Un sabor Clandestino en pleno corazón de León

La calle Cervantes alberga un lugar secreto, un espacio clandestino donde todo aquel que entra debe hacerlo con una misma fórmula: dejarse llevar por un bocado de cocina actual, diferente y divertida.

El Clandestino reabrió sus puertas hace unos meses tras un incendio que destrozó buena parte del local. Sin embargo, de sus cenizas ha resurgido como un ave fénix y se ha vuelto a colar entre las preferencias gastronómicas de los leoneses.

A su carta de cóckteles, cervezas o champán, santo y seña en el tapeo más prestigioso de la ciudad, suman una zona de restaurante, con dos alturas de temáticas diferenciadas que ofrecen una carta elaborada con productos locales aderezados con otros más exóticos.

La decoración no dejará indiferente a los comensales. A los sillones de cuero de la planta baja, con sus verjas metálicas separando estancias y amplios tablones de madera, incorpora en la parte alta un lugar más sofisticado, distanciado y donde la luz escasea acompañada por alógenos.

La intimidad del Clandestino irrumpe desde las esculturas de Amancio González a los neones, pasando por una exclusiva terraza, aporta a los clientes un aroma a lugar exclusivo.

La carta, más allá de la opción de acudir en grupos, hace un repaso por todo tipo de productos y una mezcla de sabores diferentes que contrastan en el paladar.

En nuestro caso, entre cuatro personas pudimos degustar 'Pulpo a la brasa, gobre de patata, mayonesa ariracha y pomada de ajo negro'; 'Lasaña 'rota' de vaca esfofada, bechamel suave de queso de cabra y kimchi'; 'Fideua de Pollo de corral, vieira, crocanti de almendra'; y 'Bacalao confitado, guisote de morro-oreja y corteza de cerdo'.

Todos los comensales coincidimos en el buen sabor, la perfecta preparación y un pequeño desajuste en el tiempo de servicio -debido a la elaboración de la lasaña-.

De postre, optamos por la 'Milhoja de tarta de queso con frambuesa' y 'Huevo chocolate'. Ambos sorprendentes por su sabor.

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