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Debido a las cuestiones tan importantes que nos atañían en el anterior artículo, era preciso focalizar nuestra atención en el gran estudio y prospección arqueológica que llevaron a cabo los expertos en 1990, rescatando grandes piezas de un pasado de León, al que bien podrían haber pertenecido muchos de nuestros antepasados.
Por ello, y obcecados en sacar a relucir la historia del Edificio Pallarés, me gustaría volver sobre mis pasos para hacer hincapié en aquella exposición artística a la que acudieron miles de visitantes.
Aseguran, los que estaban allí, que nunca se había visto, ni se ha vuelto a ver, una aceptación tal hacia un espacio común en el que se vierten, sin parangón, cantidades inasibles de arte y sensibilidad. Otros afirman que el actual Museo de León, uno de los más visitados a nivel europeo, cuenta con miles de fieles adeptos y ocasionales visitantes que colman sus estancias con vítores.
Lo cierto y comprobado, gracias a estas fotografías, que cede al público Javier Garnica, es que por aquella época, Pallarés gozaba de una predisposición a convertirse en un lugar de reunión cultural.
Este lapso, entre 1986 y 1990, permitió a los políticos de la época hacerse una idea del verdadero fin al que estaba sujeto el edificio Pallarés. Por ello, la Diputación cedió el edificio para ser este utilizado para diversos fines culturales.
A modo de curiosidad, no crean que el edificio se reduce a lo visiblemente tangible, pues, si se dan cuenta, asomándose a Ruiz de Salazar, encontrarán un llamativo cubículo, que hace las veces de ascensor, que comunica la vía pública con un brazo subterráneo que surge de Pallarés hasta ese punto concreto, estirándose el edificio hasta límites insospechados.
En la década de 1990 comenzaron las obras para dotar al edificio de una nueva perspectiva arquitectónica. Se le dio, en palabras llanas y superficiales, un enfoque más actual, modernizando las instalaciones y ampliando diversos espacios, como el gran mirador que pueden contemplar todos ustedes en la última planta del edificio.
El encargado de esta reinterpretación del trabajo de Cárdenas fue Andrés Lozano Ferreras, autor de un proyecto a la altura de León y de sus edificios emblemáticos, por su elegancia y por su cuidado y respeto al patrimonio. Observamos, en esta acción, la ya famosa paradoja del Barco de Teseo.
Para todo aquel alejado de la mitología griega, el barco de Teseo hace referencia a la nave del héroe que, años después de su muerte, era custodiada por la civilización que lo veneraba, siendo sus pútridas maderas sustituidas por unas nuevas, permitiendo que tras el paso de los siglos el barco siguiera manteniendo su límpida fisonomía. Este hecho provocó la reflexión. ¿Seguía siendo este el barco de Teseo o era ya otro barco diferente, nuevo de resultas del cambio y la actualización de sus tablas podridas?
De igual manera, en la casa Pallarés se sustituyeron muchos elementos originales, modernizando su esqueleto, pero aportando esa bella percepción de la arquitectura de finales del siglo XX. El trabajo de Lorenzo fue espectacular, y aunque estuvo entorpecido por el cambio de gobierno y ralentizado por diversas trabas burocráticas, que impedían a los dueños decidir a qué usos públicos se dedicaba el compendio, el arquitecto berciano contribuyó a la historia de León y a la preservación de uno de los Edificios más Emblemáticos de León, siendo esta una última alusión al Barco de Teseo, pues quizás el Edificio ya no deba llamarse el de Pallarés, o el de Cárdenas, sino el de Andrés Lozano Ferreras.
Recordará el interesado lector que, en los planos oficiales del Edificio Pallarés, se pretendió colocar una réplica simiente de la Victoria alada de Samotracia. De igual manera, y bajo el mismo misterio, en los planos de Lozano, de 1993, se encuentra esta curiosa escultura ecuestre, que representa a un emperador romano, persiguiendo también la victoria. Este bien podría ser Julio César; o Galba o Trajano, a los que se les atribuye el mérito de la fundación de León. O también, según otros expertos, podría representar la figura de Alejandro Magno. La posición del caballo, según la semiótica popular, pretende indicar que el héroe murió con honores pero con motivo de las heridas producidas en la batalla.
