Hoy nos adentramos en una de esas enigmáticas calles que posee más historia de lo que a priori parece. El Odonista camina, por la plaza de Regla, hasta la calle de las Cien Doncellas, que protagonizará otro de nuestros artículos, para dar con la calle ... que hoy nos ocupa. Desde ella, se observa la torre derecha de la Catedral de León y nos asomamos hoy al pasado, para conocer los secretos de la Calle Cardenal Landázuri.
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Esta avenida ha poseído varios nombres a lo largo de su existencia. Uno de los primeros, durante el siglo XVI, fue el de Canóniga. Debido a que, en los edificios que se asomaban a la calle habitaban innumerables canónigos que con pleitesía vivían a los pies de la Catedral, a la que estaban adscritos.
Sería el artista, Cástor González Álvarez (1913-2001), quien encontrase la belleza intrínseca de esta callejuela y consiguiera retratar su belleza en sus famosas pinturas a las que hoy rendimos homenaje, gracias al blog que ha descubierto este Odonista, de Alfredo García Fernández que explora la historia de la calle de Cardenal Landázuri.
Aquí disfrutamos del proceso de la creación del cuadro, que pasa por las cientos de visitas a la calle, y por la familiarización del pintor con la Catedral, allí al fondo, para luego comenzar a esbozar los primeros retazos de ese don que solo algunos poseen. Disfruten del producto final, y del pincel de don Cástor, que con magia proyecto la calle en su lienzo:
Poco a poco, la calle no fue solo transformando su calzada sino su nombre, que derivó a Canóniga Vieja, que aparece en el canto al entierro de Genarín, en el que otras calles también tienen un protagonismo especial:
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Lo revive el murallón del barrio de la nobleza,
la plazuela del Vizconde y la Canóniga vieja,
donde las monjas Descalzas, en rezos de penitencia,
ponen pavor en la noche con sus letanías tétricas.
¡Convento de las Clarisas, de tradición nazarena!
Aseguraba análogamente Alfredo García Fernández que entre los siglos XVI y XVII las calles aledañas al núcleo catedralicio servían, por su laberíntico fluir, de escondite para jugadores y que a lo largo de sus zaguanes y bodegas, desarrollaban actividades de laxa moral. Relata, con maestría, el siguiente texto:
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Una noche un tal Fructuoso, padre de Rosento Benavides, que superó a su padre en disoluto, se dirigía hacia el barrio de Santa Marina, al pasar por la Plaza de Nuestra Señora de Regla, ya doblada un poco la esquina, Fructuoso tuvo un sobresalto. Le pareció oír revuelos y pasos de fuga por el lado norte de la catedral. Pensaba tirar por el lado del claustro de la catedral, entonces abierto, y seguir la calle de La Canóniga Vieja. Pero de repente torció más a su izquierda para ir a dar a San Pelayo. No creía en sobras ni consejas pero los imaginados pasos de fuga no dejaron de ponerle algún reparo. Los sobresaltos y contratiempos ellos solos se vienen, no hay porque ir a buscarlos. Fructuoso había contraído el vicio del juego. Jugaba dinero y hasta promesas. Lo peor era que Presento, su amigo del barrio de Santa Marina, andaba por las mismas. «Y de la misma edad que son, de las mismas mañas, y de parecidas posiciones y haberes, pues tú me dirás…» Este susurro lo sabían ya hasta los cubos de la muralla, los pórticos de la catedral y los zaguanes de San Martín y Palat de Rey.
Si continuamos recorriendo la calle, nos toparemos con un gran edificio de ladrillo rojo que concluye en un edificio más moderno. Este es el ilustre Colegio de Nuestra Señora del Carmen, conocidas más bien como las Carmelitas, que, basándome en la ardua y completa investigación de Javier Tomé y Armando G. Colino, se establecieron en León a finales del Siglo XIX. Estos edificios fueron obra de Arsenio Alonso y de Manuel de Cárdenas, cuya arquitectura recuerda mucho a la de las Escuelas del Cid, obra también del mismo arquitecto.
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A raíz del Congreso Eucarístico celebrado en León en 1964, el nombre de la Calle antes conocida como Canóniga Vieja y «viraje de Guzmán el Bueno», pasa a ser conocida como Cardenal Landázuri, en honor a la figura que ahora conoceremos. Pero antes, hablemos del Convento de las Clarisas, que fue denominado también como convento de las Hermanas pobres de Santa Clara o de la Santa Cruz de León en ese mismo año, de 1964.
Fueron muchas las remodelaciones acontecidas durante el siglo XX, pero la más importante fue la de los años 70, en la que la abadesa solicita el desmonte y demolición del cuerpo del edificio con una fachada de 46 metros y tres plantas que « se encontraba muy viejo y ruinoso». El solar que quedó tras el derribo se levantó nuevamente el convento elevándose una altura más. (Editorial MIC. 2022)
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Ya por último, como bien saben, en 1964 se rinde homenaje al famoso cardenal, poniéndole su nombre a la calle, convirtiéndolo en eterno en el callejero leonés. Este hombre, Eduardo Guillermo Landázuri Ricketts, nació en 1913, como nuestro artista antes citado, César. De origen peruano, cursa estudios de Filosofía y Letras. Además, tal y como apunta Armando, cambia su nombre por el de Juan.
Fue también el arzobispo de Roina y arzobispo coadjutor (Persona que ayuda y acompaña a otra en ciertas cosas) de Lima. Es reconocido posteriormente como Priado del Perú, con tan solo cuarenta y dos años. Fue el Cardenal más joven de toda la iglesia católica. Arribó en León con motivo de la celebración del congreso citado y fue nombrado Hijo Adoptivo de la Ciudad recibiendo también la medalla de Oro de la Diputación Provincial.
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En definitiva, la calle Cardenal Landázuri cuenta no solo con una historia curiosa, sino con magníficas leyendas que alientan su importancia. Es, sin lugar a dudas, una de las arterias secundarias que marcan el callejero leonés con su historia, vertiendo sobre nuestras líneas las maravillosas leyendas que conviven en nuestras conversaciones.
¿Se habla de túneles subterráneos? ¿Conexiones secretas entre los edificios aledaños y la Pulchra Leonina? Supongo que nunca lo sabremos. Alúmbrennos, los más sabios en este tema, y compartan con todos nosotros su verdad, intentando descubrir las incógnitas de las calles más famosas de León acompañados siempre de este curioso Odonista.
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