Un recorrido por la historia de los edificios más importantes de León
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Un recorrido por la historia de los edificios más importantes de León
¿Cómo iba a saber, este paseante solitario que transita las calles de León, que un día llegaría a conocer una historia tan curiosa como la que ha llegado a mí durante las últimas semanas? Una maravillosa historia que cuenta, con todo lujo de detalles, cómo una familia, con un gran poder adquisitivo y unas suculentas propiedades en lo que entonces eran las afueras de León y hoy se han convertido en arterias principales del centro neurálgico, se muda del Palacio de Botines a la Avenida de Ordoño II.
Llego hasta la Plaza de Santo Domingo, donde el Roldán me recibe con su portentosa figura, y la Imprenta Moderna me saluda desde la lejanía, recordando los anteriores artículos de la serie de Edificios Emblemáticos de León.
Al final de Ordoño II, casi pegando con la plaza de Guzmán el bueno, descansa el antiguo Sanatorio Miranda y, observando, erguido al otro lado del río, la Casa Valentín, que también me ha abierto ya sus puertas y cuya historia conocerán los lectores en próximos artículos. Pero mis pasos se dirigen esta vez hasta Santo Domingo, o Plaza de la Libertad, tal y como se la conocía entonces. Allí, una primicia me espera, y como escritor entusiasta que soy, persigo la historia y el interés cultural y, créame, querido lector, no hay lugar en León que contenga más información cultural y arquitectónica sobre el último siglo de la ciudad. Hoy visitamos parte de la Casa de la Fundación Fernández Peña.
Uno ha podido caminar en mil y una ocasiones por la avenida Ordoño II y pasar por alto una pequeña villa; una estrecha, pero alargada mansión que descansa a la vera del famoso edificio de ocho plantas del arquitecto Sáenz de Miera.
Su fachada, de apenas dos alturas, llama la atención por sus detalles y por su cuidada estética, pero quizás pocos han reparado en la importancia de su historia y del contexto que la rodea.
Todo empieza en el centro de León. Al principio del siglo XX, con un tándem formado por la familia Fernández-Peña, protagonista de nuestro relato de hoy.
Resulta que esta familia, descendencia directa de la familia Botinás, impulsora del Palacio de Botines, se estableció en el palacio a finales del siglo XIX. Nos acerca el destino a conocer partes de la historia, topándonos con los protagonistas primigenios de esta, Joan Homs i Botinás y Rosa Homs i Botinás, empresarios de la ciudad condal que acuden a León a desarrollar sus negocios varios años atrás.
Esta fracción de nuestro León antiguo se desgrana con precisión y profundidad en el recomendable libro de Javier Garnica Cortezo, La Casa de las Cuatro Torres, y a la que, con suerte, nos referiremos en posteriores ocasiones.
Como ve el lector, por aquella época, aún cuando el Hospital de San Antonio Abad se levantaba sobre el panorama leonés, y donde la Casa Botines y la Catedral eran los baluartes de nuestro horizonte, Ordoño II, conocido también como paseo de las Negrillas o de las Moreras, apenas poseía una decena de edificios que se asomasen a la transitada avenida.
La dinámica arquitectónica era sencilla y poco llamativa; edificios con menos de tres pisos, a excepción de los ya desaparecidos palacetes, como el de Paco Sanz, vendido al Banco de España en 1946, o el bien conocido como el de Alfageme, que se alejaban de la humilde fisonomía de la calle que hoy entendemos como principal en León.
Se desconocen las causas, pero a principios de los años veinte, la familia Fernández Peña abandona el Palacio Botines para conquistar nuevos horizontes arquitectónicos.
Una sobrina de Joan Homs i Botinás, Teresa Riu, se casa con un amigo de la familia, Simón Fernández Fernández, de cuyo enlace surgen siete hijos. Solo dos sobreviven a la cruda enfermedad infantil y a diferentes complicaciones. Uno de ellos, José Fernández se enamora de Paz Peña y el matrimonio engendra a tres hijos. Dos mujeres, Teresa y María de la Paz, a la que conoceremos como Paz, y un varón, del que poco o casi nada sabemos más que emigró a Madrid y se separó de la familia.
El amor que sentía este padre hacia sus hijas provocó uno de los actos sentimentales más pretéritos de los que se puedan llegar a imaginar pues encargó, en una parcela de su propiedad, al famoso arquitecto Torbado, la construcción de dos casas gemelas al comienzo de la Avenida de Ordoño II en las que vivirían, de manera independiente, tanto Teresa como Paz.
Para el curioso lector, cedo los planos encontrados en el Archivo Municipal que con gran amabilidad siempre halla Magín para nuestro deleite. Su disposición nos ayuda a comprender el atractivo de la casa y la gran utilidad que las dos hermanas dieron a la edificación.
Pero ha de matizar este asombrado escritor que las propiedades de la familia Fernández Peña se contaban por decenas, poseyendo también el número 12 y 14 de la Avenida Ordoño II, muchas otras viviendas de la misma calle y terrenos en la zona de San Claudio, con los que Paz, con su característico altruismo y su humildad, consiguió dibujar en el mapa de León un importante barrio residencial que circunda la parroquia de San Claudio, cuya construcción también fue impulsada por ella.
Las casas, que contaban con dos pisos y con varias estancias, sirvieron como vivienda durante muchos años, consiguiendo que en ellas se resguardasen preciadas obras culturales que Paz guarecía del paso del tiempo, como antiguos Bargueños, o grabados realizados sobre los dibujos que cualquier paseante puede encontrar en la Parroquia de San Claudio.
Tal fue la devoción de Paz, dueña del número 5 de la Avenida Ordoño II, que cedió los terrenos al Obispo Almarcha y, en la cesión de los mismos, ante un notario de renombre, tan solo pidió a cambio de su portentosa donación que pudiera, una vez hubiera esta mujer abandonado el mundo de los vivos, descansar en la cripta que ella había ayudado a levantar.
Pero.... ¿qué ocurrió? —se estará preguntando el enfático lector de estas líneas—, si ahora camino por Ordoño II y tan solo soy capaz de observar una de las viviendas hermanas. ¿Qué le sucedió a la otra y dónde se hallaba?
Quizás las palabras, que han sido guiadas por el eterno fluir del tiempo, han dejado poso en usted, y yo comparto su entusiasmo, pues me hallaba igual de furibundo y exacerbado al entender que habíamos perdido la oportunidad, como leoneses, de contemplar una maravillosa visión. Una inusitada experiencia personal, social e histórica al ver ambas casas unidas, cual hermanas gemelas inseparables, en el plantel urbanístico de una ciudad que no puede llegar a ser más bella.
¿Existen fotografías de ese instante? ¿Habrá llegado este Flâneur incansable a descubrir documentos gráficos que atestigüen la existencia de ambas viviendas? ¿Qué ocurrió con Paz Fernández Peña? ¿En qué se convirtió su mansión y qué otras curiosidades acompañan su recorrido por nuestra historia?
Conozca, lector e íntimo amigo mío, todas estas incógnitas en la siguiente entrega de Edificios Emblemáticos de León.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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