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Manuel Azuaga Herrera
Lunes, 27 de enero 2025, 11:13
Si el cerebro humano es un misterio, la mente de un matemático como Ramanujan, la de un músico de la talla de Morricone, o la de un genio del ajedrez como Bobby Fischer se convierte en un jeroglífico indescifrable. En el terreno de las sesenta y cuatro casillas, existe una gran diferencia entre la fuerza de juego de un aficionado y la de un gran maestro. Es obvio que la cantidad de tiempo que uno y otro han dedicado al estudio de la teoría marca una profunda desigualdad en el tablero. Pero esta evidencia no es suficiente para explicar por qué un experto toma mejores decisiones que un jugador de club ante posiciones inéditas o desconocidas. ¿Cómo funciona el cerebro de un gran maestro? ¿Qué lo hace distinto y tan fascinante? Sumerjámonos en las profundidades abisales de la materia gris para tratar de encontrar una respuesta, acaso algún indicio, en el campo de la investigación neurobiológica.
En noviembre de 2024, Juan Pedro Fuentes, catedrático de la Universidad de Extremadura (UEx), especializado en gestión psicofisiológica del estrés, y Santos Villafaina, docente adscrito al Grupo de Investigación en Actividad Física, Calidad de Vida y Salud de la UEx, publicaron en la revista 'Behavioral Sciences' un estudio que arrojó conclusiones muy esperanzadoras: las técnicas neurocientíficas conocidas como 'biofeedback' y 'neurofeedback', en combinación con el entrenamiento de ajedrez, podrían disminuir la ansiedad de un individuo antes de una partida, así como mejorar su nivel de concentración. El estudio trabajó con la maestra internacional Sabrina Vega, nueve veces campeona de España. «Es un complemento experimental que, sin duda, me ha ayudado mucho y ha repercutido de forma directa en mi fuerza de juego», confiesa Sabrina. «Ojalá pueda mantenerse en el tiempo».
En efecto, los resultados de Sabrina Vega durante 2024 han sido formidables. Entre los éxitos cosechados, brilla con fuerza una medalla de plata olímpica y un nuevo título de campeona nacional. «Se trata de aplicar la neurociencia a contextos donde la toma de decisiones es fundamental en situaciones de estrés, como ocurre en competiciones de ajedrez», señala el doctor Fuentes, quien ha llevado sus investigaciones sobre gestión psicofisiológica del estrés a unidades de élite del Ejército y de la Guardia Civil.
En enero de este mismo año, gracias a la implicación del Club Magic Extremadura, referencia mundial en los usos sociales y terapéuticos del ajedrez, se ha llevado a cabo un nuevo proyecto de investigación neurocientífica en la UEx. A la participación de Sabrina Vega se ha sumado la de los grandes maestros Jaime Santos y Manuel Pérez Candelario, dos de los mejores ajedrecistas del país. A través de actividades como la escalada o el tiro con arco, el doctor Fuentes ha expuesto a los tres sujetos a situaciones de alto estrés. «Incluso hemos jugado bajo condiciones de hipoxia, de falta de oxígeno, como si estuviéramos a 3000 metros de altura», cuenta Sabrina.
Entre las pruebas ajedrecísticas del estudio, Pérez Candelario y Jaime Santos se han enfrentado en el tablero provistos de dos cascos elásticos lleno de sensores. Gracias a este cuero cabelludo de electrodos, los investigadores obtenían un electroencefalograma muy completo de la actividad cerebral de ambos jugadores. «Queríamos tener el mayor número de registros posibles para tratar de comprender cómo se comporta un ajedrecista profesional en función de si va ganado o perdiendo la partida, o de si comete un error grave», precisa el doctor Fuentes. En realidad, para que entiendan bien la escena, se medían las «posibles interacciones a nivel de actividad eléctrica cerebral entre ambos grandes maestros». Esto supondrá una revisión posterior de miles de datos y requerirá un ajuste técnico muy delicado porque «un simple pestañeo puede dificultar el análisis del electroencefalograma».
La hipótesis con la que se trabaja es la de constatar que el comportamiento del cerebro es distinto según se produzca una ventaja para uno u otro ajedrecista. En otras palabras, se trata de evidenciar que pensamos de un modo si el escenario nos favorece, y de otro si la posición en el tablero se pone difícil. El lector aficionado sabe bien que una partida de ajedrez, como la vida misma, es dinámica y cambiante.
El gran maestro polaco Savielly Tartakower solía decir: «La jugada está ahí, solo necesitas verla». Pero, ¿por qué, con frecuencia, no la vemos? Para tratar de hallar alguna respuesta, contacto con Sabrina, Jaime y Candelario. Les propongo un juego: mostrarles tres posiciones que previamente he extraído de una base de datos. Aceptan al toque y les envío los diagramas. ¿Qué es lo primero que pasa por vuestra cabeza?, les pregunto. ¿Qué jugada os viene al instante? Pero entonces sucede algo con lo que no contaba. Jaime y Candelario me advierten, cada uno por su lado, de que son posiciones muy conocidas, por lo que no podrán hacer una «valoración limpia», pues casi sin querer tirarán de memoria. Candelario incluso me comenta que la primera posición pertenece a una partida de Kaspárov y Kárpov de 1985. La segunda le suena mucho. Y la tercera sabe que la jugó Mijail Tal, el mago de Riga. Me deja alucinado. ¿Cómo puede recordar un fotograma exacto de una partida que ni jugó? Hablo con Sabrina y le cuento lo que ocurre. «Es que estos dos son muy buenos», me dice ella entre risas. Finalmente, elijo otros tres diagramas. Esta vez me afano en la búsqueda de partidas desconocidas, aunque ya sospecho que adivinarán cualquiera que sea la que escoja.
