Estrella Morente | Cantaora

«Me pienso equivocar muchísimo»

Siente debilidad por los leones y su nuevo álbum se titula 'Leo'. A sus 41 años, y tras una carrera cuajada de éxitos, asegura que, artísticamente, empieza de cero. «No gasto energía en aplaudirme a mí misma»

Domingo, 10 de abril 2022, 00:19

Guarda como oro en paño esta imagen Estrella Morente, cantaora nacida en Granada en 1980: «Estando en la cuna, mi padre ya me acercaba hierbabuena y jazmín para que me llegasen sus olores». Su padre, ya saben, es el añorado Enrique Morente, ¡palabras mayores! Y ... este es el día en el que la artista sostiene que atravesamos «un momento marcado por la necesidad de dar, de compartir; estamos todos tan necesitados...». Y aunque ríe mucho a lo largo de la entrevista, de vez en cuando, como un cielo que anuncia tormenta, se pone seria: «De alguna manera, ahora mismo, todos nos sentimos en el aire, todos estamos en 'tenguerengue'».

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Para ella, que se identifica con el león más que con ningún otro animal, y que tiene en el mercado nuevo álbum, 'Leo', producido por Antonio Carmona, cada día es diferente: «No hago nada nunca igual, y eso tiene su parte buena y su parte mala. Hay en mi día a día cierta inconstancia y falta de costumbre, y eso quizá desestabiliza un poco, pero tiene la parte maravillosa de la libertad. Yo intento respetar mi estado de ánimo en cada momento, porque creo que eso es lo que te permite no ser una persona falsa, ser más tú».

¡Ah, y claro que sí: «A veces quisiera estar siempre en el campo rodeada de flores, jugando sin ninguna preocupación en un columpio y comiendo muchos pasteles de chocolate [ríe]». Ella, que lo mismo derrocha encanto con lágrimas como sepulcros recorriendo su rostro, que posando para la cámara de Peter Lindbergh, tiene otro motivo para estar satisfecha: ha publicado en Beatus Ille & Cía su poemario titulado 'Mis poemas y un cante', con dibujos de su madre, la bailaora Aurora Carbonell.

- ¿Qué ha sido siempre?

- Desde muy pequeña, muy protectora: con los más chicos, con mis propios muñecos, con los animalitos. Me gustaba mucho jugar a ser madre y tenía una preocupación por los demás excesiva, según mi padre. En eso soy igual que mi madre, la gran superprotectora, una mujer muy sufridora y pendiente siempre de la gente. Incluso le diría que canto porque hacerlo es también una forma de cuidar a los otros. Yo canto y bailo para cuidar a los demás. Pero tengo que decirle una cosa...

- ... adelante.

- Ahora ando en la lucha de 'voy a cuidarme yo también', porque es que todo es para los demás siempre. Y no hablo solo de los más cercanos, mi marido (el torero Javier Conde), mis hijos, mi abuela... y también la afición a la que yo me debo. Pero me cuesta, ¡eh!, porque en esa rueda es en la que me he movido siempre, en la de atender a los otros. De hecho, yo sé disfrutar de la vida, pero no puedo evitar cuando estoy al lado de alguien que está necesitado, aunque sea un desconocido, procurar cubrir esa carencia.

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- ¿Qué agradece?

- Mis padres siempre han estado muy presentes en mi vida, la verdad. Creo que ser padre o madre implica presencia, y eso lo llevaban a rajatabla. Yo, hasta el día de hoy, también estoy todo lo que puedo con mis hijos. Y aun así, no estoy con ellos todo lo que quisiera, que sería siempre todo el rato. Pero tengo una profesión que me ha obligado a conciliar mi trabajo con mi familia. Me he convertido en una madre del siglo XXI, y eso que estaba yo muy chapada a la antigua.

- ¿Por qué lo dice?

- Llegó un momento en el que, por ejemplo, no pegué el salto ni a México, ni a Colombia, ni a Perú... a sitios desde los que me han llamado muchas veces para cantar. He ido a hacerlo a muchas partes del mundo, pero siempre en ocasiones muy puntuales. Nueva York, Roma, París, Londres... son sitios a los que ya no me quedaba más remedio que ir, se lo prometo, le doy mi palabra de honor. Me he ido a cantar fuera cuando ya no me ha quedado más remedio, y el mínimo tiempo posible. Mi prioridad han sido mis hijos.

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Época de cambios

- ¿Y ahora?

- Estoy en una etapa de cambios, porque mi Curro ha cumplido 19 años este verano y Estrellita, 17. Ahora ya, ¿por qué no? Si sale una gira de quince días me la planteo, pero es que antes nunca lo hacía. No he llegado a estar fuera de casa más que unos cuantos días, muy contados. No es que yo sea la mejor madre del mundo por haber hecho eso, pero con mis errores y mis aciertos siempre he estado muy cerca de mis niños. Afortunadamente fui madre muy joven, ahora tengo 41 años y, fíjese, ya están los dos criados y eso es un alivio. Lo mejor que me ha pasado en la vida es ser hija de mis padres y madre de mis hijos, no cabe duda.

- ¿Hoy qué tiene claro?

- Que la vida son dos minutos y hay que aprovecharla y portarse bien en el día a día sabiendo, además, que nunca sabes lo que te va a pasar. Y que ser honesto es muy importante, te dediques a los que te dediques; da igual que seas un famoso que juega en los Lakers, o una estrella de la Super Bowl, que un barrendero. Merecen para mí el mismo respeto porque todos somos necesarios. Y esto no es un discurso aprendido, esto es algo que yo siento. Todos nos necesitamos, necesitamos al dentista, al barrendero, al abogado, al enterrador... aquí no sobra nadie.

