El compositor y director de orquesta Iván Palomares, en su estudio de Madrid. Natalia Gutiérrez

El músico de la sala oscura que ama el silencio

Es candidato al Goya a la Mejor Música Original por la película 'Las niñas de cristal'. Adicto al trabajo y madrugador, saca melodías hasta de las piedras. Se considera un lunático fascinado por los astros y la cocina

ANTONIO PANIAGUA

Sábado, 31 de diciembre 2022, 19:28

Este director de orquesta y compositor sabe el terreno que pisa. Trabajador concienzudo, acostumbra a visitar los rodajes para imbuirse del espíritu que rezuman los escenarios y las tramas cinematográficas. Iván Palomares, de 45 años, se ha especializado en pergeñar bandas sonoras para el cine y la televisión. Aspira a ganar un Goya a la Mejor Música Original por su trabajo en 'Las niñas de cristal', de Jota Linares, una cinta con aire de tragedia que aborda el universo del ballet. Para conseguir una afinación única, encargó a un lutier de Nueva York la construcción de un euphone, un instrumento hecho a base de varillas de cristal que se toca con las manos húmedas. Antes de adentrarse en la carrera musical, Palomares probó fortuna como actor, aunque lo que a él de verdad le hubiera gustado ser es astronauta. Palomares encuentra armonías en los sonidos más insospechados, como el canto de un pájaro o el rumor de una fuente. Para no acabar loco, busca la suspensión del silencio.

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Lunes

5.00 horas. Me tomo dos cafés seguidos nada más levantarme porque mi despertar es bastante letárgico. Me gusta levantarme prontísimo, a esas horas tan tempranas es cuando más lúcido estoy. No hay prácticamente vida en la calle y esa sensación de quietud me da mucha libertad, lo que me permite aprovechar el tiempo. Así dispongo de dos o tres horas de tranquilidad sin llamadas, whatsapps y correos, cosas que me desconcentran bastante.

12.00 horas. La inspiración te tiene que pillar trabajando, pero a veces te sorprende tomando dos cervezas. Lo digo porque una vez que llevaba bastante tiempo sin encontrar el tema principal de una película, decidí quedar con alguien para relajarme. Y justo cuando llegó la persona a que estaba esperando, me vino la inspiración, que era fruto de todo el trabajo que había desarrollado el cerebro horas antes. Cogí rápidamente una servilleta y me puse a escribir la partitura en un pentagrama improvisado. Ahora siempre voy con una grabadora.

13.00 horas. En función del proyecto con que esté, trabajo con lápiz, papel y pentagrama o con ordenador. Hay piezas que salen mejor delante de una pantalla. Son dos formas de componer distintas, aunque para mí son complementarias.

Martes

11.00 horas. Cuando compongo una banda sonora visito los rodajes. Un compositor no debe trabajar solo, ha de conocer al equipo y formar parte de él. Además, así tengo más tiempo para entender el filme y poder desligarme luego de las imágenes. Porque se puede musicalizar sobre la propia historia y en función de la visión que tiene el director. A mi juicio, el encaje de la imagen con la música es la última fase.

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13.00 horas. El silencio es muy necesario para mí. Vivimos en una sociedad bombardeada por los ruidos. De hecho, con la pandemia decidimos mudarnos, y eso que estoy acostumbrado a la contaminación acústica porque he residido en grandes urbes en EE UU, Bélgica y Francia. No solo es peligrosa para el oído, también resulta agresiva. Después de estar horas pendiente de la ecualización de un sonido y de su timbre, necesito darme un paseo e intentar encontrar el mayor silencio.

14.00 horas. Me gusta mucho cocinar, es algo que me relaja y que tiene mucho que ver con la música. Aderezar un plato es como orquestar. Algunas cosas, la mayoría en realidad, me san salido incomestibles, pero me fascina el simple hecho mezclar cosas, tratar de dar con el proceso para hacer la mejor masa de pizza o unos crepes franceses. Cuanto mayor me hago, más disfruto de la comida.

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Miércoles

17.00 horas. La pintura, sobre todo el arte contemporáneo, me inspira mucho, me retrotrae al estado mental en que me hallaba cuando estudiaba en el conservatorio. El arte contemporáneo es una expresión muy intelectual y estructural, donde las formas no están definidas. Como los compositores de bandas sonoras para el sector audiovisual debemos hacer ciertas concesiones estilísticas en aras a que la música sea inteligible, mi pensamiento necesita renovar las referencias estéticas para que sea moderno y actual.

19.00 horas. Debería practicar más el yoga, que me procura paz mental. A veces los compositores nos boicoteamos nosotros mismos, y para este trabajo, que es muy intelectual, hemos de tener el cerebro muy bien oxigenado. Con el paso de los años y luego con el confinamiento, he engordado más de lo debido. Por eso estoy volviendo a hacer deporte con un poco más de intensidad, con el fin de tener un plus de energía y capacidad de aguante. De joven practiqué artes marciales, pero en una exhibición me lesioné y no tuve más remedio que dejarlas. De ahí que ahora apueste básicamente por un trabajo aeróbico, combinado con ejercicios para mantener el tono muscular.

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Jueves

12.00 horas. Siempre estoy con algo que tenga que ver con la música. Doy una clase a la semana de Composición para Música Audiovisual en la Escuela Superior Reina Sofía, y de vez en cuando me llaman para impartir clases magistrales y conferencias. Ahora estoy trabajando en un proyecto para televisión que voy a empezar en breve y del que no puedo hablar. Cuando surge un trabajo así prácticamente no tengo horario y puedo trabajar fácilmente entre 15 y 16 horas al día.

18.00 horas. Un músico no desconecta de su trabajo como si apagara un interruptor. Los compositores analizamos todo lo que escuchamos para traducirlo musicalmente. Estamos rodeados de música. El canto de los pájaros y el rumor del agua en una fuente integran la banda sonora de cada día. Evidentemente hay momentos en que por cansancio no estamos pendientes de todo, pero siempre hay algo que nos llama la atención.

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Viernes

17.00 horas. Estar en una biblioteca es muy estimulante por la quietud que transmiten. Siempre me ha fascinado el sonido de la concentración que allí se respira. En mi época de estudiante iba mucho. Gracias a que no he cambiado de coche en muchos años he comprado buenos libros de música y partituras, que suelen ser muy caras. Me encanta leerlas y analizarlas. Tengo algunas muy antiguas, pero también contemporáneas, de autores vivos, y otras raras, ediciones extrañísimas. Hace poco encontré a muy buen precio la partitura de la orquesta de la ópera 'Divinas palabras', de Antón García Abril, una obra espectacular.

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