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Wilfredo Román posa con su obra. Arranz

Wilfredo Román: «León fue el epicentro de la Guerra Civil en agosto de 1937»

El historiador palentino publica 'Combate en la montaña. El frente de Palencia y Cantabria en la Guerra Civil', para contrarrestar la idea de que el conflicto no pasó por Castilla y homenajear a los fallecidos en las trincheras del norte de la región

CARLOS TABERNERO

Viernes, 8 de diciembre 2017, 13:48

Tras 13 años dedicado a recorrer las decenas de kilómetros de trincheras en el norte de Burgos, León y Palencia y recoger todo tipo de fuentes sobre lo que allí ocurrió, el historiador y periodista Wifredo Román (Palencia, 1976) completó este año la publicación de 'Combate en la montaña. El frente de Palencia y Cantabria en la Guerra Civil', una obra que incorpora al relato del conflicto la voz de los soldados, porque «era el que faltaba» y así se honra «la memoria de los que allí fallecieron».

Además el autor del libro, dividido en dos tomos, contradice el imaginario de que Castilla y León fue secundaria en la Guerra Civil al afirmar que «en agosto de 1937, el epicentro del conflicto se concentró ahí», en las trincheras de los montes palentinos, para las que Román reclama catalogación y difusión por ser «un recurso cultural, histórico y de patrimonio de primera magnitud» con el que dar a conocer «lo absurdo, cruel e inútil que resulta la guerra».

'Combate en la montaña. El frente de Palencia y Cantabria en la Guerra Civil' es una obra que cuenta con un gran número y diversidad de fuentes, desde cartas de oficiales y soldados hasta libros de historiadores y testimonios directos décadas después de los combates. ¿Cuánto se tarda en construir una obra así?

Estos libros son resultado de un trabajo de 13 años que surge cuando encontré en el norte de Palencia restos de trincheras de las que no había nada escrito y documentado. Siendo el episodio más decisivo y terrible de la historia reciente de España, me sorprendía que todo aquello no estuviera explicado e interpretado. Ahí empezó un trabajo para recomponer un gran puzzle de un montón de piezas que, al principio, no encajaban, pero que a base de ir a archivos y entrevistar a personas que me dieron sus testimonios, revisar periódicos de la época ya desaparecidos o libros descatalogados, se fueron recomponiendo. Es uno de los grandes valores del libro, el carácter de documentación inédita e información nueva que aporta.

Otro de los valores del libro es su carga gráfica, a nivel fotográfico y cartográfico, por su capacidad explicativa. ¿Costó mucho reunirla?

Ahora mismo, el mercado editorial necesita crear libros atractivos, sugerentes, que aporten cosas diferentes. El recurso gráfico es elemental y básico. A partir de ahí, los 13 años de trabajo han permitido reunir muchísimas fotografías de colecciones personales y recorrer el frente de la Guerra Civil, las trincheras y parapetos. En torno a esto hay un patrimonio histórico de extraordinario valor en la región que está sumido en el abandono, infraestructuras perdidas en la montaña y que convendría inventariarlas, catalogarlas y difundirlas para que la gente interesada en ello pueda conocerlo. Por un lado, por honrar la memoria de las personas que allí fallecieron. Por otro, porque es un recurso cultural, histórico y de patrimonio de primera magnitud. Y, en un tercer nivel, porque puede ser una fuente de recursos para esas zonas, porque hay gente que quiere conocer más sobre la Guerra Civil y que seguramente iría a recorrerlo. Es un trabajo que hay que hacer, arrancando las connotaciones ideológicas para verlo como un patrimonio material de extraordinario interés.

Existe la tendencia de creer que la Guerra Civil pasó de largo por Castilla y León. ¿Contribuye este libro a dar una visión más exacta de la Guerra Civil en la región?

En agosto de 1937, Franco trasladó sus tropas más fiables y potentes, la Legión Condor, las tropas italianas y los batallones de Navarra, al norte de Palencia y Burgos. Así que, aunque durante 13 meses el escenario de León, Palencia y Burgos fue secundario, en agosto de 1937 el epicentro de la guerra se concentró ahí. Es cierto que en una extensión muy importante de Castilla y León, el frente estaba muy alejado, como en Valladolid, Zamora o Salamanca. Pero en el norte, se vivió la guerra en primera línea y murieron muchas personas.

