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Uno de los platos del Marcela.

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Uno de los platos del Marcela. C. Álvarez

El destierro de los clichés sobre la brasa del Marcela

Cocina a la brasa rebasando los límites del imaginario colectivo de la carne es la experiencia que ofrece este céntrico restaurante leonés, sito en la Plaza de San Marcelo, con este tipo de elaboración de sus platos como gran especialidad, pero con la calidad, el sabor y la variedad como bandera

Viernes, 12 de noviembre 2021, 08:19

El cerebro humano relacionado automáticamente la palabra brasa con la carne. Es una constante en el imaginario colectivo que desde el Restaurante Marcela de la capital leonesa se han propuesto desterrar con una extensa carta de platos y productos, con la brasa como hilo conductor, pero con una variedad de sabores y texturas que obligan a mirar mucho más allá de los solomillos y los entrecot a la hora de hablar de este tipo de cocina.

La mezcla de sabores, de texturas y de experiencias se dejan sentir desde la misma entrada en un local muy ambientado y acogedor, donde el leve susurro del agua que yace en el centro del comedor de la planta superior en una pequeña piscina genera ese clima de reposo, paz y tranquilidad para que la experiencia gastronómica gane cuerpo.

Desde lo clásico, como croquetas de cecina hechas con un esmero incuestable o una tabla de quesos de la teirra, hasta platos de autor, Marcela ofrece ese mix de sensaciones en el paladar con productos de León, en su gran mayoría, para impulsar la cocina y la agroalimentación autóctona.

Uno de los platos del restaurante. C. Álvarez

Y sí, la carne es importante en la carta de este local, donde los entrecot, los solomillos y los bistecs son algunos de los platos estrella, siempre cocinados a la brasa en el punto que desea el cliente. Con carnes de primera calidad, con un corte perfecto y un sabor que, desde que entra en la boca, invade todo el cuerpo, con su potente capacidad sensitiva.

Reyes de la carta

Pero los clichés se eliminan una vez que entran uno de los reyes de la carta, de los platos más pedidos pese a que, a priori, no parecen convencer a muchos comensales. Hasta que les conoces cara a cara, como a muchas personas. Los puerros a la brasa con salsa y virutas de cecina son esa amalgama entre lo mejor del campo y de la montaña, de la agricultura y la ganadería, entre dos sabores muy distintos pero que, como los polos opuestos, se atraen a la perfección.

Y de la tierra al mar, porque también los productos llegados desde el océano tienen su hueco en la brasa del Marcela donde es insistente recordar que no sólo la carne pasa por la misma. El pulpo a la brasa, cocinado en su punto perfecto y aderezado por un espeso y sabroso puré de patata pone la guinda perfecta a esta experiencia para los sentidos.

El dulce más leonés

Y, para rematar, los postres, donde se vuelven a cruzar platos clásicos como el tiramisú, una cremosa tarta de queso o el arroz con leche con otro más atípicos como un helado de vanilla heca en momento, flan aromatizado o un helado de queso fresco de oveja. Y, claro está, el toque leonés con un coulant de chocolate con castañas de la tierra, tan típicas de otoño.

En general, la sociedad leonesa es habitual consumidora de clichés y de colocar etiquetas que, en muchas ocasiones, no se corresponden con la realidad. Probar la experiencia del Marcela acaba con una de ellas sobre la cocina a la brasa y su teórico estrecho margen de maniobra en las carnes. La brasa llega a muchos más sabores y texturas con manos maestras en la misma.

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