Edificios Emblemáticos de León
La casa Don Valentín (IV)
El secreto del bar la barra y Jesús Riol, el Indiana Jones LeonésSecciones
Servicios
Destacamos
Edificios Emblemáticos de León
La casa Don Valentín (IV)
El secreto del bar la barra y Jesús Riol, el Indiana Jones LeonésBajando por las escaleras de la Casa Valentín, y despidiéndome de los dueños de las privilegiadas viviendas que entonces me mostraron un pasado glorioso de un eterno baluarte de la provincia de León, me encuentro con un asunto peliagudo.
Un establecimiento antiguo, decorado exteriormente con mucho gusto y dejando al paseante solitario de esta bella ciudad enmudecido con su llamativa fachada.
«Comidas - Bar La Barra - Vinoteca», reza el cartel exterior, imitando a aquellos olvidados a los que nos tienen acostumbrados las películas de los años cincuenta.
Me pregunto, al escrutar el misterioso interior, qué llevó a la Barra al estrellato en la hostelería, qué actividades se desarrollaban en su interior y qué secreto esconden sus paredes para el mundo exterior, famosas en la ciudad entera por este extraño objeto que calentaba las manos de los trabajadores décadas atrás.
Como ya conocen los habituales lectores de esta sección, la Casa de don Valentín se construyó en el 1926, intentando abrazar el progreso de las afueras de la ciudad, que se unían al centro neurálgico gracias al puente de hierro de Saavedra que llegaría a convertirse en el Puente de los Leones.
El edificio, que originariamente se proyectó como un hotel; da fe de estas intenciones el maravilloso hall de entrada, decorado y dispuesto cual entrada de engalanado hotel, fue bautizado como Hotel del Norte, rindiendo homenaje a la estación del Norte, antigua estación de León a la que los viajeros comenzaron a llegar desde el siglo anterior desde lugares como Palencia o Valladolid.
Es entonces, durante la tercera década del siglo XX, cuando el turismo, los viajeros, y los trabajadores comenzaron a proliferar en el entorno de la avenida de Palencia y el paseo de Salamanca. Intentando hacer frente a esta nueva demanda que surgía, allá por el año 1932, se proyectó un bar, con pensión y fonda, en el que los oriundos y los visitantes pudieran relajarse y disfrutar de una bebida caliente antes o después de haber tomado el tren en la estación del Norte. Este fue el origen del Bar La Barra.
Pero los trabajadores de la industria ferroviaria llegaban cansados, ateridos y congelados de las vías, y no tenían suficiente con una bebida caliente. Precisaban de algo para nutrir a sus desnudas manos de calor.
De esa necesidad, surgió una idea especial y diferente. Y de ella, proviene el nombre, tan característico como fácil de recordar, de La Barra. Colocaron, en el interior del apoyabrazos de la barra del bar, una tubería que la recorría en su totalidad y, en su interior, agua caliente cruzaba de continuo de un lado a otro, permitiendo a los clientes que apoyasen las manos o los antebrazos en ella, calentarse al instante y sentir el suave abrazo del calor en invierno.
En la parte baja, un reposa pies, con el mismo mecanismo, permitía a todos calentar la suela del zapato de igual manera, siendo este un punto estratégico de reunión entre los trabajadores y los viajeros, que elegían la Barra por encima de cualquier otro bar.
Aledaño a este establecimiento, locales que servían de hotel, de fonda o de lavandería, completaban los bajos de la Casa don Valentín, consiguiendo atraer a las personalidades interesadas en el descanso y la tranquilidad junto a la estación del Norte.
La Barra contaba con varias estancias. Entre ellas, una bodega casi secreta, que el nuevo dueño, allá por los años noventa, Pablo, convirtió en un lugar de culto para los enólogos de prestigio, promoviendo la cata de vinos y la conservación de este local, dándole de nuevo un sello de excelencia y aportando un pequeño granito de arena en la historia de León.
Esta idea de Pablo, convirtiendo el Bar la Barra en Vinoteca a finales del siglo pasado, no hubiera sido posible sin la ayuda del vicepresidente del círculo de empresarios de León, Jesús Riol, un auténtico protector del patrimonio cultural, al que podríamos llamar el Indiana Jones Leonés.
