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Luis Mateo Diez, durante una entrevista.
Luis Mateo Díez: «Da la impresión de que nos gobiernan los peores de cada casa»

Luis Mateo Díez: «Da la impresión de que nos gobiernan los peores de cada casa»

El escritor leonés remarca sus obsesiones y las claves de su obra | «Yo soy un hombre de la Constitución del 78 y ahora hay un descrédito de las cosas en las que uno creyó firmemente«

A. VILLACORTA

León | Gijón

Jueves, 15 de abril 2021, 11:41

Luis Mateo Díez (Villablino, 1942) gozó de «una juventud anarcoide» marcada por los tres años que pasó en Oviedo cursando la carrera de Derecho «sin muchas convicciones en lo que estudiaba». Una ciudad a la que llegó «en una situación anímica desastrosa», pero donde ... pronto halló un bálsamo milagroso: «Enseguida encontré amigos que me salvaron la vida».

Esos años «intensos», de los que guarda como un tesoro sus baños nudistas en las playas asturianas, sus «muchas horas perdidas por la calle Mon» y unas «atmósferas urbanas» que lo acompañarían siempre, eran el epílogo del escritor en el que llegaría a convertirse: el único autor en lengua castellana que ha obtenido en dos ocasiones el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica gracias a sus novelas 'La fuente de la edad' (1986) y 'La ruina del cielo' (1999).

Y ahora tocaba regresar, aunque fuese virtualmente, para presentar su último libro, 'Los ancianos siderales', en un acto del Aula de Cultura del diario El Comercio -perteneciente al Grupo Vocento- y el Ateneo Jovellanos.

Filandones

Su anfitrión esta vez -y el encargado de entrevistarle- fue su colega Ignacio del Valle, con el que Luis Mateo Díez repasó sus obsesiones y las claves de su obra, en la que han jugado un papel fundamental las edades.

De la niñez, «la edad de la inocencia», que discurrió en el valle de Laciana de postguerra, «donde pervivían ritos de la cultura oral como los filandones, viejos romances donde estaba el mundo de lo legendario, las cosmogonías» que luego pasó al folio en blanco, a la adolescencia, «una edad de pérdida», de «mucho desasosiego, no solo en la parte hormonal, sino también en la sentimental y en la relación con los demás. Porque no ganarás nada hasta la juventud, no te entiende nadie y, además, has dejado de ser inocente».

En 'Los ancianos siderales' se centra en eso que algunos llaman «la tercera edad» ahora que ha empezado «a lidiar con los fantasmas de la vejez». Una novela tan hilarante como surrealista, porque Luis Mateo Díez bebe de fuentes que van «del esperpento de Valle a toda la herencia del expresionismo, pasando por Cunqueiro y Torrente» o Kafka: «Me siento heredero de todas las cosas interesantes que he leído. No creo que sea un escritor nada original». Y, por supuesto, «heredero de una lengua y de unos universos que llegan hasta los clásicos».

«Humor del Absurdo»

Una obra plagada «más de humor del absurdo que de humor negro» y de localizaciones como su propio reino, Celama, que «no fue una ocurrencia, sino una necesidad», la de ser dueño de su territorio particular, donde poder gozar de mayor libertad.

Páginas las de este «viajero impenitente» plagadas de trenes como metáfora de algo que te lleva, «el tren de la vida», y de cines como los que también poblaron sus primeros años: «Su atmósfera me tenía tan fascinado que cometí alguna tropelía como irme a Madrid a una sesión continua y quedarme a dormir dentro».

En todos ellos habita la «l» (ele) minúscula de la Real Academia Española, que, a pesar de estar en la línea de los postulados feministas, alerta de que «en el asunto del lenguaje te puedes pasar fácilmente», y que se refugia así de «un exceso de actualidad». Una huida de la red, «uno de los sitios más nefastos para hacer de escaparate de la estupidez humana».

En la política

Y de los políticos: «Yo soy un hombre de la Constitución del 78 y ahora hay un descrédito de las cosas en las que uno creyó firmemente. Con el matiz republicano y de ese señor que nos cayó encima durante cuarenta años, los acuerdos que hubo en este país fueron extraordinarios y ver ahora cómo todo eso se degrada me produce cierta inquietud».

Una desazón que se traslada también al plano internacional: «Da la impresión de que nos están gobernando los peores de cada casa. Y no me refiero solo a Trump, aunque la sola existencia de ese señor como presidente del país más poderoso del mundo te deja perplejo y hundido en la miseria». Porque el leonés siempre ha pensando que «el que va a la política debe tener una formación, unas cualidades y sentido común. Cierta categoría». Pero las evidencias dicen lo contrario, «con una gestión europea desastrosa de la pandemia, mientras que en España se ha hecho lo que se ha podido».

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