J.V. Muñoz-Lacuna
Toledo
Martes, 12 de febrero 2019, 13:46
La falta de vocaciones religiosas está creando un grave problema en la ciudad de Toledo: cada vez hay menos conventos en la ciudad conventual por excelencia. El último que echa el cierre es el de las Madres Capuchinas, situado en pleno corazón del casco histórico. ... A punto de cumplir 350 años de su consagración, este edificio conserva una importante colección de arte barroco, un rico archivo y cuadros de Tristán, El Greco y Ricci, históricas piezas de cerámica talaverana y artes textiles suntuarias.
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Un importante patrimonio histórico y artístico cuyo destino es incierto y que ha levantado las alarmas en la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. «Es necesario reunir a especialistas que den luz a materias tan específicas como el derecho canónico, la especulación en el mercado de este tipo de inmuebles o la compraventa de antigüedades religiosas», advierten de esta institución que lleva cien años trabajando por la conservación de esta ciudad.
Los conventos ocupados o con vida espiritual que aún quedan en Toledo pueden contarse con los dedos de ambas manos. En 2015 cerraron el de las monjas carmelitas, fundado por Santa Teresa de Jesús; el de Santa Clara y el de Santa Úrsula, todos ellos en el casco histórico. Este último estuvo a punto de convertirse en un hotel pero el proyecto no salió adelante mientras las piezas artísticas de su coro desaparecían.
El mismo temor existe para el convento de las Madres Capuchinas, que también atesora una especie de mini museo de América gracias a los objetos enviados por monjas toledanas desde México: bateas, jícaras, búcaros, lacas mexicanas, hueveras y pinturas enconchadas «de las cuales este convento posee tres y no catalogadas de las que sólo hay catalogadas unas 60 en el mundo», apunta la historiadora Emilia Alba González, especialista en el pasado de este convento.
«Este viejo convento se queda vacío, deshabitado, entregado a la ruina silenciosa, al olvido y al saqueo a hurtadillas», lamenta esta historiadora y miembro de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, que teme «puedan comenzar las pequeñas rapiñas y las grandes dejadeces de los que no se sienten observados».
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Emilia Alba González propone movilizar a la Orden Capuchina, al Arzobispado de Toledo, a la Diputación Provincial, a la Junta de Castilla-La Mancha y al Ayuntamiento de Toledo «para que no quede en el olvido la situación de este convento que tanto representa en la historia». «Una de las mayores riquezas de Toledo son sus conventos, que han permanecido imperturbables a lo largo del tiempo, y cuando otro convento se cierra algo se nos muere», avisa esta historiadora, auténtica cronista de una ciudad cuyo casco antiguo sólo muestra vida durante el día gracias al turismo pero languidece de noche y corre el riesgo de convertirse en una ciudad-museo o en un parque temático.
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