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Entrabas a cualquier garito del Barrio Húmedo y pagabas tres pesetas por un vino. Todavía rondaba lo mejor de cada casa por la mítica zona de León donde se reunían por los bares gitanos y los más zorros de los barrios aledaños.
Tascas con solera, olor a vino amaderado mezclado con nieblas de humo de nicotina y algún que otro canuto, pedos descomunales y una especie de salvaje oeste en el que los mejores taberneros burlaban a la Policía a altas horas de la madrugada con trucos dignos de Juan Tamariz.
Entre toda esa maravilla de ambiente, que para muchos fue casa durante sus etílicos años dorados, había algo que brillaba por su propia marginalidad en el pueblo —con todas sus anheladas hoy en día bondades— que quería ser ciudad: los melenudos.
Allá a finales de los 70 y principios de los 80 escaseaban los largos cabellos. Y los que había estaban estrechamente relacionados al ambiente musical de un León en el que no existía el Purple Weekend, que celebra su trigésimo cuarto cumpleaños con un total de 24 actuaciones entre el 7, 8, 9, 10 y 11 de diciembre.
Pero, ¿qué tenía de especial dejarse el pelo largo en ese contexto social? Era un momento histórico en el que los leoneses bebían de la Democracia después de la dictadura. Las nuevas corrientes culturales llegaban a España y la estética avanzaba amoldándose a estas.
Ser un melenudo era un nuevo argumento de rebeldía. Una forma de expresar identidad y autenticidad: «no quiero ser como los demás». Más aún cuando los grandes iconos musicales ejercían de referentes vitales para muchos jóvenes de aquella época. De Jethro Tull a Syd Barret, de Jimmy Page a Camarón, los peludos estaban de moda.
Y en León no pasó desapercibida. «Era gracioso porque la gente te miraba por la calle y luego tú eras el primero en ayudar a la paisana que iba cargada hasta arriba con bolsas de la compra», relata Javi Campos, uno de esos jóvenes que lucían melena.
Varios de los testimonios que han contribuido a la elaboración de este reportaje —junto a la indispensable, brillante labor de León Audio y su documentación sobre los grupos musicales desde los 50 hasta los 80— coinciden en que era una época más humana, a todos los niveles, ya que «León era un pueblo y nos conocíamos todos», como recuerda Luis Merino entre risas, destacando que apenas había tipos con el pelo largo.
Merino también llevó melena una buena temporada, aunque si hay alguien a quien todos recuerdan por la longitud de sus cabellos es Luis Miguel Puche, músico leonés que fue miembro de bandas como Gracoma, Deicidas o Los Cardiacos, entre otras.
Sin embargo, la ausencia de cámaras fotográficas en esa década de los 70 y 80 —sin teléfonos móviles— provoca que no existan tantos documentos gráficos como pudiera haber, y los conseguidos han sido con cuentagotas a base de rebuscar en antiguos álbumes por parte de sus dueños.
He aquí fotos de algunos otros grupos musicales que tampoco vivieron el Purple Weekend pero sí gozaron de la música, siempre acompañados de sus melenas.
«Este grupo se mantuvo unido y operativo con los mismos componentes, durante mas de 18 años, lo que se considera el récord de unidad y compañerismo mas alto en todos los conjuntos músico-vocales de la ciudad a lo largo de los años 50-80. De izquierda a derecha: Isidro, Angel, Goyo, Ramón y Manuel», detalla León Audio.
Se llamaban Raylhest porque ensayaban en la calle Manuela López, por donde pasaba el tren, y los raíles de la vía inspiraron ese nombre. Sin embargo cuando Gelete, el mítico locutor de Radio León, se convirtió en manager del grupo, cambiaron de nombre.
«Nori, Manús y Velasco, fueron los tres miembros que siempre estuvieron en Resurrección, de principio a fin. El grupo, demasiado leñero y con un repertorio no apto para salas de baile, actuó sobre todo en Orense y Asturias en plan concierto», informa León Audio.
«Los melenudos eran hijos rebeldes de las influencias angloamericanas, que vivieron en un León conservador que sin embargo bullía cultural y musicalmente, con sus tribus urbanas bien definidas. También teníamos nuestros garitos de cabecera, donde nos mezclábamos todos para crear nuevos sistemas barnizados en marihuana y sustancias que permitían disfrutar más allá de las líneas terrestres», concluye Javi Campos, que acaba de cumplir 60 años, al otro lado del teléfono.
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