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- ¿Por qué estaba emocionada cuando hemos empezado la entrevista?

- Esta mañana he estado de médicos en el Hospital Ramón y Cajal con mi abuela. En la sala de espera había mucha gente mayor muy asustada con todo lo que está pasando, después de la pandemia ha llegado esta guerra tan dolorosa. He estado hablando con ellos, no puedo evitar intentar paliar esos vacíos de la gente mayor. No puedo ver a una persona triste, sola, me da mucha pena. A lo mejor se creen que me quiero hacer la buena por decir esto, pero es que creo que quienes intentamos ayudar a los demás todo lo posible tenemos la obligación de contarlo y de dar ejemplo, lo cual no significa que yo sea perfecta o que no cometa errores. Yo cometo más errores que el que los inventó [risas].

- ¿Qué no le quita el sueño?

- Que los años pasen. Soy joven todavía, pero cuando sea mayor, con arrugas y el pelo blanco, me acordaré de la maravillosa dignidad de mi abuela y de todo lo que me sigue enseñando con 92 años que tiene. Una señora se le ha acercado en el hospital a decirle que tenía una belleza que no es normal. Yo no me voy a parar a pensar, con la de problemas que hay en el mundo, si me sale una cana o una arruga. Además, hoy hay soluciones para todo, y cada uno puede hacer lo que quiera, incluso ponerse unos dientes verdes si le apetece.

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- ¿Qué consejos le daba su padre?

- 'Cortito y flamenco, Estrella, que por la boca muere el pez'. Y también: 'Oír, ver y callar'. No siempre, claro, pero sí muchas veces para, luego, poder alzar la voz y opinar con acierto, a ser posible. Hay que pensar siempre lo que se dice aunque sea una 'mititilla', lo justo, una 'mititilla'.

- ¿Qué cambió con su muerte?

- Entonces comprendí que realmente la vida va en serio. Hasta entonces era una soñadora... Cuando se fue me di cuenta de que era verdad una cosa que él decía mucho: 'Estamos vivos de milagro'. Nosotros no hemos vendido en ningún momento la tristeza de haberlo perdido, ¡nos ha engrandecido tanto haber formado parte de su familia! Mi padre era un gigante de la bondad, del arte. Enrique Morente fue un artista magno, mágico, inolvidable; y un padre honesto, fiel, bueno, cariñoso, currante... Afortunadamente, tengo la suerte de que lo tengo muy vivo y muy presente porque su legado es inmenso, interminable. No solo están los discos que se conocen y los retos cumplidos que se fue planteando a lo largo de toda su trayectoria, es que hay muchas cosas inéditas suyas que tienen que salir: ensayos, obras de teatro, ideas para cortos... Aunque sé que él ahora me diría 'Estrellica, estate calladica', porque era muy humilde, le voy a decir lo que pienso: el mejor cantaor de la historia del flamenco se llama Enrique Morente. No solamente cantaba como Dios, sino que ha sido el máximo creador del flamenco.

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- ¿Y queda algo de rabia por cómo murió? (Morente falleció, en diciembre de 2010, días antes de cumplir 68 años. Su familia siempre defendió que hubo negligencia médica, pero la Justicia no lo vio así).

- Cuando tienes un padre tan noble y tan bueno, se te abren caminos por los que seguir labrando y caminando, pero la verdad solo tiene un camino y arriba hay uno muy grande que al final pondrá todo en su sitio y le dará su merecido a quien se lo merece. Ya pagará el inglés el vino que se bebió.

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Desastre

- ¿Cuál es el secreto de la relación envidiable entre usted y Javier Conde?

- Por mi parte, el secreto está en ser un desastre [risas]. Estoy convencida de que si hubiera sido la persona más organizada del mundo y hubiese ido de mujer perfecta y siempre detrás de Javier, se habría aburrido de mí hace mucho tiempo. A mí lo que más me gusta y me enamora de él es su sentido de la improvisación, ese temple suyo... No es un hombre parlanchín, es un hombre de silencios que cuando habla lo hace de un modo que me enamora cada día. Me resulta muy misterioso Javier, se lo prometo; para mí, el gran misterioso es mi propio marido, nunca sabes por dónde te va a salir, ni lo que está pensando. Ver adónde llega esto nuestro nos ha despertado a ambos la curiosidad y el deseo de seguir caminando juntos, porque no dejamos de descubrir cosas el uno del otro.

- ¿Posesivos y celosos?

- ¡Los domingos! Eso es algo que decía mi padre [risas]. Le mentiría si le dijese que no lo soy nunca o que lo soy siempre. La vida misma te va trayendo su propio afán cada día, como dice la Biblia. La clave está en no haber sido siempre los mismos; yo soy según por dónde salga el sol, pero sin faltar nunca al respeto a los demás. Ser libre es muy importante, pero serlo no significa hacer lo que a uno le da la gana e ir por el centro de la carretera si te apetece.

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- ¿En qué no invierte energía?

- En aplaudirme a mí misma.

- ¿En qué momento artístico está?

- Estoy en la casilla de salida, al principio de todo. Se lo prometo, es la sensación que tengo. Yo quiero no tener final. Mi padre me decía, y Javier lo sigue haciendo: 'Estrella, no tienes final'. Antes me molestaba que me lo dijeran y ahora me enorgullezco de ello. Llevan razón, sí. Yo no tengo final, y lo digo más que nada porque eso me va a permitir equivocarme mucho. Me pienso equivocar muchísimo porque es de la única manera que seré capaz de aprender y así podré avanzar. Yo estoy al principio del todo.

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