Real Colegiata Basílica de San Isidoro. 1946. Archivo Municipal de León
Edificios Emblemáticos de León

Los humildes orígenes de la Real Colegiata Basílica de San Isidoro

La historia de uno de los monumentos más importantes de León y los cimientos de La Real Colegiata Basílica

Lunes, 25 de noviembre 2024, 08:14

Queda ya atrás la historia de San Isidoro de Sevilla, cuyos restos fueran trasladados desde su ciudad natal hasta León de la mano de Albito y de Ordoño de Astorga, bajo la orden de Fernando I y doña Sancha.

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Sus restos momificados han sido en varias ocasiones mostrados al público, pero la reacción más sorpresiva la dio Isabel II, la reina de España, cuando viajó hasta León durante una de sus visitas regias.

R.C.B. San Isidoro. 1941. Archivo Municipal de León

Es ahora cuando, poniendo el broche final a esta serie de artículos sobre San Isidoro, hablamos sobre la arquitectura del monumento, de la Real Colegiata, y siempre desde un prisma asequible, tanto para este escritor cuyos conocimientos arquitectónicos son escasos, como para el lector, que tampoco pretende sumergirse en un texto especialmente técnico.

La historia comienza con Sancho el Gordo; no me voy a extender demasiado pues ya conocen su vida del artículo correspondiente a su calle del Odonista. Sancho El Craso ordenó construir uno pequeño y exiguo monasterio dedicado a San Pelayo, el niño mártir. Bajo su orden, estuvo su mujer, Teresa Ansúrez, y su hermana, Elvira Ramírez. La vida del niño mártir conmovió a Sancho el Craso, pues fue apresado a los doce años, junto a su tío Hermoigio, obispo de Tuy, por las tropas de Abd al-Rahmán III, quien se obsesionó con la diligencia y la estética de Pelayo, negándole después los favores sexuales, perdiendo no solo la vida, sino también todas las extremidades, que fueron arrojadas al Guadalquivir. Muchos de estos restos del pobre Pelayo fueron recogidos en Córdoba y enterrados en el cementerio de San Ginés. Su cabeza se enterró en el de San Cipriano. Y finalmente terminaron en el Monasterio de San Pelayo, localizado en Asturias.

Fue apenas unos años después de su construcción, donde hoy se afinca la Real Colegiata Basílica de San Isidoro, cuando las aceifas de Almanzor destrozaron la ciudad. Apenas unos pocos edificios de calibre histórico sobrevivieron al paso del musulmán por la capital. La Torre de los Ponce, o el Monasterio de San Claudio fueron algunos ejemplos de estas edificaciones tocadas por la luz de Dios, que se salvaron de la destrucción.

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Como no podría ser de otra manera, el Monasterio de San Pelayo desapareció del mapa de León en el 988 después de Cristo. Elvira ya había muerto para entonces, pero Teresa Ansúrez consiguió escapar de la ciudad y salvar las reliquias del joven Pelayo; hoy descansan en Oviedo, al aún incólume Monasterio de San Pelayo, donde la mujer del Craso pasó sus últimos días.

Terminó ahí la rama dinástica de Sancho el Gordo, para retomar la creada por la descendencia de Ramiro II y de Adosinda, quien tuviera primero a Ordoño III, y luego este a Bermudo II, padre de Alfonso V, el de los Buenos Fueros, quien intentase reconstruir la humilde basílica allí levantada a San Pelayo.

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Puerta del Perdón. 2024. Daniel Casado

Las ruinas de aquella basílica, apenas podían albergar a la gran cantidad de feligreses que profesaban culto en la época. Bermudo III y Sancha Alfónsez fueron los hijos de Alfonso V, cuya historia es magnífica, y de esta leyenda previa, recoge su nombre el caballo de Bermudo III, Pelayuelo, que se enfrentó él solo a las huestes de Fernando I. Pero esa historia ya os la contará mi homólogo, el Odonista, para hablaros sobre la calle que conecta el Caño Badillo con la Plaza Mayor, la calle Bermudo III.

Fueron los primeros reyes de León, Sancha de León y Fernando de Navarra, los que derribarían los cimientos de aquellas primitivas edificaciones de piedra y adobe, levantadas por los Bermudos y por los Alfonsos, para construir lo que hoy conocemos como la inconmensurable Real Colegiata Basílica de San Isidoro.

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En la citada colegiata se guarecen algunos de los tesoros más importantes de la historia leonesa e hispánica, como el Pendón de Baeza, que da nombre a una plaza y calle de León, o el cáliz de doña Urraca; el cáliz que en innumerables ocasiones se ha demostrado que fue protagonista de la famosa última cena de Jesucristo.

En los exteriores del monumento encontramos diferentes puntos de interés, como la Puerta del Cordero, dividida en dos cuerpos, que detalla la fábula del cordero de Dios, el agnus dei y el sacrificio de Isaac, representando también a Abraham descalzo despreciando sus sandalias, apartadas de la escena.

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Puerta del perdón. 1910. Recopilada en Archivo León Antiguo

En el pórtico destacan las figuras de San Isidoro, en el que resalta el libro que acompaña a su sabiduría, y la de San Pelayo, amenazado por el cuchillo de un musulmán, como reza la leyenda de su vida. Casi aledaña a esta, se localiza la Puerta del Perdón, donde los peregrinos que ascendían por la Calle del Cid pasaban por ella para expiar sus pecados.

Puerta del Cordero, 1929. Recopilada en Archivo León Antiguo

El progreso provocó que el renacimiento llegase a León, y fueron muchas las remodelaciones que sufrió San Isidoro, hasta convertirse en el importante monumento del que hoy disfrutan miles de turistas y oriundos cada día.

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El último acontecimiento que puso en jaque a San Isidoro, fue el asedio de los franceses a comienzos del siglo XIX a la ciudad de León. Tras su paso, dejaron, como Almanzor, un destrozo irrecuperable, no solo material, sino patrimonial, pues utilizaron la Capilla Sixtina del Románico como establo y los féretros fueron vaciados y utilizados como abrevadero para los caballos. Los huesos de nuestros reyes fueron vertidos sobre grandes fosas donde luego hubieron de ser recuperados por los conservadores que, hasta el día de hoy, no han podido dilucidar a qué personaje histórico corresponde cada pieza.

Puerta del Cordero, 2024. Daniel Casado

Pero el esplendor de la Basílica de San Isidoro hoy es visible gracias al inconmensurable trabajo de conservación de todas las personas implicadas. En especial, les encomiendo la visita al maravilloso Museo, donde aprenderán el valor de la historia y el respeto hacia el pasado, hacia nuestros antepasados y donde se sentirán parte de uno de los Edificios Más Emblemáticos de León.

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