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Es innegable que el Edificio Pallarés es uno de los más emblemáticos de León. Así lo han catalogado muchos expertos. Y aunque hoy alberga una de las prestigiosas sedes del Museo de León, fue ocupado, antiguamente, por la familia promotora, que lo levantó y lo cuidó hasta bien entrada la década de 1980, cuando fuera comprado por la diputación provincial.
Ya es conocida la historia del edificio, de su construcción y de la curiosa presencia de La Victoria de Samotracia en los planos originales y su ausencia en el edificio real. Durante este artículo, desgranaremos lo acontecido durante las últimas décadas de funcionamiento de Pallarés, para centrarnos en la compra del establecimiento por la diputación, no sin antes dar a conocer la memoria presentada sobre las excavaciones que tuvieron lugar en 1990, descubriendo, gracias a la ayuda de la prospección arqueológica, los restos romanos de la antigua ciudad de León.
Pero antes. ¿Qué había antes de Pallarés?
Acogió la ferretería, o grandes almacenes Pallarés, desde 1922 hasta 1986, con casi sesenta y cinco años de historia. Pero el solar vacío, obtenido debido al derrumbe de varios edificios con arreglo al ensanche, estuvo ocupado en su día por el Pósito municipal desde mediados del Siglo XVIII.
Sus muros de mampostería, planta rectangular, remarcados con sillería y cubierta a dos aguas se extendían desde la calle Ruiz de Salazar hasta la Plaza de la Libertad. Pero es bajo él donde hallaron restos de antiguas edificaciones, como las Paneras municipales. Según el estudio de Fernando Miguel Hernández: dos muros de 1,10 metros de ancho, dispuestos en ángulo recto que construirían su sector nororiental. Eran construidos por cantos rodados de mediano y gran tamaño con argamasa de cal, con granos gruesos por su mala cocción.
Gracias a esta memoria, podemos observar el testimonio de la época, que se nos presenta a través de una carta manuscrita por el Marqués del Campo de Villar, secretario del estado y del Despacho universal de Gracia y Justicia y Superintendente General de todos los pósitos de León, fechada el 17 de marzo de 1753:
«Adbertidose a las primeras líneas de abrir las zanjas para los cimientos que quedaba estrecha, y corta, que se ensanche en 17 pies y 50 de largo sobre lo que insinuaba la planta. Sin embargo de haber profundado los cimientos 9 pies y medio (pues tienen 4,5) fue forzoso hazer planta artificial para fijarles de madera de negrillo muy cara en este país en donde por lo general es chopo»
Pero sin intención de adelantar acontecimientos, debemos navegar cronológicamente por los hechos. Los propietarios de los grandes almacenes vendieron el edificio, en 1986, a la Diputación Provincial de León, que hacinados en sus oficinas, precisaban de un lugar para derivar a los profesionales que ya no cabían en el cercano Palacio de los Guzmanes. ¿El Precio? 410 millones de pesetas.
Durante varios años, el espacio estuvo vacío, y en él se promovieron cientos de actividades culturales, siento este un contenedor para el arte, tal y como lo había pensado en su día el promotor de edificio, queriendo coronar la construcción de la Casa con la mismísima victoria de Samotracia.
En 1987, se utilizó el vacío edificio de Pallarés, para promover una exposición artística. El éxito fue de tal calibre, que se alteran los planes de la diputación. En esto hace especial hincapié Algorri, y razón no le falta. Cuando la sociedad, la cultura, el pueblo, precisa de un espacio en el que dar rienda suelta a sus necesidades artísticas, no hay estamento que lo frene. Y Pallarés no estaba destinado a ser la sede de ninguna diputación.
¿La clave de esta aceptación por parte de los ciudadanos? El claro miedo que habían perdido los oriundos a la presente galería de arte. Durante décadas, los leoneses habían entrado en Pallarés para comprar cualquier tipo de herramienta, familiarizándose con su grandeza y con su entorno. Ello hizo que la aceptación fuera mayúscula, pues habían perdido el pánico a la institucionalización de un espacio que ya les pertenecía.
