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Quizás ateridos por el frío que estos días golpea a León, caminamos salvaguardados por la protección que nos aportan las cercas, llegando hasta la plaza, parque, cerco o Pasco de San Francisco. En él podemos encontrar multitud de elementos que requieren de una revisión y de una nota, pues es importante recalcar la historia de los mismos a través de este mágico recorrido por las calles de León.
Esta zona, por estar situada frente a la iglesia de San Francisco, siempre perteneció a la orden franciscana que dirigía la Iglesia, por eso pasaba a llamarse con frecuencia Prado o Campo de San Francisco, y tenía unas dimensiones que hoy muy pocas fincas en el centro de la ciudad podrían permitirse.
Aunque normalmente se alude al Jardín de San Francisco a tan solo aquel lugar de esparcimiento verde vallado con una gran verja de forja y que permite a los oriundos y visitantes de León deleitarse con conciertos y FoodTrucks durante las fiestas de San Juan y San Pedro, bien es cierto que, incluso a día de hoy, San Francisco también comprende parte de esa zona ajardinada frente a lo que hoy es el edificio de correos.
Como breve apunte sobre un futuro episodio de esta sección del Odonista, si disfrutan paseando, como lo hace este escritor, por esos jardines prácticamente adosados a Correos, podrán encontrar un eslabón perdido de un antiguo edificio emblemático; la única pieza de un puzle que desapareció hace años de nuestro horizonte arquitectónico: el Hospicio de León. Esa piedra aún puede localizarse en la zona verde, donde miles de leoneses pasan cada día a su lado sin saber que están caminando frente a un pedazo de la historia.
La zona llevó por siempre ese nombre, la de San Francisco, y las primeras noticias del mismo datan del siglo XVI, pero fue en un documento, recogido en las maravillosas crónicas de Armando G. Colino y Javier Tomé, cuando Carlos III, según una cédula del 7 de septiembre de 1783, aprueba la plantación de árboles diseminados por la zona agrícola.
Años después, en 1818, los monjes ceden definitivamente la parcela para ser, en 1840, controlada definitivamente por el ayuntamiento. Estos jardines se convierten entonces en parques públicos, zonas de relajación y paseo a los que los habitantes de León acuden para deleitarse con la plantación de nuevas especies de árboles, que pronto ofrecerán su sombra y su cobijo a los que busquen la tranquilidad.
Si hay un objeto característico del Parque de San Francisco, ese es la Fuente de Neptuno, estudiada por varios historiadores y que ha dado mucho de qué hablar. Como ya, desde Leonoticias se ha hecho un repaso exhaustivo a su recorrido, no dedicaremos mucho tiempo a hablar sobre ella, pero pasaremos de puntillas sobre los momentos importantes y su simbología.
Neptuno, con su cetro, preside el Jardín de San Francisco desde hace décadas, pero esta no fue, como seguro ya sabrán, su localización original. En 1789, por iniciativa de Carlos IV, se coloca la famosa fuente en la Plaza de Regla, donde ha de convivir con la Catedral de León hasta 1913. Seguro que ya habrán oído hablar de ese Flâneur que se pasea por los edificios emblemáticos de León. En esta sección pueden observar un breve espacio dedicado a la remodelación de la Catedral de León, y, en sus fotografías, firmadas por varios autores, cronistas de León, aún se observan en las imágenes los prominentes andamios que protegían la estructura. A sus pies, y como bien decimos, hasta 1913, espera simiente la Fuente de Neptuno, con paciencia hasta que las obras finalicen.
En 1931, Miguel Castaño decide darle una segunda vida a la fuente, colocándola en la Plaza Mayor. Afortunado debe sentirse el que encuentre una fotografía de la Fuente en la Plaza Mayor, pues debido al corto periodo de tiempo que allí permaneció (poco más de 10 años), apenas hay documentos gráficos.
En 1949, la fuente se coloca en el Jardín de San Francisco, bajo el mandato de Eguiagaray Pallarés. Su dictamen bien ha sentado cátedra, pues la fuente ha permanecido allí desde entonces. Sería años después, en un yermo paraje que luego sería San Francisco, cuando Victoriano Crémer se pasease con su compañera de camino, y disfrutase de las vistas de la Iglesia de San Francisco, de las Cercas y de la plaza, documentando la realidad de la época para que llegue hoy a nosotros.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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