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León no es tierra ni de toros ni toreros, y eso que está rodeada de zonas donde se rinde culto al toro. Pero no quita que aquí no se hayan acunado personas de cierta relevancia en el mundo taurino como lo es Javier Castaño.
Nacido en Cistierna, al norte de la provincia, Javier tuvo que emigrar a Salamanca para perseguir lo que fue el sueño truncado de su padre, que logró que también fuera el de su hijo: ser matador de toros. En León también está la ganadería brava de Valdellán en los alrededores de Sahagún, un hierro de los denominados 'duros' que las figuras no quieren ver ni en pintura, pero que ha cosechado grandes tardes en cosos importantes como en Las Ventas de Madrid.
Así las cosas hemos hablado con Javier Castaño, un aliado férreo de la lucha y la perseverancia que con 14 años tuvo que partir de su pueblo para cumplir su sueño. A lo largo de su vida ha pasado por altibajos con los que cualquiera habría optado por la rendición, pero que no han podido con Javier, el único torero natal de León. Es poseedor de una emocionante historia donde la raza y la entrega forman parte de su vida, igual que en su toreo. Se codea con lo más duro del campo, con lo que nadie (o casi nadie) quiere y ahí está cada tarde: dignificando la profesión y la Fiesta.
Un torero de corte clásico, de los que ponen su vida al servicio de la tauromaquia. De esos que se entregan tengan lo que tengan delante y les roba muletazos a base de tragar, tirar la moneda y apostar. Bien saben en Pamplona, en Sevilla y en Madrid quién es Javier Castaño: un torero de los pies a la cabeza. Y encima, de León.
19 días después de superar un tumor testicular se plantó en Sevilla para matar una corrida de Miura. Vive por y para el toro. Igual que su hermano Damián, también torero, que esta temporada de 2022 está cuajando actuaciones muy serias. Javier, ahora, tiene sus miras puestas en el 25 de septiembre, donde hará el paseíllo en la primera plaza del mundo (Las Ventas) para enfrentarse a una corrida concurso.
Hablamos con él, repasamos sus inicios, la actualidad del mundo del toro y lo que le está por venir, que no es poco.
Nació en Cistierna, una zona que poco o nada tiene que ver con la tauromaquia. ¿Cómo le despertó el gusanillo?
Cistierna y el toro no tienen que ver nada. Mis padres son de dos pueblos de Salamanca y la tradición en esos pueblos siempre ha sido y es el toro, los encierros… mi padre siempre me ha animado a ser torero, algo que él siempre quiso ser y ni siquiera pudo llegar a intentarlo. Fue una cosa que le quedó a él y desde que tengo uso de razón le recuerdo siempre animarme a que lo fuera.
Al final su sueño acabó siendo el mío. Con 14 años logramos inscribirme en la Escuela Taurina de Salamanca y tuve que dejar atrás mi pueblo, mi infancia y mis amigos, pero ahí empezó todo, mi sueño. Yo en Cistierna lo tenía difícil. No hay nada de toros y mis únicas referencias por entonces eran los que daban en la televisión, además de mi padre y las fiestas de los pueblos. Pero no sabía nada de toros, el primer día que llegué a la Escuela en Salamanca no sabía ni lo que era un tentadero.
Ese sueño de su padre se hizo realidad por dos.
Sí, a mi me lo transmitió mi padre. A mi hermano, al ser más pequeño que yo, que le saco once años, se fijó un poco en mí. Le recuerdo de muy pequeñito viajar conmigo para torear. Él digamos que sí que lo ha mamado y a mí el toro me llegaba un poco de referencia. Llegué a la Escuela sin saber nada con el fin de abrirme un camino en este mundo. Además, cuando venía a Salamanca yo sabía que venía a cumplir un sueño y no decepcionar a nadie.
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¿Qué piensa su familia sobre que los dos hermanos sean matadores de toros?
Si es difícil que llegue uno imagínate dos. Al final nadie nos lo ha puesto fácil y vamos haciendo nuestra carrera los dos. Mis padres en general están muy orgullosos, aunque mi madre es la que peor lo pasa. Mi padre en cambio está súper orgulloso, ya que era su sueño y eso se le había quedado ahí. Al final no ha tenido un hijo torero sino dos.
Siempre se ha dicho que los toros impregnan valores únicos, ¿cuál ha sido la mayor lección de vida que le ha dado la tauromaquia?
