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Caminamos por la senda que nos marca este destino aciago hasta el centro de León, donde descansa, siempre erguida ante nosotros, la Catedral de nuestra ciudad. Seguro que muchos de ustedes han caminado a su lado, admirando su porte, y demostrando la grandeza que proyecta sobre nosotros.
Callejeando entre sus arterias adyacentes, nos topamos con un remanso de paz, en el pequeño recodo de las Cien doncellas, que linda con la calle de los cubos y con Cardenal Landázuri, cuyas historias ya hemos narrado con anterioridad.
Este Flâneur, casi ya un hermano del Odonista, ha explicado en el artículo del lunes pasado la historia de la Obra Hospitalaria de Nuestra Señora de Regla, aportando valiosa información sobre su construcción, transformación y aprovechamiento de los restos del Palacio de Renedo de Valdetuéjar. Pero cohabita, junto a estos vestigios, otro detalle históricamente interesante que pertenece a un conjunto arquitectónico por todos conocido. Antes de adentrarnos en su historia, conozcamos la de las Cien Doncellas, suceso que da nombre a la calle, y rodeémonos de la leyenda negra de un episodio medieval que puso en peligro a miles de mujeres durante siglos.
Hemos de remontarnos al siglo VIII, cuando Mauregato, hijo bastardo de Alfonso I el Católico y una esclava árabe, comenzó a conspirar para subir al trono, imponiendo su criterio y su origen regio. Pero fue gracias a la ayuda del ejército andalusí que Mauregato se coronó como rey de Oviedo y de León desde el 783 al 788 de nuestra era. Como pago por los servicios prestados, Mauregato se vio obligado a entregar a las taifas a cien doncellas cada año. Cincuenta de ellas debían de mantener su nobleza.
Mauregato, traidor de la cristiandad y rey deplorable según muchas crónicas, no duró demasiado en el poder, viéndose sustituido por otros defensores de su patria y de los intereses de las doncellas del reino. En concreto fue Ramiro I, quien reinó durante varios años durante el siglo IX quien, harto de este intercambio en el que siempre salían perdiendo sus ciudadanos, negó el pago a Abderramán II, quien preparó un poblado ejército para dirigir contra el de Ramiro I.
Este hecho no surgió de Ramiro por su gallardía y por su búsqueda de la confrontación, sino por iniciativa de las doncellas, quienes tomaron la determinación, al albur de las circunstancias, de cortarse una mano en señal de protesta por la entrega de las castas jóvenes.
Dio comienzo, entonces, la cuestionada Batalla de Clavijo, que dio como vencedor a Ramiro I. Esta batalla es controvertida por varios hechos narrados durante su desarrollo. En especial, el episodio en el que Santiago desciende de los cielos para indicar la estrategia correcta a Ramiro I, quien consigue derrotar a los árabes para derogar el pago de las doncellas y establecer un nuevo diezmo, esta vez basado en productos agrícolas y ganaderos que por aquel entonces León se podía permitir compartir.
Desde entonces, y como tradición, las doncellas bailan y cantan frente a la Catedral para expresar su gozo y su alegría, siendo liberadas para siempre de la persecución del famoso sacrificio de las Cien Doncellas. Este movimiento dio origen a la celebración de las Cantaderas, que realizan la ofrenda a la Catedral de León, vitoreando a sus salvadores y deseando que no se vuelva a cometer tan fechoría sobre las mujeres del reino.
Habiendo conocido la historia de las Cien Doncellas, resta por acercarnos al relieve que se esconde en la fachada de la Obra Hospitalaria de Nuestra Señora de Regla. En ella podemos observar dos figuras, una anunciación y el arcángel divino. Entre ellos, descansa el jarrón. En síntesis, el jarrón de azucenas es parte del escudo catedralicio y significa pureza, inocencia y candor, designando con ello que el edificio pertenecía al Cabildo.
En concreto, este conjunto escultórico engalanó otro de nuestros edificios Emblemáticos: La Catedral de León. Años antes, cuando el frontispicio de la Catedral aún se erguía en el corazón de nuestra ciudad, sobre su rosetón, descansaba esta composición, que se salvó del derrumbe de la portada durante la restauración de la Catedral y colocada en la ubicación actual por Demetrio de los Ríos.
Sigamos la senda que marca el destino y acerquémonos a otro pedazo de la historia. Avanzaremos unos siglos para conocer la figura de Bermudo III, y la historia de Pelayuelo, su fiero y veloz caballo, que le fue leal hasta la muerte. Continúen de la mano de este Odonista y explore conmigo las leyendas que se esconden en las calles de León.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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