En el texto, se unen datos y relatos. ¿Requirió un trabajo de elaboración y montaje o esa sensación de realidad novelada fue surgiendo?

El planteamiento lo tenía claro. El libro recoge los movimientos estratégicos de los bandos, las decisiones de los generales y los principales combates, porque si quieres hacer una historia con rigor, tienes que contarlo. Pero también quería descender a un segundo nivel de relato, en el que los protagonistas son los soldados que viven en las trincheras, los ganaderos que viven en los pueblos del frente, las mujeres y los niños que sufren los bombardeos o las personas que tienen que huir y pasar de un lado a otro de las montañas para salvar la vida, montañas que son la referencia de salvación para muchos de ellos. Quería incorporar este relato porque era el que faltaba.

En este marco, aparece la gran cantidad de desertores que hubo en uno y otro bando en el frente palentino. ¿Qué influencia tuvo en el conflicto?

Desertores hubo en los dos bandos, pero llega un momento, en la primavera de 1937, en que el ejército republicano hace una recluta forzosa para alistar a miles de hombres en lo que hoy es Cantabria, donde había mucha gente que de derechas. Esta recluta forzosa hizo que se incorporasen al ejército muchas personas que no defendían la República y el número de desertores en el bando republicano, en los últimos meses, fue alarmante. De hecho, en los últimos meses casi 500 hombres huyeron o se pasaron a las filas del enemigo, y es una de las razones, junto a muchas otras, que explica la derrota del ejército republicano en la defensa de Santander.

Hay un momento en el libro en que uno de los militares al mando de las tropas republicanas reconoce que no hay más hombres que reclutar en la región de Santander. ¿Hasta qué punto llegó el aislamiento del norte republicano con respecto al Gobierno de Valencia?

Precisamente otra de las causas que explica la rápida derrota de las fuerzas republicanas en el norte fue el aislamiento al que se vieron sometidos. Una vez que las tropas de Franco consiguieron tomar la zona de Gipuzcoa y aislaron a las tropas republicanas en Vizcaya, Santander y Asturias, estas solo tuvieron comunicación por aire y mar, donde había unas limitaciones muy claras. Vivían en una especie de aislamiento y fue uno de los condicionantes, porque los mandos republicanos demandaron armas y otro tipo de recursos y no les pudieron llegar por el aislamiento.

¿Fue tanta la diferencia entre ambas fuerzas en el frente norte?

Sobre este tema, el libro aporta una revisión interesante. Cuando se presentaba el enfrentamiento en términos cuantitativos, uno puede pensar que existe un cierto equilibrio, entre los 85.000 republicanos y los 95.000 nacionales. Pero las fuerzas republicanas tuvieron que diseminarse para defenderse, mientras que las tropas de Franco pudieron concentrarse en lugares muy determinados. En el norte de Palencia, cuando se hace el ataque desde la zona de Aguilar de Campoo hacia Reinosa, hay un porcentaje de casi tres hombres contra uno. Y los recursos materiales cuantitativamente eran incomparables, porque los nacionales tenían muchas más piezas de artillería y aviones y eran bastante mejores que las de los republicanos, que tenían menos y poco eficaces.

¿El gobierno republicano dejó, entonces, abandonado a su suerte el frente norte?

Sobre todo cuando cayó Vizcaya. Mientras conservaron en la zona norte Vizcaya, Cantabria y Asturias, sí hablamos de una zona amplia con muchos recursos humanos y materiales, riqueza minera, industrial y ganadera, que para la República era muy importante. Una vez que cayó Vizcaya, cuya conquista llevó mucho tiempo y supuso un gran desgaste para los franquistas, ya solo quedaban Cantabria y Asturias y defender esas provincias era muy complicado.

¿Qué hubiese pasado con una diferente estrategia militar en el frente republicano, reduciendo la extensión de defensa o situando a los batallones más experimentados en primera línea en vez de en retaguardia para contraatacar? ¿Hubiese cambiado algo?

