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De su fecunda imaginación y su estudio, SPA, surgió el universo de 'Gru: mi villano favorito' (2010), pero para entonces Sergio Pablos (Madrid, 1970) ya había demostrado su valía como diseñador de personajes y animador en esa factoría tan fascinante como compleja ... que es Disney. Allí participó en largometrajes tan emblemáticos como 'El jorobado de Notre Dame', 'Hércules' o 'Tarzán'. Este fin de semana el madrileño será un manojo de nervios porque su primera película como director, 'Klaus', también la primera que el estudio desarrolla para una distribuidora como Netflix, está nominada al Oscar a la mejor cinta de animación y llega al Dolby Theatre de Los Ángeles con un galardón bajo el brazo en la misma categoría: el Bafta de los académicos ingleses.
Pero, ¿qué hace a 'Klaus' tan especial? Pues posiblemente su mayor lastre comercial, por aquello de estar circunscrita a un periodo tan concreto y a menudo copado por su antigua casa. Es una película navideña, sí, pero tan original y tan bien escrita que el resultado es brillante y ferozmente divertido. Ha contado Pablos en alguna entrevista reciente que el germen de este cuento de Navidad surgió justo cuando Gru llegó al gran público: «Estaba buscando la siguiente gran idea y noté que había una tendencia hacia un montón de historias de origen, como 'Batman Begins'». Se trataba de tomar un personaje ya desfasado, con toda su mitología, y actualizarlo para el público. Días estuvo dándole vueltas hasta que llegó a Santa Claus. Y aunque al principio le parecía «ñoño», pronto se dio cuenta de que no tenía una historia de origen clara. La clave a partir de ahí fue dar con el ángulo adecuado y en ese punto nació el cartero Jesper, verdadero el protagonista del largometraje.
Porque 'Klaus' trata del hijo mimado y consentido del director general de un servicio postal. Acostumbrado a las sábanas de seda, a suntuosos manjares y a un sinfín de comodidades, mayordomo mediante, al joven Jesper lo envían a la Real Academia Postal para que se convierta en un hombre de provecho, pero no hay manera. Harto de mantenerlo, su padre le encomienda una misión: deberá montar un puesto de correos operativo en Smeerensburg, un recóndito y oscuro lugar en el que dos clanes familiares llevan enfrentados desde tiempo inmemoriales. Si en un año consigue sellar seis mil cartas, Jesper podrá regresar a su vida de lujo.
Es la premisa de una película que va al grano y que se apoya excepcionalmente en la luz y el color para reflejar el estado de ánimo del personaje. Apesadumbrado, a su llegada a Smeerensburg, el frío y la niebla se presentan casi como un muro infranqueable, que sólo empieza a desprender color y matices cuando Jesper conoce a un misterioso y solitario leñador, que atesora en su cabaña un montón de juguetes. La entrega de uno de ellos a una encantadora niña llevará a Jesper a diseñar un plan, a espaldas de su nuevo amigo, para poner en marcha la oficina de correos.
'Klaus' se levanta en torno a una animación tradicional en 2D, excelente y muy expresiva, pero que juega con la la incidencia de la luz en personajes y escenarios para dotar a la cinta de la volumetría habitual en las películas de animación digital. Con un guion bien armado, aunque algo manido -ese arco argumental basado en el egoísmo y en decepcionar al prójimo no sorprenderá ni a los más pequeños-, va configurando poco a poco toda la mitología harto conocida de Santa Claus, desde el 'si te portas mal, te trae carbón' hasta la forma en la que se desplaza por los gélidos parajes de la zona. Y lo hace con muchísima originalidad, divertidos anacronismos que acercan el relato a la actualidad y grandes dosis de comedia -«Ey, niños, ¿queréis un juguete?», llega a decir Jesper, como si traficara con droga- no solo para los infantes.
Al mismo tiempo, la película carga las tintas contra esos rencores, odios y rencillas que se transmiten de generación en generación, contra los prejuicios y las falsas apariencias y traza un alegato a favor de la generosidad. Y todo sin caer en lo sensiblero y en lo ñoño -puede que aquí Disney tenga algo que aprender-. Con estos excelentes mimbres, Sergio Pablos ha tejido una sorprendente película que gane o no el Oscar la madrugada del lunes ya ha hecho historia. «No podemos pedir nada más», reconocía Pablos la pasada semana.
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