Las nuevas posiciones seleccionadas son: Timman contra Kaspárov (Linares, 1992), Yusupov contra Khalifman (Úbeda, 1997) y Krámnik contra Ulibin (Calcídica, 1992). En principio, a ninguno les suenan de nada. Al menos no lo dicen. Cuando recibo las reflexiones de Sabrina, Jaime y Candelario compruebo con verdadero asombro que sus 'golpes de vista' coinciden. «Al toque, haría caballo 'a7' (Ca7), desde donde puedo saltar a la casilla 'c6' o capturar su alfil», escribe Candelario sobre el primer diagrama. «Ca7», responde Jaime. «Sin pensarlo mucho, me viene un saquito de jugadas candidatas, pero creo que haría Ca7», razona Sabrina. En la segunda posición, los tres dudan entre dos jugadas: hacer primero 'e5' o 'f4'. Y en la tercera, de nuevo revolotean alrededor de una misma idea, un sacrificio de peón que abre la posición en el flanco de rey. «Habría que calcular un poco, pero tiene buena pinta», cavila en voz alta Candelario.
Por si algún lector aún lo duda, dejo por escrito que las jugadas que Sabrina, Jaime y Candelario dijeron al toque eran las más precisas, y también las que en su día hicieron Timman, Yusupov y Krámnik. ¿Qué destreza explicaría lo que ha ocurrido en este juego de los diagramas? ¿Qué rasgo hace la diferencia entre una evaluación experta y la de un jugador aficionado?
Sabrina Vega habla de una mayor «sensibilidad» para priorizar los factores dinámicos del juego, lo que le permite saber cuáles son aquellos que van cobrando más fuerza en el «continuo baile de piezas» del tablero. A la sensibilidad de Sabrina, Jaime Santos la define de otro modo: «Me fío mucho de mi intuición, suele ser bastante buena porque he visto muchas posiciones similares a las que se dan en el tablero». En esta misma línea, Candelario destila el argumento: «Un gran maestro tiene una intuición mucho más afinada, fruto de su experiencia y de su talento. Ante una misma posición, el aficionado tiende a usar el cálculo bruto. En cambio, el gran maestro tira de un pensamiento más estratégico y de patrones adquiridos».
El profesor Herbert Simon, Premio Nobel de Ciencias Económicas en 1978, acuñó el término «intuición experta» y estimó que un gran maestro de ajedrez podía reconocer hasta 50.000 estructuras familiares en un tablero. Y es que, para Simon, «la intuición no es ni más ni menos que el reconocimiento de patrones».
Recurro al doctor Fuentes para que nos dibuje un mapa de activación cerebral y podamos visualizar mejor el alcance de estos conceptos. «El reconocimiento de patrones está localizado en el neocórtex», explica. «De hecho, un gran maestro que identifica un modelo de jaque mate, activa esta zona de su cerebro. En cambio, ante la misma posición, un aficionado que no reconozca el patrón de mate, necesita ejecutar un cálculo puro, y para ello activará algunas áreas de los lóbulos parietales».
Hecha la aclaración neurocientífica, me identifico (hasta me solidarizo) con el aficionado del ejemplo y empiezo a comprender la gran diferencia existente entre mi juego y el de un gran maestro. Mientras yo necesito avivar mis lóbulos parietales, que son los encargados de procesar información y resolver problemas matemáticos, el gran maestro hace uso del neocórtex, que es un área que permite el pensamiento lógico. Tan lógico como que, en muchas fases de una partida, el experto reconoce la posición o la estructura que está jugando. Y esta familiaridad se transforma en una ventaja decisiva.
Una ventaja que, además, se va cincelando gracias a algunos trucos cognitivos. En este sentido, Candelario subraya la importancia de emplear un «radar táctico» que ejecute la regla mental «jaque, captura, amenaza», en ese orden, y nos permita evaluar las jugadas directas a corto plazo. Pero el gran maestro extremeño pone la tilde en otro aspecto clave que el jugador aficionado suele pasar por alto. Pongan atención. Cuando, antes de tomar una decisión, se evalúan diferentes alternativas, deberíamos anotar mentalmente una conclusión para cada línea calculada. «Si no organizas el pensamiento, terminas agotado», sentencia Candelario. «A veces, la conclusión puede ser imprecisa, no importa. En ese caso, te dices: «Esta secuencia de jugadas me lleva a una posición confusa». O: «No termino de verlo claro». Siempre será mejor así que elegir cualquier jugada por cansancio».
Mientras piensan en lo anterior, les dejo con un último truco de Candelario, en la esperanza de que lo apliquen y se conviertan (ojalá fuese tan fácil) en grandes maestros. «Tengo un método al que llamo 'la jugada de emergencia', que es una que me convence», explica el extremeño. «Ahí la tengo guardada por si no veo otra que la mejore o por si, durante un torneo, me apuro de tiempo». En realidad, la jugada de emergencia es otro mecanismo de clasificación mental, no tanto de cálculo bruto.
El campeón mundial Emanuel Lasker ya lo anunció hace tiempo: «Cuando veas una buena jugada, trata de encontrar otra mejor». Pero la trampa del enunciado está implícita porque, entre los aficionados, la jugada que valoramos como buena, a menudo no lo es tanto. Y así andamos todos, en las profundidades abisales de la derrota.
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