Edificios Emblemáticos de León
La casa Don Valentín (III)
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La casa Don Valentín (III)
Una de las gemas arquitectónicas de LeónLa Casa de don Valentín se levantó entre 1923 y 1926, tal y como aseguran los documentos gráficos hasta ahora ofrecidos al lector. Después de convertirse en el Hotel del Norte, haciendo referencia a la Estación del Norte, que tras él permitía a los leoneses viajar entre provincias con el ferrocarril, fue utilizado como vivienda hasta 1994, momento de gran inflexión, pues sufre un gran incendio que devora parte de su cubierta y destroza las cúpulas instaladas setenta años atrás diseñadas por Francisco Javier Sanz.
Llegando ya al final de la narración, se encuentra este paseante solitario, este Flâneur de la existencia, en la tesitura de cerrar un episodio que ha dado mucho que hablar hasta ahora, acercándonos a la actualidad y pasando por la reforma y reconstrucción del edificio.
Aquí dispone el lector de todos los detalles de las zonas que sufrieron desperfectos y que se vieron obligados los promotores del edificio a demoler para facilitar las labores de reconstrucción.
Es ese momento el que aprovecha Francisco J. González para subir a lo que entonces fue un ático repleto de papeles para rescatar, del olvido, diversos informes valiosos para comprender la historia del edificio.
Si sigue el curioso ojeando el artículo, podrá darse cuenta de que el plano superior corresponde a la séptima altura, mientras que el plano inferior se refiere al sexto piso. Ambos completamente destruidos tras el incendio.
Gracias a la colaboración de Angélica Ortiz, procuradora en León, que nos abrió las puertas de su despacho, pudimos saber que un hombre externo a la ciudad de León adquiere, sobre el papel, los dos pisos que se reconstruirían durante los siguientes años, permitiendo que estos volvieran a la vida y convirtiéndolos en rentables oficinas en alquiler.
Desde este plano, elaborado por la empresa encargada de la reconstrucción, podemos observar parte de las cúpulas, o el espacio dedicado a ellas, que hubo de ser demolido y acondicionado de nuevo para su habitabilidad.
Se encaminan nuestros pasos hacia el desenlace de nuestra aventura, hallándonos al final de la escalera de la Casa de don Valentín. Pero... ¡Qué curioso! Damos fe al lector sobre nuestro asombro y sobre nuestra ignorancia, pues subiendo las escaleras no atisbamos tal hecho, quizás muy popular entre los constructores, pero desconocido para el público externo al gremio.
Los tramos de escalera, que separan unos pisos de otros, son diferentes, siendo Francisco J. González el encargado de desvelarnos dicha curiosidad y fijándonos al descender por ellas, en este detalle en el que nuestra curiosidad no había reparado.
Asegura el arquitecto que los pisos son paulatinamente más bajos a medida que la altura del edificio avanza, poseyendo los primeros, segundos y terceros techos más altos y los de la parte superior, más bajos, entendiendo pues esta diferencia respecto al número de escalones. Lo comprobamos en la buhardilla, que tiene una altura mucho más baja que la de cualquiera de las viviendas que hemos visitado. Este hecho ilustra más esa analogía que utilizó Francisco sobre los poetas parisinos y nos permiten hacernos una idea de las dimensiones de las antiguas habitaciones que allí arriba habitaban los vecinos.
Pocos son los afortunados que pueden disfrutar de las maravillosas vistas que posee el edificio en su parte superior. Angélica nos confirma la duda y nos advierte sobre lo difícil que resulta resistirse al paisaje que desde sus ventanas contempla todas las mañanas.
También nos advierte sobre el movimiento al que está sometido el edificio que, por estar cerca del río y adyacente a un cruce que contempla cuatro de las carreteras más transitadas de León, provoca temblores continuos en sus cimientos que nada tienen de peligroso, pero sí de curioso y de atractivo.
Sus preciosas cúpulas nos despiden, pero aún quedan secretos por descubrir en su interior.
Resulta inevitable marcharnos del edificio sin mencionar la preciosa vidriera confeccionada por Luis García Zurdo, el mismo artista que restauró las famosas vidrieras de la Catedral, y que rellena una oquedad ovalada, en el que el sol es el principal protagonista, ocupando casi la totalidad del espacio. Orientada hacia el este, haciendo un pequeño guiño a la luz vespertina que atraviesa los cristales, nos ofrece una maravillosa vista de la ciudad de León.
Todavía dentro del despacho, Angélica hace hincapié en los llamativos radiadores que por toda la vivienda se localizan. Pocos son los ejemplares en funcionamiento que a día de hoy sobreviven en las casas ya modernizadas y domotizadas. Una pequeña parte de la historia pervive entre las paredes de este emblemático edificio.
Antes del salir al exterior, descendemos hasta los famosos sótanos de la Casa de don Valentín, ofreciéndonos Francisco la posibilidad de conocer la historia de una casa desde la profundidad de sus pasadizos más recónditos.
Según una investigación previa del arquitecto, este sótano, gracias a las anchas paredes de ladrillo y a su laberíntica situación, fue uno de los seleccionados como refugio antiaéreo en caso de emergencia durante la Guerra Civil española.
Por último, la ya conocida placa esculpida por Julio del Campo, cuyo edificio es, casualmente, sede del Archivo Municipal de León y en el que con gusto paso varias horas consultando información de la ciudad. Esta placa, que une los pueblos de León y de Palencia, ciudad de origen de del Campo, también puede simbolizar el hermanamiento de un edificio con la calle en la que convive con la famosa Estación del Norte, siendo el viaje inaugural del ferrocarril, allá por 1863, a Palencia, y bautizándose el hotel que en el Valentín desarrolló su actividad Hotel del Norte.
¡Qué maravilloso ha sido el camino hasta aquí y cuán especial ha sido el aprendizaje recibido! Nada de esto habría sido posible sin Inma, que me dio el chivatazo de una gran historia, sin José Ramón y Francisco J. González, que me ofrecieron todo tipo de facilidades y sin Angélica, que me permitió echar una ojeada privilegiada a la visión de un León pletórico.
Pero esta senda que recorremos no termina, sino que continua con calma y serenidad, acercando a los leoneses pequeños episodios de su historia que transformaron su leyenda y consiguieron, con su verdad, construir una ciudad mejor para todos nosotros.
¿Cuál será la siguiente parada de Edificio Emblemáticos de León?
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