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Asfaltando la Avenida Odroño II
Asfaltando la Avenida Odroño II 1962
El Odonista de la ciudad de León

Las fiestas de Paco Sanz y la historia de Ordoño II

Un artículo visual para conocer todos los edificios, lugares, negocios, cines y tiendas que había en la Avenida de Ordoño II y cómo han evolucionado a lo largo del tiempo

Miércoles, 13 de diciembre 2023, 08:19

Bienvenidos sean a esta sección los amantes de la historia, de la cultura y de las curiosidades de las calles de León. Hoy, vuestro amigo, el fiel Odonista de la ciudad, les hará sobrevolar por la avenida más famosa de todo León, Ordoño II, en un artículo diferente, que lespermitirá observar, a vista de pájaro, los edificios, locales, y empresas más reconocibles de la ciudad.

Hoy, acompáñenme, por las alturas, para adentrarnos en el segundo artículo dedicado a Ordoño II, uno de los más especiales, sin lugar a dudas.

 

La Industrial leonesa

Folleto de la Industrial leonesa y fachada del Edificio.

Este mapa, que no es sino el callejero leonés en su máxima expresión, cuenta con información valiosa sobre los edificios que un día estuvieron y que hoy no son más que recuerdos fotográficos. Es el caso de La Industrial Leonesa, sita en Ordoño II, 37. Esta se puede ver, al fondo del pasaje que comunica la avenida con República Argentina. Junto a la fábrica de chocolates de Astorga, fue una de las más importantes de la provincia, y prueba de ello es su envergadura y la publicidad que hoy les mostramos.

Publicidad de chocolates de la Industrial leonesa.

Accidente en la Casa Lubén

Casa Lubén Escaladores en la fachada 1926. Archivo Santos Flórez

Conoceremos, cómo no, la historia en profundidad de la Casa Lubén en los siguientes artículos. Aunque esa tarea se la relego a mi compañero, el Flâneur de León, me gustaría, como núcleo importante de la avenida de Ordoño, rescatar la historia de Castrillo, un escalador portugués que practicaba sobre la fachada de la Casa Lubén.

En muchas ocasiones, los viandantes se quedaban atónitos, observando a los escaladores utilizar la fachada del edificio como patio de recreo, pues era una actividad que permitía el dueño de la casa.

Pero suponemos que se lo debieron de pensar dos veces, cuando, minutos después de esta instantánea, Castrillo perdiera el equilibrio y se precipitase al suelo desde el segundo piso, perdiendo la vida ante la atenta mirada de todos los espectadores.

El chalet de Paco Sanz

Chalet de Paco Sanz y Ordoño II 1900. Archivo Santos Flórez

El famosos chalet de Paco Sanz ocupó gran parte de lo que hoy se conoce como el Banco de España. En su interior, se celebraron durante muchos años reuniones familiares y fiestas temáticas a las que siempre acudía la buena sociedad leonesa. Francisco Sanz, según cuenta Victoriano Crémer, fue el tercer leonés en matricular su vehículo, lo que nos recuerda aquella historia sobre el derribo de Puerta Obispo, allá por 1910. Uno de los motivos que se manejaron fue que el automóvil de Fernando Merino no cabía por el arco. Por aquel entonces, solo diez coches había matriculados en la capital. Uno, el de Merino. Otro, el de Sanz.

Pero una de las historias que más han afectado a este enamorado Odonista, es la que rescata Javier Garnica Cortezo. Gracias a una portentosa investigación, ha logrado dar con las columnas y las verjas originales del chalet de Paco Sanz. Les invito a visitar su estudio online, donde hallarán las fotografías de las nuevas ubicaciones de las columnas, sitas ahora en la Residencia Santa Luisa y en la carretera desde León a la Virgen del Camino.

Chalet de Paco Sanz, ahora Banco de España, 1921.

Con la fotografía de esas fiestas se despide este amante de la historia, que observa el fluir del río temporal hasta nuestros días, para no dejar nunca de toparnos con estas maravillosas historias. En 1946, el chalet es vendido, derribado y, en su lugar, se levanta el prominente Banco de España. Aunque el edificio haya desaparecido y uno nuevo haya ocupado su lugar, aún, al pasar caminando por Ordoño II, a la altura del chalet de Paco Sanz, puedo escuchar las voces de aquellos y aquellas jóvenes que posaban en la escalinata principal de la puerta y sonreían con ilusión a la cámara, gritándome desde el pasado con algarabía aquello que los poetas muertos ya se encargaron de recordarnos: -»Carpe Diem, querido Odonista... Carpe Diem».

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