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Francisco Griñán
Lunes, 20 de febrero 2017, 15:19
Es la historia de un joven negro que se cría en un barrio marginal de Miami y cuya madre está enganchada al crack. Los que hayan visto 'Moonlight' tendrán claro que es el argumento de este drama nominado al Oscar a la mejor película, pero ... se equivocan. Es la historia real de su director y coguionista, Barry Jenkins, que con su segunda película salida de sus propias entrañas se ha convertido en una de las sorpresas de la actual edición de los premios de la Academia de Hollywood con sus ocho candidaturas. Unas nominaciones que saludan especialmente el surgimiento de un autor, Jenkins, en una industria en la que escasea en los últimos años la renovación de nombres con una mirada propia y que se ha refugiado en la rentabilidad comercial de las adaptaciones de cómics, los superhéroes y los (d)efectos especiales.
La efervescente aparición de este realizador afroamericano se ha llevado una doble nominación en lo personal Oscar al mejor director y al guion adaptado-, pese a que Jenkins, que debutó en 2008 con 'Medicine for melancoly', era un auténtico desconocido hasta hace apenas unos meses. Pese a ello consiguió convencer a un actor emergente en Hollywood como Mahershala Ali para que aceptase un papel secundario en 'Moonlight', reunió un formidable reparto de actores de color con la fuerza de su guion (Alex R. Hibbert, Ashton Sanders, Trevante Rhodes, Naomie Harris, Andre Holland y Janelle Monáe) y, sobre todo, reclutó a la compañía del mismísimo Brad Pitt, Plan B, para poner poner en pie la producción. Pero la película no dejaba de ser una apuesta arriesgada, modesta e independiente sobre la búsqueda de la identidad y la necesidad de sentirse amado de un niño de extrarradio. Hasta que el pasado septiembre se estreno en el pequeño pero sonoro Festival de Telluride (Colorado, EE UU), de donde salió disparada hacia los Globos de Oro con el premio a la mejor película en la categoría de drama. Un galardón que la situó como gran aspirante a derrocar el anunciado triunfo de La La Land en la presente edición de los premios de la Academia.
Una condición de alternativa a la película favorita que ha situado 'Moonlight' en el primer plano y ha obligado a más de uno a volver la cabeza para conocer al tal Barry Jenkins, un tipo surgido de la poco conocida Escuela de Cine de la Universidad Estatal de Florida y en cuyas manos cayó la obra original de Tarell McCraney en la que se basa la cinta, 'In Moonlight Black Boys Look Blue'. Un dramaturgo que, al igual que el cineasta, se crió en el barrio de Liberty City de Miami en los años 80. Una época en la que el crack hizo estragos. Entre ellas, las respectivas madres del director y del escritor. Jenkins se sentía tan implicado con esta historia que su primera reacción fue no dirigir la película. Pero el cineasta acabó por superar sus propios fantasmas para acabar desnudando su propia memoria y afrontar esta dramática y tierna película narrada en tres actos que hurga también en la violencia, el acoso escolar y la homosexualidad.
El propio Barry Jenkins ha confesado que, aunque vivió ese ambiente de marginación de Liberty City y los problemas de drogas en esa familia, encontró en la lectura y en su propia escuela el refugio en el que apoyarse para abandonar el barrio con alguna que otra herida, pero sin laceraciones que hipotecaran su futuro. Amante del fútbol, un día acudió a un partido y vio un cartel de la Escuela de Cine. Probó fortuna y, lejos de lo que pudiera pensarse, no se le dio bien y lo dejó. Se dedicó a ver películas de Claire Denis "Mi director favorito", confiesa-, Jean-Luc Godard, Wong Kar Wai, Hou Hisao-Hsien y volvió a las clases con otra mentalidad. Entonces, en 2003, dirigió el cortometraje sobre las secuelas del 11-S, 'My Josephine', que muestra los sentimientos de marginación de una pareja de árabes-americanos que trabajaban en el turno de noche de una lavandería en aquellos días de miedo e incertidumbre tras los atentados. Para el cineasta aquello fue el comienzo de un viaje que le ha llevado hasta 'Moonlight'. Por ello, lo primero que encontramos en su cuenta de Twitter es un mensaje fijado con este corto para que todo el que quiera lo pueda ver. Y la confesión de que esta cinta le recuerda que el cine es cuestión de "energía" y "creatividad". Dos buenos argumentos para el asalto al Oscar.
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