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El terrible secreto de la Casa Arriola
Edificios Emblemáticos de León

El terrible secreto de la Casa Arriola

Un introspectivo paseo por el trágico secuestro y la muerte de Emilio Zapico Arriola, nieto de los promotores de uno de los edificios más emblemáticos de León

Lunes, 11 de marzo 2024, 08:12

Sin más preámbulos que un poco de contextualización, sigamos conociendo la historia de la Casa Arriola, su familia y el secuestro que terminó con la vida de Emilio Zapico Arriola.

Como ya conocieron la semana pasada, la Casa Arriola, aunque quizás ahora pase un poco desapercibida, fue en su día una un hito arquitectónico que llamó la atención a muchos viandantes, como a este Flâneur, que pasea por las calles de León, para rescatar la historia de los Edificios Emblemáticos.

Fue en su día Asunción Sánchez Fernández Chicarro la que encargó a los arquitectos, Cañas del Río y Torbado, un edificio singular para ser ocupado después por la familia. Para que se hagan una idea, esta sería la línea genealógica de la familia Arriola, por supuesto, a grandes rasgos:

Imagen después - El terrible secreto de la Casa Arriola
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Asunción, promotora del edificio, se casaría con Arriola, y de su matrimonio nacerían sus dos hijos, Manuel Arriola Sanchez-Chicarro, (quien sería presidente de la Caja de ahorros de León) y Petronila Arriola Sánchez-Chicarro.

Archivo nº3525 que contiene la causa 415-45. El Caso Arriola. Daniel Álvarez de la Torre

La hija del matrimonio contrajo nupcias con Bernardo Zapico. Y ya ven ustedes que aquí comienzan a aparecer los apellidos de la víctima mortal, Emilio Zapico Arriola.

Gran nevada en León 1955. Desde la izquierda por Guzmán el Bueno. Casa Condor, Casa Arriola, Sanatorio Miranda y Casa Arce. Archivo Santos Flórez

Puede que no les suene este nombre, pues siempre que se ha contado su historia, se ha hecho eliminando de la ecuación los nombres y apellidos de la familia, no deseando perjudicar más al núcleo tras la pérdida de Emilio Zapico Arriola. Pero hubo un periodista, Daniel Álvarez de la Torre, que investigó más que nadie, llegando a dar con la Causa 415/45, que contenía el sumario completo del Secuestro y Asesinato de Emilio Zapico Arriola. De él bebemos, así como de la novela de Julio Llamazares y de la Película de Julio Sánchez Valdés. Les encomiendo, antes de nada, acudir a su artículo, que expone con orgullo, como se merece, una investigación que nos aporta toda la información para que los más inquietos podamos conocer la historia de León.

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Como ya habíamos adelantado, Emilio Zapico Arriola, era hijo de Bernardo, y Petronila. Nieto a su vez de Asunción, la promotora de la Casa Arriola. Tenía un hermano que falleció a la corta edad de diecinueve años en la guerra, llamado Antonio. Y una hermana, testigo de todos los hechos, que llevaba por nombre María Asunción Zapico Arriola.

Como contaba Julio Llamazares, la supervivencia de los Maquis fue terrible, siendo perseguidos y ajusticiados por las montañas leonesas. Pero un pequeño grupo, que se resistía a ser capturado, tomó la determinación de secuestrar a un joven pudiente de la provincia de León, Emilio Zapico Arriola para luego pedir un rescate. Sin lugar a dudas, la escena no pudo ser más dramática, por los tintes novelescos del intento de rescate, pero no avancemos acontecimientos y sigamos conociendo cómo se desarrolló la historia.

Fue en 1945, cuando Emilio se encontraba en la Casona Arriola en Santibáñez del Porma, cuando comenzó el fatal desenlace de su también corta vida. A los 27 años, Emilio ya había conseguido ser Ingeniero Agrónomo, siguiendo la estela empresarial de su padre, Bernardo Zapico, antiguo director de la Hullera Vasco-Leonesa.

Los Maquis. Daniel Álvarez de la Torre

Nos permite conocer Daniel Álvarez de la Torre que llegaba, el día antes de los hechos, un 28 de septiembre, Emilio con su Fiat Topolino desde Valladolid. Llamaron, entonces, a la puerta, tres sujetos. En esta parte sí son fieles las versiones de Julio Llamazares y de Julio Sánchez. Pero a partir de ese momento la historia comienza a fluctuar. Iban vestidos de Guardias Civiles y se encontraron a la madre, Petronila, a la hermana, María Asunción, y a Emilio. Los supuestos guardias solicitaron a la familia el pago de una multa impuesta a Emilio por armar al Ejército rojo. La familia, en efecto, contaba con una gran suma de dinero. Pero 2 millones de pesetas, ya es dinero hoy en día, imagínense hace nada más y nada menos que ochenta años.

Mapa sin escala explicativo del secuestro. Daniel Álvarez de la Torre

Pero cedieron al pago, pues tenían guardada una cantidad muy similar para la compra de una parcela. Los secuestradores salieron por la puerta, llevándose consigo a Emilio. La familia llegó a Ordoño II, a la Casa Arriola en mitad de la madrugada y a la mañana siguiente solicitaron la retirada del dinero al banco: 1.9 millones de pesetas. Al cambio, hoy en día, unos 11.500 euros.