Pero no solo les pertenecía a los leoneses contemporáneos, sino a los originarios fundadores de la ciudad, Legio VII. En 1990, con arreglo a las obras de remodelación del edificio, que no hubo de terminarse, debido a trabas políticas, hasta 2004, se realizó una prospección arqueológica en la que se hallaron los secretos ocultos, bajo el limo de dos mil años, y que interesan a todo oriundo de la ciudad de León.
A continuación, y desgranando el informe que se presentó al comienzo de la década de 1990, cuando se llevaron a cabo las obras de remodelación y de reacondicionamiento del edificio Pallarés, aportaremos al artículo cierta luz sobre los restos romanos hallados en la parcela de Pallarés. Da comienzo así la instancia:
«Entre los años 1970 y 1972, se llevaron a cabo, sin inspección arqueológica, las obras de construcción del Aparcamiento Subterráneo de San Marcelo. En las proximidades del Edificio Pallarés. Como resultado de las mismas, se extrajo un gran volumen de tierras que se depositaron en la escombrera municipal situada en las afueras de la ciudad, en el término de Villaobispo de la Regueras. Durante una serie de años, la prospección sistemática de este vertedero permitió recuperar numerosos materiales arqueológicos representativos de la secuencia histórica de la ciudad. Asegurando que esta zona había servido, por aquel entonces, como asentamiento romano». (p.3)
El área de intervención es el patio emplazado en este Edificio Pallarés. Se realizaron los sondeos mecánicos en los extremos norte y sur, con la finalidad de conocer la estratigrafía existente. Descubrieron, así como restos del Pósito Municipal del Siglo XVIII, otros restos romanos que permitieron la diferenciación en dos zonas. Permiten, las condiciones, del terreno, a pesar de la difícil coexistencia diaria con el agua, y la continua evacuación, la conservación de inusuales estructuras de madera de época moderna y romana. Los trabajos de excavación se llevaron a cabo entre el 5 de enero y el 5 de junio de 1990. Destacan, en esta operación, Fernando Miguel Hernández, como arqueólogo, Andrés Álvarez Santos como documentador gráfico y Victorino García Marcos al cargo de la clasificación y el análisis de la cerámica encontrada.
Como ya vimos anteriormente, la estratigrafía muestra indicios de la presencia de edificaciones desde hace siglos. Y Fernando Miguel comienza a desgranar los hallazgos en orden de aparición.
«Aparte de materiales cerámicos, policromados y con simbología animalística, destacan los hallazgos de varias monedas, maravedíes en su mayoría, correspondientes a las emisiones de Felipe II, con leyenda en castellano. De Felipe III y de Felipe IV, siempre recortadas y reselladas las legibles en los años 1641 y 1656. También un Maravedí de Carlos II en 1696.»
Dan con el hallazgo de varios materiales pertenecientes al siglo XVI, siendo el material cerámico el predominante. Llegan los expertos al área que debe estar completamente ocupada por el agua del superficial manto freático. Allí se localizan restos romanos y óseos, predominantemente cornamentas. Todo ello en un espesor máximo de sesenta centímetros.
También encuentran materiales como los siguientes:
«Vajilla polícroma decorada con verde-manganeso azul, reflejo dorado. Motivos clásicos valencianos, como un ala de plato ornada con un elemento triangular en verde enmarcando trazos ondulantes en marro. Y un cuenco con finos trazos morados en disposición radial.»
Por último, existen tres piezas con un alto interés cronológico. Dos azules esponjadas y una tricolor talaverana, halladas en una de las capas, que dataría del último tercio del siglo XVI.
«Debió, esta zona, ser el vertedero de la ciudad de León, por su condición profunda extramuros, y ya se han documentado las construcciones de los Pósitos y las Paneras, pero su historia principia de muchos siglos atrás».
