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En medio de una situación de incertidumbre que ha puesto contra las cuerdas al todavía débil tejido escénico español, aún no recuperado plenamente de la crisis de 2008, el Día Internacional del Teatro se celebra con todas las salas del país cerradas como consecuencia del ... estado de alarma sanitaria.
El video promovido por el Bergidum se cierra con el convencimiento de que «mientras exista un ser humano existirá el teatro» y el mensaje esperanzador de que pronto «volveremos a vernos en los teatros», en la línea del eslogan usado por la Red Española de Teatros en una idea similar en la que participan gestores y programadores de espacios públicos de todo el país.
En esta iniciativa han participado integrantes de los principales grupos comarcales relacionados con las artes escénicas, tanto de teatro como de circo o danza. En la grabación han intervenido Javier Vecino, de Conde Gatón; Morgane Jaudou y Marcos Rivas, de Maintomano; Trinidad Osorio y Raúl Gómez, de Fabularia Teatro; José Luis García Alejandre, «Álex», de la Compañía del Canal; José Ramos, «Yeimi», de Inquedanza y Miguel Fernández Sancho, de Dinamia.
Además, han leído el mensaje la autora Tatyana Galán; los actores Luis Alija, desde Asturias, Álvaro Caboalles y Raquel Mirón, desde Madrid, y el dramaturgo Carlos García Ruiz desde Colombia, donde reside e imparte clases.
El Día Mundial del Teatro fue creado por el Instituto Internacional del Teatro en 1961 con el objetivo de dar a conocer lo que representa el arte escénico para la cultura a nivel mundial. Alrededor de este día se difunde un mensaje escrito por una figura de talla mundial. El encargo le ha correspondido este año al pakistaní Shahid Nadeem, periodista, guionista, activista de los derechos humanos, además de director de teatro y televisión y fundador y director del Ajoka Theatre.
El mensaje se titula «El teatro como santuario» y su autor recuerda «las posibilidades de una experiencia espiritual profundamente conmovedora que el teatro puede proporcionar». Nadeem es crítico con un mundo «donde la intolerancia, el odio y la violencia están en aumento» y aboga por «luchar contra la apatía, el letargo, el pesimismo, la avaricia y el desprecio por el mundo en el que vivimos, por el planeta en el que vivimos». En ese aspecto, cree el dramaturgo que es necesario «recuperar esa relación simbiótica entre el artista y el público» y que «el teatro tiene un papel, un papel noble, debe dinamizar y hacer avanzar a la humanidad, ayudarla a levantarse antes de que caiga en un abismo».
«Durante la gira de la compañía de Teatro Ajoka, por el Punjab indio en 2004, con una obra sobre el poeta sufí Bulleh Shah, un anciano, acompañado por un niño, se acercó hasta el actor que había interpretado el papel del gran sufí y le dijo «Mi nieto no se encuentra bien ¿podría bendecirlo?». El actor se sorprendió y contesto: No soy Bulleh Shah, solo soy un actor que interpreta el papel. El anciano entonces contesto: Hijo, no eres un actor, eres una reencarnación de Bulleh Shah, su Avatar.
De repente, se nos ocurrió un concepto completamente nuevo de teatro, donde el actor se convierte en la reencarnación del personaje que interpreta.
Explorar historias como la de Bulleh Shah, historias que como esta existen en todas las culturas, pueden convertirse en un puente entre nosotros los creadores de teatro y una audiencia desconocida pero entusiasta.
Mientras actuamos en el escenario, a veces nos dejamos llevar por nuestra filosofía del teatro, en nuestro papel como precursores del cambio social a veces dejamos atrás a gran parte de la comunidad.
En nuestro compromiso con los desafíos del presente, nos privamos de las posibilidades de una experiencia espiritual profundamente conmovedora que el teatro puede proporcionar.
En el mundo de hoy donde la intolerancia, el odio y la violencia están en aumento, nuestro planeta se está hundiendo cada vez más en una catástrofe climática, necesitamos reponer nuestra fuerza espiritual.
Necesitamos luchar contra la apatía, el letargo, el pesimismo, la avaricia y el desprecio por el mundo en el que vivimos, por el planeta en el que vivimos.
El teatro tiene un papel, un papel noble, debe dinamizar y hacer avanzar a la humanidad, ayudarla a levantarse antes de que caiga en un abismo.
El teatro puede convertir el escenario en un templo, el espacio de actuación, en algo sagrado. En el sur de Asia, los artistas tocan con reverencia el suelo del escenario antes de pisarlo, una antigua tradición en la que lo espiritual y lo cultural están entrelazados.
Es hora de recuperar esa relación simbiótica entre el artista y el público, el pasado y el futuro. Hacer teatro puede ser un acto sagrado y los actores pueden convertirse en los avatares de los roles que desempeñan.
El teatro tiene el potencial transformador de convertir la escena en un santuario y ese santuario en un espacio de actuación».
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