La Calle Teatro o La Dolorosa

Un recorrido por la historia de los edificios más importantes de León

Teatro o La Dolorosa, una calle que rinde homenaje a una persona

En 1584, el arquitecto Juan Ribero de Rada proyecta la Casa de la Poridad en la ciudad de León. Solo el ala derecha se conserva de ese majestuoso edificio. En el siglo XVIII, un pequeño patio de comedias sirve a la población como lugar de entretenimiento y disfrute teatral. Se despierta, en los habitantes de ese tiempo, una inquietud artística que ha de verse colmada con la creación de un nuevo Teatro, al que denominarán Teatro Principal.

En 1846, el alcalde de la ciudad inaugura el nuevo y espléndido Teatro Principal, que permite a los leoneses congregarse alrededor de un escenario multiusos para contemplar las representaciones artísticas de la época.

La importancia de este edificio aún se puede sentir hoy en día, cuando el viajante solitario o el paseante romántico observa lo que fue entonces la fachada del antiguo Ayuntamiento, pudiendo entrar en él para comprobar que la escalinata original aún sigue en el interior de lo que un día fue el Teatro Principal.

Más adelante, una pequeña calle que mira hacia el Teatro Principal y que se introduce en el corazón de la Rúa, es rebautizada, pasando de llamarse calle Padre Getino y Juan Antonio a calle Teatro. Este hecho ocurriría al albor de la Guerra Civil Española, el 24 de noviembre de 1936.

El Teatro Principal cayó en desuso, y este hecho propició que, en 1961, fuera finalmente demolido, dejando a la ciudad con otras famosas salas de representaciones como el Trianón o el Emperador. Pero no se impaciente el lector, pues lo detallado en esta narración apenas es un prólogo de su historia completa, que será desgranada en otros artículos.

Este prolegómeno introductorio nos ha dirigido hacia la calle Teatro, que a principio de los 2000 cambiaría popularmente de nombre para convertirse en La Dolorosa. Pero, ¿por qué hay, en la calle Teatro, unas pequeñas baldosas andaluzas que renombran la calle? ¿Quién fue el artífice de este cambio? ¿Y por qué, al ser clandestina esta acción, no ha intervenido el Ayuntamiento? La respuesta es clara y simple: a veces, las historias que hay detrás de los hechos justifican las acciones que se cometen. La leyenda que se guarece detrás de esas pequeñas baldosas contiene una fuerza contra la que pocos gobiernos podrían luchar. Una emocionante historia que a continuación les contaremos.

Todo empieza en la calle Teatro, como siempre. Allí, hace casi noventa años, se aposenta el negocio de un molinero de provincias, que decide apartarse del campo para emplazar, en el número 2 de la Calle Padre Getino, una relojería, junto a su esposa. Alejandro Morán Díez, este joven molinero, dedicará los siguientes años de su vida a sacar adelante la relojería Española, por todos conocida y visitada en algún momento de nuestra vida, pues sigue en pie y dirigida por la misma familia a día de hoy.

Tras haber conseguido un nombre en la capital y un negocio próspero, es su hijo, Alejandro Morán Robles el que se une a su padre en la relojería, heredando el negocio. Alejandro Morán Robles, muy conocido por los vecinos de León, dirige la Española durante muchos años, pero no es esta la única actividad que desempeña el relojero, sino que, admirando la Semana Santa de León y sus tradiciones, fue Abad de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús de Nazaret durante el bienio de 1993 a 1994.

Tanto era el amor que Alejandro Morán Robles proyectaba hacia los cofrades y hacia todo aquel que conociese su implicación con la Semana Santa, que cada vez que la Cofradía pasaba por la calle Teatro, las tres bandas de la misma tocaban la Marcha de la Dolorosa, en honor a Alejandro, fiel seguidor de su trabajo. Me imagino, como Flâneur que soy de esta ciudad, a Alejandro Morán Robles asomado a su pequeña pero eterna tienda, la Relojería Española, observando cómo, durante años, los músicos de la Cofradía a la que siempre acudía, a su paso por la calle Teatro, tocaban La Dolorosa en su honor.

Tristemente, en el año 1998, Alejandro Morán Robles fallece a una edad muy temprana no pudiendo volver a disfrutar del sonido de los tambores de Semana Santa frente a la Española. La historia no termina ahí, querido lector, pues un hecho acontece durante la Semana Santa que alienta de esperanza los corazones de todos los leoneses, de empatía, de júbilo y de respeto a la memoria de Alejandro Morán Robles.

Aun existiendo una notable diferencia de opiniones entre las cofradías, y no teniendo, por la década de los noventa, la mejor de las relaciones, todas las cofradías de León, al menos un noventa por ciento de ellas, se ponen de acuerdo en un aspecto fundamental. Dicho año, 1998, será dedicado a Alejandro, recordando su devoción hacia la Semana Santa. Por ese motivo, sus herederos, en concreto Alejandro Morán Marcos, que con amabilidad nos ha recibido y nos ha explicado su historia, se sorprende y se siente henchido de orgullo y alegría al ver cómo todas y cada una de las cofradías de León, a su paso por la calle Teatro, tocan La Dolorosa, en honor a su padre, Alejandro Morán Robles durante la Semana Santa de 1998.

En la década de los 2000, en una noche del miércoles al jueves santo, un misterioso cartel aparece bajo el de la calle Teatro, renombrando la calle y rindiendo un eterno homenaje a Alejandro Morán Robles, convirtiéndose este en personaje histórico por su gesta y en sempiterno para las futuras generaciones.

La Española sigue funcionando con diligencia y con la precisión de un reloj, y yo sigo mi camino hacia la siguiente parada del recorrido de Edificios Emblemáticos de León.

Mientras me adentro hacia la calle Teatro, compruebo que Alejandro Morán Robles se asoma a la puerta de su negocio, alegre y contento, para cerciorarse de lo que hoy atestiguo yo también, que los tambores que el año de su marcha sonaron, impregnaron con su sonido las calles, dejando ese eco perpetuo de La Dolorosa, que siempre recordará la figura de Alejandro y que hoy me visitan en mi paso por la Historia de León.