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Nadie sabe el momento exacto en el que un lugar se convierte en mítico, pero lo que sí sabe la gente es reconocer a los lugares míticos. El Gran Café de León es uno de ellos, nadie sabe cuándo ocurrió pero es muy raro encontrar a alguien que viva en esta ciudad y que no haya pisado, al menos una vez, esta sala de conciertos situada en pleno corazón de León.
El Gran Café abrió sus puertas estrenando década y durante estos 30 años ha sido la banda sonora de esta ciudad. Testigo y referente de la cultura leonesa ha visto nacer y crecer a muchos de los grupos leoneses y bandas consolidadas de este país.
Sus paredes han dado cobijo a artistas de la talla de Antonio Vega, Javier Krahe, Raimundo Amador o los mexicanos Molotov. «Antonio Vega estuvo cuatro veces y nos dejó un grato recuerdo, por su parte Javier Krahe, era todo un personaje, yo le quería mucho; le gustaban los cafés, el humo y el Balllantines. La última vez que estuvo aquí, ya no se podía fumar, y él se prendió un cigarrillo en el escenario, es Javier no le iba a decir nada», comenta Marina Borregán Moreno al frente de esta nave desde que empezó a volar.
Marina Borregán
Pero también ha dado alas a las formaciones leonesas. Primero generando un espacio donde perder el miedo con la Jam Session, que desde hace 17 años, cada martes se celebra. Después, ofreciendo un escenario en el que poder tocar.
Tres décadas dan para mucho. Por este local han pasado varias generaciones ya sea para ver un concierto o simplemente para tomar algo. Cada 'familia' diferente a la anterior, en gustos musicales, tradiciones y formas de entender el ocio nocturno. En los 90, la gente quedaba en los bares, los móviles no se llevaban en los bolsillos, «lo que si había era un cabina de teléfono donde la gente llamaba para decir que llegaba tarde», recuerda Marina quien ha visto crecer a cada uno de sus clientes. «Las pandillas eran tres, al día siguiente cinco, luego volvían a ser tres; tú decías algo va mal», recuerda entre risas Borregán.
Marina Borregán
Una gran familia en la que alguno se ha ido y otras se han incorporado. Uno de los que ha llegado ha sido Guillermo Mateo, uno de los cuatro hijo de Marina que desde hace 12 años se pone detrás de la barra de este bar. «Lo cierto es que siempre ha estado, los hijos de los hosteleros siempre tienen trabajo en el bar », comenta Marina.
Decía el poeta alemán Rilke, que «la verdadera patria del hombre es la infancia», si esto es cierto la patria de Guille, es El Gran Café, un lugar que le ha dado y le ha quitado todo. Le ha concedido unos buenos amigos que cada noche le regalan grandes tertulias, eso sí, le ha quitado muchas horas de sueño.
Mucho ha cambiado de esos primeros conciertos en los que los grupos mandaban un casete, «le contestabas por teléfono fijo y mandaban una foto con la que hacías los carteles que luego tenías que pegar por la ciudad», comenta Marina. Todo eso ha cambiado, los carteles se han convertido en post de Instagram, los casetes en Spotify y los teléfonos fijos en email y mensajes de whatsapp; pero la esencia sigue siendo la misma.
Guillermo Mateo
La puerta situado en el callejón es la entrada de los conciertos, cruzar las cortinas de satén rojas es introducirte en el pasado y presente de la cultura musical leonesa. Esta sala de conciertos ha sabido adaptarse a la escena musical actual aunque muchos de sus clientes piensan que el interior de este local guarda una de las puertas del Ministerio del Tiempo en la que puedes volver a disfrutar de grandes conciertos como el de Antonio Vega o Javier Krahe. «Los garitos de moda duran tres o cuatro años, lo díficil es estar 30 años», concluye Guille.
El Gran Café es la sala de conciertos que durante treinta años ha puesto banda sonara a historias increíbles. ¡Larga viva a El Gran Café!
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
José A. González y Álex Sánchez
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