Rosita y el pollo
No recito versos de Calderón ni invoco a la Virgen del Pilar como única capitana del ejército español por Real Decreto de 1908. Disculpen ustedes mi ignorancia...
Marta HerreraS Montero
León
Jueves, 30 de abril 2020, 17:49
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Marta HerreraS Montero
León
Jueves, 30 de abril 2020, 17:49
No recito versos de Calderón ni invoco a la Virgen del Pilar como única capitana del ejército español por Real Decreto de 1908. Disculpen ustedes mi ignorancia. Todo lo castrense me es ajeno. No sé de milicias ni rangos, de órdenes ni mandatos. Siempre ... imaginé soldados serviles y mandos autoritarios. Jerarquías, símbolos, desfiles y arrogantes uniformes. Tampoco sé de cocina más de lo estrictamente necesario para el día a día y quizás, alguna pequeña celebración familiar. Pero sí sé de personas. De gente con mente abierta y alma generosa. De gente inteligente que sabe transmitir. De sus valores.
En tiempo de coronavirus Rosa ha hecho que mi atención se desplace a dos ámbitos que para mí eran tan distantes como dispares: el ejército y la cocina. Y resulta que ahora ambos se me antojan no sólo importantes e imprescindibles sino que además mantienen muchos valores en común. Compañerismo, espíritu de sacrificio y superación. Saber mandar y saber obedecer. Y de un plumazo se me caen todos los mitos. Ni todos los soldados son sumisos ni todos los altos mandos son autoritarios.
Quizás se nos perdió, con las ínfulas de la modernidad, la necesidad de saber quiénes somos y dónde estamos. Que todo es discutible pero hay que saber actuar y sobre todo, saber respetar. Que no es lo mismo autoridad que autoritarismo y que en tiempos de crisis en los que es necesario tomar decisiones importantes, debemos tener al mando a personas que sepan hacerlo y debemos, del mismo modo, acatar esas órdenes en pro de un bien común. Que no somos más por terminar todos los vocablos en «a» ni somos menos por no saber cocinar.
«Me duele irme, pero…pelillos a la mar». Sonríe y da un paso al frente. Admite su mal día, una mala ejecución. Y no pasa nada. Rosita no se rinde jamás. Sus compañeros lloran su despedida del programa porque no la conocen como yo. Si la conocieran, sabrían que han perdido una compañera de concurso, pero que han ganado una amiga para toda la vida.
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