mikel labastida
Viernes, 27 de enero 2017, 11:53
A Carmen Machi le va a perseguir siempre el personaje de la televisiva Aida. Y no porque todo lo que haya hecho después sea mediocre o no esté a la altura de la interpretación de aquella señora de la limpieza. No, todo lo contrario. Pocas ... actrices han tenido las oportunidades de esta intérprete madrileña (criada en Getafe) para desencasillarse de un papel con la repercusión que tuvo aquel. Pero la sombra (y el fantástico trabajo que ella hizo) de la comedia de Telecinco es muy alargada y Machi y Aida deberán caminar juntas toda la vida. A veces, como yugo; a veces, como llave para abrir puertas.
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Esta unión no ha impedido que a la intérprete le ofrezcan otros trabajos alejados de la comedia. Por el que opta al Goya a la mejor interpretación protagonista femenina, sin ir más lejos, es el de una prostituta que debe sacar adelante a una madre enferma. En La puerta abierta la Machi deslumbra en un mundo repleto de miserias al frente de una familia nada cotidiana que busca nuevas oportunidades. Ya lo había hecho antes en otros títulos duros e inquietantes como Lo que sé de Lola o La mujer sin piano. Y sobre todo en teatro, un medio en el que esta actriz se ha movido desde que era una adolescente y debutase en las tablas con una obra basada en el libreto Wozzeck, que compuso Alban Berg. Sus comienzos están ligados a compañías como el Teatro de La Abadía o Taormina Teatro.
El éxito en cine y televisión no le han alejado de esta pasión. En los últimos años la hemos visto subirse a las tablas para someterse al Juicio a una zorra, dando vida a Helena de Troya, la mujer a quien se le acusó de haber desencadenado la guerra antigua más popular. Soberbia en su actuación, recibió por ella el premio Valle Inclán, al que ya había optado por La tortuga de Darwin. En esta otra pieza se pone la coraza para transformarse en una bicentenaria tortuga que es testigo de la Historia. Galardonada con tres Max teatrales, esta disciplina ha dado a la intérprete unos cuantos papeles fantásticos que ha sabido defender bien, como los de arzobispo y Doña Rauda en Falstaff o la amante de Platonov, entre otros muchos.
Fue en un escenario donde el director de casting Luis San Narciso reparó en ella y le ofreció saltar al medio televisivo con un rol secundario en Siete Vidas, que se convertiría en una auténtica revelación. No hay papel pequeño si ella está detrás defendiéndolo. Las escasas frases como enfermera en Hable con ella o su participación como clienta de la peluquería de Torremolinos 73 y como camarera en Escuela de seducción son una prueba de su absoluta y efectiva vis cómica. Almodóvar, consciente de que su potencial se quedaba pequeño en el papel que le había otorgado en Los abrazos rotos, se inventó un cortometraje La concejala antropófaga- sólo para que se luciese. Y lo hace como Chon, una edil de Asuntos sociales obsesionada con el sexo y adelantada a su tiempo, en cuestión de paquetes.
Con Ocho apellidos vascos, en la que encarna a Merche (o Anne, según se mire), obtuvo su primer Goya, que reconocía una facilidad para el humor que el último cine español ha sabido exprimir en multitud de títulos. Que se mueran los feos, Mi gran noche, Perdiendo el norte o Villaviciosa de al lado son algunos ejemplos. La Machi es un valor seguro. Y eso los productores lo saben. Por eso lo mismo la solicitan para presentar galas de los Goya, para doblar a un orangután o para anunciar yogures que ayudan con el tránsito intestinal.
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