El banco, al observar la gran cantidad de dinero que Petronila les reclamaba, denunciaron a las autoridades el sospechoso comportamiento y Petronila confesó la realidad, montando la policía un operativo para intentar salvarle la vida a su hijo, deteniendo a los secuestradores.

Estos le habían indicado a la familia que, al día siguiente, se dirigieran a Boñar, que ya les localizarían ellos a mitad de camino. En el kilómetro 25 de la carretera entre Puente Villarente y Boñar, un hombre con un fusil les ordenó detener el vehículo, en el que viajaban cinco agentes. El coronel Gallo, al frente de la investigación, se disfrazó de la madre de Zapico Arriola, quien debería haber acudido a entregar los casi dos millones de pesetas a los secuestradores.

Estos, al descubrir el engaño, comenzaron a abrir fuego, lo que obligó a los policías a huir, después de combatir con sus armas, al pueblo más cercano de Lugán, donde solicitaron refuerzos y acudieron de nuevo al punto para luchar con la fuerza recobrada.

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De aquella reyerta surgieron dos cadáveres. El de Zapico Arriola, que suponemos que asesinaron a sangre fría después de saber que el rescate había sido una obra de teatro, y el de uno de los maquis, que resultó herido en el cuello por el arma de un agente y falleció minutos después.

Comparto, a continuación, el fragmento de Julio Llamazares, que cambia los nombres de la familia y altera el parentesco entre hijo y madre por esposo y mujer:

Luna de Lobos. Julio Llamazares

Gildo hace un gesto con la mano para que se detenga. El coche frena bruscamente y se arrima a un lado de la calzada, justo enfrente de la casilla abandonada de camineros en los que yo me he parado.

—¡Apague las luces!

Dentro, obedecen y la lechosa oscuridad del alba se extiende otra vez sobre la carretera.

Ahora una puerta se abre y del asiento trasero desciende la mujer de don José con un bolso en la mano. En el interior del coche queda solo la silueta difusa del chofer sentado al volante.

Gildo comienza a acercarse sin dejar de apuntar a la mujer con su metralleta.

—¡Tire el bolso! —le ordena—. ¡Tírelo y quédese junto a la cuneta!

Van a ser las últimas palabras de su vida porque justo en ese momento la mujer se arroja al suelo y comienza a disparar por sorpresa sobre él. Casi al unísono, el rugido inesperado de varias metralletas la secunda desde el coche.

He tardado mucho tiempo en reaccionar. Aplastado tras el hueco de la puerta en el fondo de la casilla siento rugir en mi garganta las balas que buscan casi a ciegas la silueta del coche, el bulto de la mujer sobre la carretera, la oscuridad del alba, la muerte. Como si fuera la metralleta y no yo quien primero hubiera conseguido sobreponerse a la sorpresa.

De pronto me doy cuenta de que nadie me responde, de que estoy solo en medio de la noche rematando interminablemente a varios muertos.

—¡Gildo!

El silencio estalla en mis oídos como un último disparo. El coche está inclinado torpemente sobre una rueda reventada y cerca de él los cuerpos de Gildo y de la mujer de don José yacen desmadejados sobre la carretera.

—¡Gildo!

Me he abalanzado hacia él sin preocuparme siquiera de registrar el coche por si alguien pudiera todavía dispararme. Gildo está en el medio de un gran charco de sangre, cara al cielo, con el cuerpo cosido a balazos y los ojos llenos de estrellas.

—¿Que ha pasado, Ángel? ¿Qué ha pasado?

Ramiro corre ladera abajo encañonando al dueño de la mina.

No es necesario explicarle. Se ha quedado inmóvil en la mitad de la carretera, anonadado con los ojos clavados en el cuerpo de gGildo con los ojos vacíos.

—Él no quería marchar —dice en voz muy baja como para sí mismo.

De pronto, casi al tiempo una misma sospecha nos asalta. Ramiro se acerca al bulto desmadejado de la mujer y le da la vuelta con el pie. Un pañuelo y una peluca quedan desparramados sobre la carretera. Pese el negro agujero que ahora ocupa su ojo izquierdo los dos podemos reconocer fácilmente el rostro inconfundible del capitán de Ferreras.

Aterrado el dueño de la mina ha comenzado a retroceder hacia el coche donde se agolpan los cuerpos inertes de más guardias civiles pero el disparo de Ramiro a través de su corazón y le aplasta contra la puerta.

(Fragmento del libro Luna de Lobos; Julio Llamazares)

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Debido a la contrición del artículo he decidido omitir importantes detalles que, con diligencia, pasión y músculo periodístico recogió en su día Daniel Álvarez de la Torre y que con gusto les invito a conocer en su página web, donde disponen de toda la información aquí narrada, junto a testimonios de los supervivientes, documentos complementarios y entrevistas a los propios maquis, que aún vivieran en León cuando Daniel comenzó a investigar el asesinato y el secuestro de Emilio Zapico Arriola.

Con respeto a la historia, ha narrado este escritor uno de los episodios más oscuros de la Casa Arriola, abandonando sus pilares y alejándome de ella para conocer, al igual que llevamos haciendo tantos meses, los Edificios más Emblemáticos de León.

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