Yo siempre lo digo. Lo que es el toro da muchos valores, a mí me ha dado disciplina, constancia, humildad… Uno de los maestros de la Escuela Taurina siempre lo decía: cuando veía que alguien había estado bien en algún sitio le paraba los pies. «El toro da dosis de humildad», decía.
Al final tú tenías 14 años y te juntabas con gente mucho más mayor y curtida en mil batallas. La educación y la jerarquía lo daba y lo da el toro, y a partir de ahí todo eso lo asumes para tu vida cotidiana. Son unos valores únicos.
El 25 de septiembre vuelve a Madrid con una corrida concurso, ¿qué es lo que le corre a uno por la cabeza a tres semanas escasas de hacer el paseíllo en Las Ventas?
Pues al final sabes que tienes una mezcla de sensaciones importantes. Las Ventas es la plaza más importante del mundo y sabes todo lo que te juegas. Es una ilusión enorme que se mezcla con el miedo y la responsabilidad para no defraudar. Lo importante es llegar al 100%, que embistan y pueda expresar lo que tanto tiempo llevas entrenando y buscando.
Al final mucha gente se cree que toreas en un sitio y solo es ese día. Y la realidad es que llevas pensando en esa cita desde que te anuncian. La cabeza está siempre puesta ahí en algún momento del día. Se te va la cabeza a esa cita. Además llevo bastantes años de matador, por lo que la experiencia y madurez lógicamente suman pero lo que quiero, al final, es llegar con la frescura que te da la ilusión y las ganas.
Se habla de una corrida de toros en Gijón en una portátil. Irían usted, Antonio Ferrera y Morante de la Puebla, ¿qué representaría para usted estar en un cartel así en el contexto actual de Gijón?
Yo te voy a ser sincero: yo lo que creo es que el mundo del toro creo que tiene que reaccionar ante este tipo de ataques, que por una decisión de la alcaldesa deja sin toros a una ciudad con tanta afición como Gijón. El toreo no puede estar parado ante esas cosas y no vale eso de esperar que en las siguientes elecciones no salga.
Tenemos que hacer algo. La verdad es que eso no sé si va a salir. Ya sea como festival, como corrida de toros… pero ojalá salga. Si se diera deberíamos acudir a la cita todos, que fuera, con perdón por la palabra, una «bofetada» para la alcaldesa. Que vaya gente de todos los sitios, tenemos que ir todos. Lo que no puede pasar es lo de Barcelona. Las redes sociales están muy bien para la defensa de los toros, pero hay que ir más allá. Hay que apoyarlo con todas las ganas.
¿Cómo se llevan más de 20 años de alternativa codeándose en la mayoría de tardes con los hierros más duros?
Son 21 años de alternativa en los que he pasado momentos que estás más arriba y otros más abajo. Ha habido sangre, lágrimas… ha habido de todo. Estoy orgulloso de 21 años de no haber dejado de vestirme de luces ningún año, ni siquiera en la pandemia ni tampoco cuando estuve enfermo. Nunca ha habido un año en blanco. Al final me paro a pensar y en todo este tiempo he toreado en 8 ó 9 países diferentes, casi 400 corridas, he matado todos los encastes y he toreado con muchas figuras.
Aquella tarde en Sevilla con Miuras 19 días después de superar el tumor es una de las más especiales de su carrera, ¿qué pensó cuando se tumbó su primer toro?
Comentaba antes lo de las casi 400 corridas, que aún no las he alcanzado pero están cerca. Pues esa corrida fue, sin duda, la más emocionante por todo lo que significaba: en enero me diagnostican un tumor testicular para el que tenía que ponerme en tratamiento. Decidí llevarlo en silencio, solo lo sabía mi familia y poco más.
En medio de todo ese proceso recibo una llamada de mi apoderado y me dice que nos contratan en Sevilla, le dije que no dijera que no y que lo llevara todo en silencio. Esa corrida me dio alas para superar la enfermedad. Cuando estaba en el proceso duro de superarlo tenía mi cabeza puesta en Sevilla y en recuperarme. Había veces en las que me venía abajo, pero el toreo siempre me rescataba pensando en reaparecer.
Cuando solo a 19 días de esa fecha la oncóloga me dice que estoy curado y que a partir de ahí hiciese vida tranquila, imagínate la cara que se le quedó cuando le dije lo de Miura. Al final fue una locura que me salvó por completo. Cuando ese último toro mío cayó fue una felicidad enorme por haber conseguido un reto. Una ilusión que no puedo describir con palabras.
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