Bajo esta premisa, ni el primero ni el último podrían ser los representados aquí, pues la traición y la enfermedad fueron los causantes de su muerte. De los dos restantes tampoco se puede confirmar su muerte tras la batalla, con lo que nos queda el misterio, con el que convivir. Si usted, querido lector, sabe ayudarnos a resolverlo, se lo agradeceríamos encarecidamente, pues leo, con respeto y admiración sus comentarios en la columna dedicada a ellos.
El director del Museo de León, cuyo contenido estaba repartido precariamente entre Navatejera y el espacio conventual de San Marcos, solicitó la creación de una de las sedes en el vacío espacio de la nueva y flamante edificación del centro de León.
Debido a esta insostenible situación, y a la deriva que habían tomado las actividades culturales tras el cambio de gobierno y el fin de las obras, se aceptó, tras mucho batallar, la propuesta del director del Museo de León. Tal y como bien argumenta en una entrevista de Hoy por hoy, «el Edificio Pallarés era un contenedor sin contenido y el Museo de León poseía contenido pero no disponía de un contenedor».
Uno de los actos sin terminar, que resalta Lozano, con el que le hubiera gustado poner la puntilla, se trata de la museografía del edificio, que salió luego a concurso y fue elaborada por una persona diferente. Esta organización interior, aprovechando los espacios, la luz y las estancias, está claramente enfocada a poner en valor las obras que en su interior se exponen, y que les encomiendo visitar.
Pero antes de conocerlas, me gustaría que conocieran, en la página web de Eloy Algorri, la profunda investigación sobre este edificio, que ha servido en muchos momentos de apoyo a este Flâneur que pasea por las calles de León. En varias de sus entrevistas, donde colaboraba activamente con la Cadena Ser, en Hoy por hoy, pueden ser oyentes predilectos y disfrutar de los testimonios, en primera persona, de los implicados en muchos de los episodios aquí narrados. En segundo término, les aconsejo visitar con frecuencia el Archivo Municipal de León, para toparse, como se ha topado el escritor de estas líneas, con los secretos ocultos bajo toneladas de lodo, que muchos otros expertos han desenterrado para contar la historia de León.
Disponen, en el Museo de León, de piezas especialmente admirables y curiosas, haciendo un recorrido por la historia de nuestros ancestros; desde el Paleolítico o el Neolítico, hasta la etapa de romanización de estas tierras, en las que se convertiría León.
Hallarán, con el atractivo histórico que se merecen, innumerables colecciones sobre la Edad Media y la Modernización de nuestra ciudad, haciendo especial hincapié en los objetos encontrados bajo el suelo sobre el que tanto este Flâneur, como los paseantes solitarios de esta bella urbe, caminamos día tras día.
La quema de libros, de San Gregorio Magno, o el esbozo de Colón ante los Reyes Católicos, son dos de las piezas que más me han impresionado por su atractivo y su elegancia. Rodeados de obras de arte, el edificio Pallarés se yergue a nuestro alrededor, sin miedo al avance de los siglos y a la gran altura de sus homólogos circundantes, para ofrecernos una maravillosa y privilegiada vista de León, desde su ventanal panorámico, que también les aliento a visitar.
Salgo caminando por la puerta, despidiéndome del pasado de un edificio emblemático de León, sin saber que ha calado verdaderamente hondo su historia en mí y que ahora, gracias al trabajo de los arqueólogos, replanteo mi vagar por la idílica ciudad de León, pensando que, a cada paso que doy, otros lo dieron antes que yo, dejando su estela en el cieno para que sus descendientes culturales, que somos nosotros, nademos en la inmensidad de la historia para contar su leyenda.
Así se despide una semana más este Flâneur, que ha intentado excavar, a través de la pluma y la tinta, en el pasado de uno de los Edificios más Emblemáticos de León.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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