«La albarín tiene entrada porque gusta mucho»

-¿Su proyecto es el resultado de unos amigos que se lanzan a hacer vino o de una afición compartida que acabó forjando amistad?

-Empezamos Marcos y Nacho porque con anterioridad habíamos hecho algo en el sector y queríamos dar el paso y elaborar. El enólogo Fermín Uría, íntimo amigo nuestro, nos da la oportunidad de hacerlo en El Bierzo en 2019. Un mes después, también en León y, a finales de 2021, en Orense. El proyecto va avanzando, pero en este mundo los tiempos son a medio largo-plazo.

-Tres zonas, tres elaboraciones distintas. ¿Cuál es su objetivo?

-Cada vino tiene que tener una peculiaridad tanto por zona como por variedad de uva o proceso. El viñedo del blanco de León está certificado en ecológico; en la DO Ribeiro nos gustó que elaboran en fudres de madera de 1.500 litros y tiene una crianza sobre lías de unos nueve meses, y en El Bierzo tenemos cepas casi centenarias. La idea del proyecto es preservar la calidad y tener variedades, no diferentes, pero sí con las que poder salirnos de Rioja y Ribera: el de El Bierzo es 100% mencía; el de León, albarín y el Ribeiro es fundamentalmente treixadura. Las tres son producciones pequeñas, de entre 1.500 a 5.000 litros.

-Con la de referencias que hay y elaboradores buscando la singularidad, ¿es tarea fácil encontrar la peculiaridad?

-Sin una persona como Fermín, sería impensable. Es el que está en la viña todo el día. Nosotros le damos una idea y él es quien dice si la ve o no y aporta los datos técnicos. Los Vinos del Agua es resultado de lluvia de ideas.

-¿De ahí el nombre?

-Lo elegimos por la importancia del agua en nuestra vidas. El proyecto nació en Gijón, estamos rodeado de mar Cantábrico y la lluvia siempre está presente, así que le dimos un poco de romanticismo a la marca. Por eso las tres referencias también hacen referencia al agua: Argavieso (El Bierzo) es una lluvia fuerte; orbajo (León) es una lluvia débil y Pintea (Ribeiro), una lluvia aún más débil.

-¿Cómo trabajan?

-En cada zona tenemos una parcela y aprovechamos los recursos que nos da la bodega para elaborar.

-Apuestan por los vinos atlánticos, ¿fue buscado? ¿Lo es poder elaborar alguna referencia en Asturias?

-Fue casual. Poder elaborar un albarín asturiano sería muy bonito, el problema aquí es que hay muy poco viñedo. En Ibias están plantando, pero aún así hay muy poco espacio.

-¿Qué sorpresas se están llevando ahora que ven la elaboración desde dentro?

-Los tiempos y, por consiguiente, la entrega del vino. El albarín tiene tres-cuatro meses sobre lías; podemos calcular que el nuevo estará en abril, pero no siempre es así. El Ribeiro salió en octubre cuando contábamos con tenerlo a finales de agosto... Cada vino es un mundo por el clima, la zona... Quieres programar, pero enseguida te das cuenta de que no sirve para nada porque hay circunstancias ajenas que te lo cambian.

-¿Cómo resulta posicionar un producto nuevo en un mercado tan copado?

-Muy lento y muy difícil (Ríen). Sobre todo con las uvas más conocidas, la mencía y la treixadura. En cambio, el albarín nos está sorprendiendo porque es una uva que gusta mucho y tiene entrada. Por el momento estamos en Asturias, Madrid, Sevilla, Ávila y Marbella.

-¿Qué otras tendencias marca el mercado?

-El mundo del vino funciona por modas. Al consumidor ahora le da por godello en blanco.

-¿Qué pretenden en el futuro?

-Consolidar el proyecto y, de reojo, miramos cosas nuevas que nos puedan atraer, pero sin volverse loco. No vamos a meter otra referencia ni a generar volumen de producto por hacerlo, tendrá que ir con los tiempos.