En el siglo XI, está documentada la construcción del Palatium, de Fernando I, próximo a la iglesia de San Isidoro, ocupando un espacio que a priori coincide con el área intervenida. Esta parte se denomina, desde finales del siglo XIII como Huerta del Rey.»
Esta disposición de un León desconocido, lo pueden encontrar ustedes entre los pasajes de La Pícara Justina, novela de López de Úbeda (aunque puede que fuese otro el escritor), en la que la Justina visita León a comienzos del siglo XVII y da a conocer una perspectiva para todos nosotros muy lejana.
«Yo, como oy decir huerta del rey, pensé que era algún Aranjuez ricamente adinerado, con mucha murba, jazmín, arrayan, alelis, mosqueta y clauelinas; en fin, cuernos del Rastro, otra mosqueta ni mosquete, otros claueles, ni clauelinas yo no vi, pues ¿el olor?, de pecinas, sangre, lodos, charcos, lechones, era todo tan lindo que hazía olvidar la fragancia de los mil Aranjueces; eran tantos y tan innumerables los cuernos que cubrían el suelo y aún mi corazón de tristeza; esto llaman los leoneses huerta del Rey, que si ay heregías contra la Majestad Real, esta es una. (De la Memoria de la prospección arqueológica en Pallarés)»
Aparecen, muros de 62 centímetros de ancho, con una profundidad de 0,40 metros. Entre los materiales hallados de esta excavación resaltan varios fragmentos de Terra Sigillata Hispánica. Cabe destacar la aparición de cerámica, como ánforas, morteros, ollas tapaderas, jarras, platos, y un ejemplar que ofrecía la particularidad de mostrar un engobe con reflejo metálico en ambas caras. Y un fragmento de copa con borde engrosado y decorado al interior con una franja de ocre.
«A partir de los 3 metros de profundidad, fueron encontrados varios ejemplares de Terra Sigillata, pertenecientes al siglo I después de Cristo. De las luceras, de volutas, sobresale un ejemplar casi completo con el discus decorado con una verena producida posiblemente en el Aldar de Andújar, su cronología es fundamentalmente julioclaudiana».
«Para concluir, se halló también el arco de una fíbula del tipo Aucissa, modelo datado en la Corona de Quintanilla entre 15-20 y 60-70 después de cristo junto a un dardo de hierro , de vástago de sección circular y punta piramidal».
«Se supone la anegación de esta zona durante las periódicas crecidas del río Bernesga».
Esta, querido lector, ha sido una aproximación al trabajo de Fernando Miguel Hernández, y de su equipo de arqueólogos, quienes catalogaron todas las piezas obtenidas en la prospección y que hoy pueden contemplarse en el Museo de León.
Su trabajo nos ha llegado gracias a la gran labor de documentación y análisis de los expertos. Hoy en día, el paseante solitario, puede dudar del origen del Edificio Pallarés, pero su grandeza nos trasmite su portentoso pasado; desde el siglo I antes de cristo, hasta nuestros días, la zona del Pósito, o la Pallarés, han sido zonas eminentemente golpeadas por el olvido, por las crecidas del río y por el abandono, al estar ubicada extramuros.
Hoy goza de ese glorioso presente, al ser el centro neurálgico de nuestra ciudad. Pero estén pendientes, amigos curiosos, pues resta la parte fundamental de nuestra investigación; el presente más inmediato. Desde la venta de Pallarés, por parte de la familia a la Diputación, hasta la reconversión al Museo de León, muchos acontecimientos ocurrieron que es necesario desgranar.
Si lo desean, consulten el archivo completo de la excavación arqueológica, de Fernando Miguel Hernández, pues contiene más de cincuenta páginas que, como comprenderán, no me es posible transcribir en este espacio. Pero su calidad, sus conclusiones y sus descubrimientos, sorprenderán a todo leonés que se precie, amante de su pasado romano.
Ahora acompañen a este Flâneur, por la vereda de la historia, para acercarnos, al presente más inmediato de uno de los edificios más emblemáticos de León.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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