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Recordando el Hospicio de León, que ya visitamos la semana pasada, vienen a mi mente las palabras de aquel pasquín, que explicaba claramente cómo los educandos, niños en su mayoría expósitos, eran impulsados a entrar en el mercado laboral de la mano de los docentes de formación profesional de la institución, conduciéndoles a realizar tareas como la de zapatería, carpintería, o ganadería.
Me resulta curioso, ya que me alejo, al menos por un tiempo del centro neurálgico, llego hasta Miguel Zaera, calle conocida de León, y recorro la avenida pasando por el Colegio Público La Granja, donde este Odonista y Flâneur, creció y se educó. Llego hasta la pequeña rotonda, en la que encuentro un arco de ladrillo y cerámica, que ha sobrevivido al paso del tiempo, y reconozco en sus letras la nomenclatura de un barrio, de un parque y de una conocida zona de León: «La Granja Agropecuaria de la Diputación de León».
Conozcamos, desde los inicios, la historia de aquella granja que dio nombre a uno de los parques más conocidos de nuestra ciudad.
Empecemos, por lo tanto, por la crónica de aquella inauguración. La Granja data de comienzos del segundo cuarto del siglo XX, en concreto del 25 de julio de 1927, cuando se procediera al estreno de estas instalaciones. A las 10 de la mañana del día de autos, arribó el obispo, junto al director general de Agricultura a la Estación del Norte, donde fueron recibidos con vítores y aplausos.
Una gran caravana de vehículos inundó León, dirigiéndose las autoridades a la Granja Escuela Agropecuaria de León. Leyendo la crónica del momento, me doy cuenta de por qué los recuerdos de aquel Hospicio hicieron mella en mí. He de reconocer que, planteando esta serie de artículos, no hube captado tal curiosa casualidad, pero resulta que los dirigentes del Hospicio de San Cayetano, cuya historia ya hemos contado la semana pasada, tenían la intención de enviar a los alumnos a aprender el oficio de ganadero a la Granja Agropecuaria, y el director de la misma, la intención de recibir a estos alumnos para que trabajasen en ella como capataces o peritos agrícolas. Una simbiosis continua que actualmente nos traslada a ese León de entre guerras que a muchos nos hubiera gustado observar desde el hueco de una cerradura.
Durante la inauguración, el Gobernador Civil pronunció un largo discurso, encumbrando a los directores, tanto de la Granja, como de la comisión Agrícola, aplaudido también por los asistentes, que veían como su León crecía sin límites hacia las tierras de la Candamia y la carretera que hoy es de circunvalación.
La Granja se mantuvo muchos años en funcionamiento, y poco podemos asegurar sobre sus dimensiones, pero ocupaba una gran superficie que, antes estuvo despoblada y yerma y en la que hoy encontramos el parque homónimo y el barrio que sirve de antesala y de entrada a lo que un día fue la Granja Agropecuaria.
Muchos de ustedes, los más experimentados en la vida, seguro que aprovecharon el despiste de los guardias y del director de la Granja, para colarse en ella y pedir prestado, como mandaba la tradición, algún producto agrícola que ofrecía la Tierra y que seguro no podían desperdiciar. Son muchos los testimonios que aseguran que este hecho, perpetrado con nocturnidad, era más común de lo que uno puede imaginarse.
Esta entrada la marca el arco que hoy prevalece, como protagonista de una humilde fuente que nos indica la estela de uno de estos grandes Edificios Emblemáticos de León. En los años 70, la Granja pasó a convertirse en CENSYRA, y se fragmentó, dividiéndose los terrenos y perdiendo parte de su estructura. Alguno de los edificios que la conformaban, los podemos encontrar ahora en el interior del Parque Tecnológico de INBIOTEC.
En el prado que quedó desolado tras la desaparición de la Granja, se proyectó, durante el mandato del Presidente Morano, El Parque de La Granja, que ha servido para percibir solaz y disfrutar del esparcimiento y el recogimiento personal desde los años 80. Hoy el Parque de la Granja, como el de Quevedo, ha recibido importantes premios, resaltando su particular vegetación.
Los terrenos, que antes estaban ocupados por la Granja, hoy están llenos de vida y sirven para que los leoneses caminemos y disfrutemos del paseo que merecemos.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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