podía dar». «No he tenido continuidad por las lesiones, por esa en el tendón de Aquiles y otra más en la rodilla, es algo que te rompe el ritmo. Pese a ello, la temporada pasada y la actual he jugado buenos partidos y me voy con la satisfacción de haberlo dado siempre todo», asegura.
Los recuerdos
En su cabeza, y recuperando todos los grandes momentos que ha vivido con el Ademar, José Mario Carrillo destaca uno: el gol de penalti ante el Nexe en 2014 que permitió a los leoneses superar al equipo croata y pasar de ronda en la Copa EHF con el tiempo ya parado: «Fue un estallido de alegría increíble. Me quedo con muchas más cosas buenas que malas».
Ahora, en Benidorm, el leonés vivirá una situación extraña como será la de volver al Palacio... pero cambiarse en el vestuario visitante, algo que ya vivió con el Oporto, en un amistoso, y se sintió «desubicado». «Espero que las cosas me salgan bien en Benidorm y poder volver al Palacio muchas más veces», apunta.
Carrillo aún tiene «ilusión y ganas» de seguir jugando, algo que espera que sea acompañado por el cuerpo, y no descarta volver: «Si el Ademar me necesita y yo estoy bien físicamente, las puertas siempre estarán abiertas». Y, si no es como jugador, podría ser en otra faceta. Licenciado en Ciencias de la Activididad Física y el Deporte, complementará su formación con un máster, «aún no sé en qué sentido», pero que espera que pueda relacionar con el balonmano y, por qué no, volver a casa.
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