Borrar
Paseo de Papalaguinda (1974)
Paseo de Papalaguinda (1974)

El Odonista de la ciudad de León

El origen de las calles de León

De cuando Papalaguinda pudo llamarse Papalapera

A principios del siglo XX, el nombre del paseo era otro, pues era conocido como el Paseo del Calvario, donde se localizaban las cruces, utilizadas por los diferentes frailes franciscanos para celebrar los Viacrucis en la época de Cuaresma

Miércoles, 25 de octubre 2023, 08:16

Agradezco al lector, más aún si cabe en estos tiempos, en los que vivimos en la inmediatez normativa e informática, que haya tenido la deferencia de aguardar a la publicación de este maravilloso artículo conclusivo que presenta el secreto mejor guardado de Papalaguinda.

Como ya saben, este Odonista se dedica a vagar por las calles de León, investigando los odónimos, o nombres de las calles, para dar a conocer su origen, su historia, las leyendas adscritas a los mismos y la verdad y la mentira que se esconde tras ellas. Y topándome con el Paseo de Papalaguinda, me encuentro pletórico pues como arqueólogo hallando talismán perdido, yo revelo al mundo un tesoro cuyo valor deben a continuación de atestiguar.

Antes conocida como El Paseo del Calvario, Papalaguinda cuenta con una historia muy curiosa, y aquel dato más controversial y público es el origen de su nombre. Pero otros misterios aguardan en su existencia, ya que multitud de Edificios Emblemáticos habitan en la avenida, a los que pondremos rostro gracias a esa vertiente francesa que posee el Flâneur que también es narrador de estas líneas. Por el momento, enfoquémonos en la odonimia y en su raíz y conozcamos el origen del nombre Papalaguinda.

El origen de Papalaguinda

Imagen después - Papalaguinda y el Bernesga (1947)
Imagen antes - Papalaguinda y el Bernesga (1947)
Papalaguinda y el Bernesga (1947)

Ha tenido que acudir, el humilde investigador, a la hemeroteca, para constatar el origen del curioso nombre que asombra a los extranjeros. Diversas teorías se han planteado para demostrar la razón de cada argumento, pero son Tomé y Colino los que, con un alarde de ironía y lucidez, nos contaron la verdad tras el famoso odónimo que nos ocupa hoy.

Resulta que, a principios del siglo XX, el nombre del paseo era otro, pues era conocido como el Paseo del Calvario, donde se localizaban las cruces, utilizadas por los diferentes frailes franciscanos para celebrar los Viacrucis en la época de Cuaresma. Nos cuenta también Juan Carlos Ponga que estos frailes y monjes, acostumbrados a la clausura esporádica, arrancaban las tejas del tejado del Monasterio de San Claudio para asomarse a la calle y observar el desfile de sus compañeros.

Pero a comienzos del pasado siglo, el escritor Augusto Villabrille, o más conocido como Clotaldo, decidió que el Paseo del Calvario, debía denominarse Papalaguinda, en honor a una canción que las niñas cantaban en dicha ubicación mientras jugaban en pandilla:

Mi mamá me dio una guinda

mi papá me la quitó,

y me puse más colorada,

que la guinda que me dio».

Cantaban entonces las niñas, de una manera clandestina, el sentimiento que experimentaban cuando un caballero compartía con ellas una flor. Pero José Estrañí, enemistado literariamente con Clotaldo, afirmaba que: «según las cursilerías que oía y las cosas verdes que veía, el paseo debía llamarse «Papalapera».

El pueblo decidió que el nombre que debía llevar el paseo debía ser el actual y, en una crónica, Clotaldo se regocijó de su triunfo con el siguiente comentario: «El pisaverde y la linda, el bisoño y la niñera, van a no paparse la pera y sí a paparse la guinda», significando el verbo «papar» comer cosas blandas que no necesiten ser masticadas.

Otra de las leyendas que acompaña este nombre, aunque no se sustentan como más que lo que son, cuentos, narra cómo el Rey García I, acompañado de su hijo, paseaba al abrigo del Monasterio de San Claudio, actual Paseo de Papalaguinda, y su hijo, habiéndose hecho con un paquete de guindas, deseaba comérselas todas al mismo tiempo, saciando su hambre de un solo golpe. Su padre, confiado en su tesón y en su justicia, se quedó con el paquete, obligando al hijo a pedirle una guinda cada vez que este tuviese hambre. De esta manera, el príncipe, caminaba por el lugar diciendo cada pocos segundos: «Papá, la guinda».

Curiosidades y edificios emblemáticos

Imagen después - Inauguración de la Plaza de Toros (1948)
Imagen antes - Inauguración de la Plaza de Toros (1948)
Inauguración de la Plaza de Toros (1948)

Desde el presente, observamos cómo ha ido creciendo el Paseo de Papalaguinda, conociéndolo ya con su característico esplendor, pero han debido de pasar décadas, sometidas a un avance lento de construcción, para llegar a tener el tesoro que poseemos.

No fue hasta 1948 cuando se construyó y se inauguró la famosa Plaza de Toros, que sirve como centro de reunión y celebración de eventos.

Imagen después - Plaza de Toros, Papalaguinda (1950)
Imagen antes - Plaza de Toros, Papalaguinda (1950)
Plaza de Toros, Papalaguinda (1950)

Desde el cielo, la visión ya es muy diferente. Para cuando 1950 arribó, la Plaza de Toros ya gozaba de lleno absoluto en todas sus funciones y Papalaguinda ya poseía una estructura bien consolidada. Como ven, la carretera principal ya conectaba ambas plazas, y el parque, aledaño al río, se desarrollaba con lento pero seguro avance.

Imagen después - Café Bar Universal, 1955
Imagen antes - Café Bar Universal, 1955
Café Bar Universal, 1955

Casi ya en el Paseo de la Condesa, y como una de las edificaciones más conocidas por todos los leoneses, surgió la sala Universal, que permaneció abierta hasta 1998, cuando cerró definitivamente sus puertas para ser demolida, dejando su hueco presente en la memoria de todos los leoneses y siendo ocupado por la característica fecha floral que a diario cambian los jardineros de la Plaza de Guzmán el Bueno.

Paseo de Papalaguinda (1974)

Pero la historia también guarda tétricas narraciones, como la del atraco a una sucursal de un banco en el Paseo de Papalaguinda. En él, un joven intentó atracar a los clientes y llevarse el dinero de la banca, pero un error de cálculo provocó que detonase una bomba casera que había cargado para intimidar a los policías, desapareciendo su cuerpo tras la explosión y dejando tan solo su cabeza.

Paseo de Papalaguinda (1980)

Al fin, después de casi cien años de historia, el Paseo de Papalguinda comenzó a parecerse a lo que hoy conocemos y disfrutamos. Los coches llegaron a las avenidas y los jardines proliferaron en su contorno para traer la vida a una zona despoblada. El Odonista que escribe estas líneas se siente orgulloso de la historia que hemos experimentado; junto a su sensibilidad, recorre las calles de León para hacerse una idea de los orígenes de sus nombres, de sus historias y de las personas que contribuyeron en ellas.

Su magnífica leyenda nos persigue, pues somos el eco de nuestros antepasados, Pero no se descuiden, pues también nosotros, el presente, seremos algún día el glorioso pasado de nuestra descendencia; por ello, cuiden su bella ciudad, luchen por su avance y disfruten de las arterias en las que dejarán las huellas que un día sus nietos podrán estudiar y admirar.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

leonoticias De cuando Papalaguinda pudo llamarse Papalapera