
Secciones
Servicios
Destacamos
Paseo hasta la plaza Mayor, para deleitarme con su historia, introduciéndome al fin en una de las calles más curiosas de nuestra ciudad, la de Bermudo III.
Este pequeño pasaje conecta el caño Badillo (o Vadillo), con la plaza Mayor, y muchos de ustedes seguro que han pasado largas noches apoyados sobre alguna de las paredes que la conforman, esperando a recibir con paciencia el yantar divino tras una noche de fiesta, pues son muchos los establecimientos que ofrecen consuelo alimenticio a los caminantes que transcurren por las calles de León durante las festivas noches de verano o las frías de invierno.
Pero centrémonos en la historia de la calle Bermudo III y en su aciago final. Este rey de León ocupó un lugar secundario en la dinastía Astur-Leonesa, aunque, desgraciadamente, fue el último de la misma. Bermudo III fue el heredero legítimo al trono leonés, disputándose el reino con su hermana, doña Sancha.
Recordarán a doña Sancha, proyectó, junto a Fernando I, la Real Colegiata Basílica de San Isidoro. Sus restos, sin demasiado decoro, fueron exhibidos en la capital durante varias décadas. Isabel II, en su visita a León en 1858, sufrió una severa sorpresa al encontrarse con los restos momificados de la reina de León.
Ambos fueron los hijos de Alfonso V, el de los Buenos Fueros, quien intentase por todos los medios reconstruir la Basílica de San Pelayo, levantada antes por Sancho I el Craso. La batalla dinástica comenzaba, al haberse casado sus hijos, Bermudo III y doña Sancha, a casarse respectivamente con los hijos del rey de Pamplona, Sancho Gracés, unificando el poder.
Como no podría ser de otra manera, Sancho Gracés, ante la muerte de Alfonso V, se hizo con el territorio de León, trasladando su influencia hacia el norte, mientras que Bermudo huyó a Galicia, donde reinaba en un segundo plano. Sancha y Fernando contrajeron nupcias, y Sancho Gracés otorgó el poder del reino a su hijo Fernando, ante lo que Bermudo se opuso. Un breve periodo de paz se impuso durante la boda entre Bermudo y Jimena. Dicho lo cual, ambos hermanos se casaron con los respectivos hermanos del bando contrario. Sancha con Fernando y Bermudo con Jimena.
Esta tensa calma se extendió hasta 1037, cuando estalló la batalla de Tamarón, entrando en juego la astucia de Bermudo, así como también su impulsividad y su ansia de victoria. Bermudo III cabalgó junto a sus huestes hasta las faldas Tamarón, donde esperó al ejército de Fernando, disputándose ambos el reino de León. Fue tal la rabia que se apoderó del rey leonés, que azotó a su caballo, Pelayuelo, hasta que este alcanzó una velocidad que pocos otros corceles pudieron igualar, quedándose solo ante el peligro y siendo lanceado y asestado, perdiendo la vida y la dignidad en un abigarrado impulso de venganza.
Por su parte, el valor de Bermudo no cayó en saco roto, pues fue conocido por su bravura y por su intempestivo genio. Fernando, calmado y frío, gobernó León junto a Sancha durante varias décadas.
Abordemos a continuación la curiosa historia de su sepultura. En realidad, de sus dos sepulturas, porque Bermudo III cuenta con dos grandes sarcófagos en los que sus restos, según dicen los expertos, descansan. El primero se encuentra, como no podía ser de otra manera, en el Panteón de los Reyes de San Isidoro.
Esta representación es humilde, y muy modesta, dando rigor también a la relación existente entre Fernando y Bermudo, teniendo en cuenta su rivalidad y la posible existencia de unas respetuosas exequias que no ofreciesen la eternidad a su competidor por el trono.
Por el contrario, en Santa María la Real de Nájera se localiza un sepulcro engalanado y esculpido en piedra con la figura de Bermudo III. La historia también da credibilidad a la actuación de Fernando I, que no hubiera deseado que los restos de Bermudo descansasen en su ciudad natal, sino en el reino de Pamplona. Esta representación es más recargada que la anterior y es digna de un rey de León.
Pero, ¿dónde descansan realmente los restos de Bermudo III? ¿Cuál es, en realidad, la tumba del rey de León, y cuál un cenotafio que recuerda su ilustre figura?
Publicidad
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Fernando Morales y Sara I. Belled
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.