A finales de los noventa, Jesús se hace con los locales adyacentes a la Barra y con el bar en sí, permitiendo a su amigo, Pablo, que desarrolle su actividad en él, no sin antes practicarle una notoria reforma que deja el local de la Barra revitalizado y lleno de historia.
Nos cuenta Jesús, eterno defensor de la historia y de la conservación de la misma, que el estado en el que hace más de veinte años La Barra se encontraba, precisaba de una profunda reforma pero que, intentando salvaguardar la memoria del lugar, prevaleció entre sus intereses el de proteger el patrimonio que en el establecimiento se escondía.
De esta manera, conservó el suelo de cerámica, restauró la barra al completo, dejando la tubería de agua en su interior y consiguiendo dotar al lugar de un novedoso cambio de imagen sin necesidad de perder la esencia de su historia y preservándolo para las generaciones futuras.
Pero la cruzada de Jesús no termina ahí, sino que también es el responsable de reformas como la del famoso Barry´s Irish Pub de la Plaza Mayor, donde nos cuenta que conservó una fachada de hierro, al más puro estilo londinense, de las que muy pocas quedan ya en León. Esta fachada, que a priori parece de madera, resulta ser hierro, eliminando el riesgo de incendio y promoviendo la conservación del esqueleto del local, que ardería con más dificultad que la madera, en caso de que el incendio llegase a producirse.
O el Lobo, bar por todos conocido, también en la Plaza Mayor, en el que encontraremos arcos de la muralla originales conservados en perfecto estado, integrados en un local dinámico y llamativo, con un ambiente moderno pero conservando y dando importancia mayúscula al pasado del que venimos.
Años después, Pablo se vio obligado a abandonar el proyecto de la Barra, pasando esta por diferentes dueños hasta que, finalmente, en 2022, terminó cerrando sus puertas al público de forma indefinida, siendo este un episodio triste para la historia de León, que sigue llamando a nuestra puerta con intenciones altruistas, recordándonos un pasado que fue brillante y empujándonos hacia el progreso, tal y como hace Jesús Riol.
Los locales adheridos a La Barra, hoy son testigos del paso del tiempo, pero también protagonistas de la narrativa actual. Jesús, dueño aún de varios de ellos, nos enseña la maravillosa forma de aprovechar su espacio, manteniendo y conservando las construcciones originales y propiciando que las salas de reuniones, los cubículos de cristal y los despachos, así como las diferentes alturas dentro del local, sean móviles, permitiendo que las escaleras en su interior cambien de posición o los espacios puedan alterar su distribución, adaptándose a las necesidades de los empleados sin dañar por ello su estructura. Cada detalle está cuidado al milímetro pues Jesús se ha encargado de darle el valor que merece cada pequeño recoveco. La escalera está inspirada en una catapulta medieval, la zona de servicios posee una escultura aprovechada para complementar una pared que, a priori, hubiera quedado inservible y que, gracias a la oscuridad que desde fuera le aporta la luna y la luz artífica que se crea en su interior, nos ofrece, a los viandantes, una maravillosa obra artística visual. El arte asiático, sobre todo las influencias japonesas, resultan primordiales para Jesús y lo orgánico, el elemento vivo, es sustancia imprescindible en sus diseños. Gracias a su tenacidad, mantiene con vida y conserva la historia de uno de los Edificios más emblemáticos de León.
En La Barra, el agua aún sigue recorriendo la tubería, calentando a las millones de reminiscencias antropomorfas que aún visitan el local. Los ferroviarios, los viajeros, los vecinos y los que hoy recordamos su historia, bebemos de la misma y disfrutamos del patrimonio que La Barra nos ofreció a todos los leoneses.
Hoy, con la trapa cerrada, espera a su siguiente dueño, que levantando la misma y encendiendo de nuevo las luces, plantará una nueva semilla de ilusión de la que brotará la historia, la alegría y el agua caliente que anegaba una tubería que siempre estuvo dispuesta a embriagar de cálida esperanza las manos y los corazones de todos los habitantes de León.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.