Imagen del artista astorgano.

Recordando a Evaristo Fernández Blanco

La Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española homenajea los días 16 y 17 en el Teatro Monumental de Madrid al insigne compositor astorgano

miguel ángel nepomuceno

Jueves, 16 de febrero 2017, 09:25

Cuando todo hacía pensar que la obra y la memoria del más grande y prolífico compositor que ha tenido León en su historia, el astorgano Evaristo Fernández Blanco (1902-Madrid 1993), había entrado en otro vergonzoso y prolongado olvido como el que tuvo a partir ... de los años cuarenta y que se prolongaría hasta bien entrados los noventa con esporádicos actos en Madrid y su ciudad natal Astorga, nos llega hoy la gratificante noticia de que la Orquesta Sinfónica de RTVE a las órdenes de José Luis Temes, volverá a interpretar los días 16 y 17, en el Teatro Monumental de Madrid la que quizás sea su mejor composición sinfónica la Obertura Dramática, iniciada durante la guerra, terminada en 1940 y retocada y estrenada en 1983 por Enrique García Asensio y la misma formación que mañana volverá a darle vida tras 12 años de inexplicable silencio.

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La obertura refleja las inquietudes del combate a lo largo de tres amplias secciones, de brillantísima orquestación. escrita con pulcritud, fruto de sentimientos personales de directa efusión humanística.

Evaristo Fernández Blanco tuvo una rigurosa formación como pianista y compositor, salido de las aulas de Conrado del Campo pasando luego a las de la Escuela Superior Berlinesa, con lo que, muy pronto, entró en contacto con las tendencias del modernismo.

Hombre inquieto, trabajó en la Unión Radio de Urgoiti, que, en cierto modo, agrupó a los autores representativos del momento, esto es, lo perteneciente a la generación de 1927, como Bacarisse, Remacha, Bautista, Alvarez Cantos, Rodolfo Halffter o Gustavo Pittaluga.

«Con sólo recurrir a mi alma puedo escribir música leonesa»

Tuvimos la oportunidad de conocer y entrevistar al maestro allá por el año 90 en su retiro de Moratalaz donde vivía con su hijo Francisco, sus recuerdos, su piano de pared, la foto de su difunta esposa Sara y una ingente profusión de partituras, grabaciones , recortes de prensa y el cariño de cuantos acudían a visitarlo frecuentemente para enviarle recuerdos de los muchos amigos que aún tenían en su querida Astorga y prepararle para el homenaje que la bimilenaria ciudad le rindió al año siguiente.

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A Evaristo se le iluminaban los ojos cuando le hablábamos de su calle de San Crispín del Casino de sus conocidos y conteniendo las lágrimas a duras penas nos decía: «Para mi componer música leonesa es como respirar, con sólo recurrir a mi alma fluyen las notas sin quererlo».

Pero Evaristo se nos fue una fría tarde de octubre de 1993, cansado de tanto viajar, sufrir y callar, con los ecos de los últimos homenajes hacia un hombre que como diría su hijo Francisco: «Sólo padeció hambre y miseria, miedo y olvido, lo único a lo que podía aspirar un músico como él que entre otras muchas cosas perdió la guerra, relegándolo al más absoluto anonimato».

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Pero afortunadamente ese anonimato comenzó a desdibujarse con fugacidad cuando el siempre añorado Trío Mompou lo resdescubrió en 1978 con el estreno de su Trío en Do Mayor y el encargo de RNE de la Suite de Danzas Antiguas que se escucha por primera vez en el Teatro Real el 31 de octubre de 1982 con Asensio en el podio.

Luego vendría la biografía escrita por el malogrado Carro Celada y la catalogación de sus obras llevada a cabo por el autor de estas líneas junto a más homenajes y grabaciones que a veces rinden un pálido reflejo de lo que Evaristo Fernández Blanco sentía dentro de su corazón.

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Estas líneas tratan de ser, en lo que cabe, un sincero y profundo homenaje de reconocimiento y admiración hacia la figura del compositor maragato del que el próximo 6 de marzo se cumplirán 114 años de su nacimiento; un hombre que sufrió sobre su carne los estigmas de la incomprensión y de la intolerancia, pero que supo con su música redimirlos y relegarlos al silencio y al olvido. Un hombre cuya música cabalga a lomos de la palabra de esos poetas, en su mayoría desparecidos en un exilio heroico, que con su pluma trazaron algunas de las páginas más hermosas de nuestra música y literatura más reciente.

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