No. Era tan enorme la diferencia de recursos y material de guerra, que hubiese sido prácticamente lo mismo. Realmente cuando los republicanos afrontan la defensa de Santander, no contemplan la victoria o detener a los nacionales, sino que sea un proceso muy largo de desgaste, como había sido el de Vizcaya, y que eso se pueda traducir en conquistas en otras regiones, como en el Ebro o Madrid. Al hablar de todo el frente norte, antes de la toma de Vizcaya, quizá sí se hubiesen podido cambiar los acontecimientos, pero no una vez que se lanza la ofensiva sobre Santander. Los republicanos eran conscientes del día en que les iban a atacar, de la hora y el lugar. Estaban preparados para eso, pero no para la enorme cantidad de enemigos que les atacaron.

En el contacto con tantos testimonios, ¿cómo se imagina la lucha en la montaña y, sobre todo, la vida en el frente en los meses invernales y primaverales, donde había que mantener las posiciones pero no había apenas ataques?

Los testimonios lo revelan. El día a día de los soldados era muy monótono, de vigilancia, ejercicios físicos a determinadas horas como entrenamiento, y un ocio muy básico y parco. Por las mañanas hacían 'la descubierta' para buscarse y quitarse unos a otros los piojos que habían cogido por la noche, y después tenían pequeños momentos de ocio, como cuando recibieron con gran euforia, en el Cocoto, un tocadiscos porque podían escuchar un poco de música, o anécdotas como cuando las tropas franquistas lanzaron 25 proyectiles sobre las republicanas en Cordovilla para dispersarlas por si preparaban un ataque, cuando lo que estaban haciendo era jugar un partido de fútbol.

El verismo de los intentos de la toma de El Moral o la Cota 990, ¿ayudan al lector a entender mejor el conflicto?

El planteamiento del libro es dar voz a los que lo vivieron, ser una correa de transmisión de sus emociones, vivencias y sentimientos, y que expliquen porqué estaban allí y cómo lo vivieron. La sociedad ha cambiado mucho y leer este tipo de testimonios puede resultar estremecedor y llamativo. De ahí la importancia de los testimonios.

Aunque en las cartas existen numerosas referencias a 'rojos' y 'facciosos', también hay testimonios que hablan de «la muerte, como si no acabara con tanta diferencia», o que «la vida del hombre ha dejado de tener valor». ¿Sorprenden frases así?

Una de las conclusiones que se sacan del libro es lo absurdo que resulta la guerra, lo cruel y lo inutil. Hablábamos de la ofensiva sobre El Moral. Es una loma que primero toman unos, luego recuperan otros y al final del día, todo queda igual que estaba en la jornada anterior pero han muerto más de veinte jóvenes. Uno piensa qué inutil es todo esto, la cantidad de muerte generada para nada.

Otra de las labores del libro es intentar nombrar a todos los muertos en el frente palentino de uno y otro bando. ¿Es una forma de hacer memoria histórica?

Creo que sí. Era una de las ideas que tenía desde el principio, porque al final es gente que dio lo más importante que tenía, que era su vida, y ha pasado en el más absoluto anonimato. Da rabia tanto esfuerzo y muerte para nada. En la medida de lo posible, es un homenaje y una reivindicación de todos ellos, tanto de un bando como del otro, porque eran chavales llevados a la guerra de forma forzosa.

También hay un pasaje muy ilustrativo sobre los muertos de nadie, desertores que eran pillados y asesinados antes de pasar al bando enemigo y que ni este reclamaba como propios ni eran reconocidos por sus familias al temer por sus propias vidas como familiares de desertores. ¿Este libro es también un homenaje a estas personas que quedaron en el olvido?

Sí, sobre todo porque en su bando pasaron a ser traidores y no les interesaba para nada reclamarlos ni se resarcía a sus familias, y en el otro bando ni siquiera los conocían. A esa gente la enterraban en cualquier sitio y eran seres desconocidos y rechazados por los dos bandos. Es una de las imágenes de la crueldad y la incoherencia de la guerra.

¿Falta aún pedagogía sobre la guerra?

Espero que este libro sirva para que eso no pase. He intentado, dentro de los recursos a mi alcance, no caer en el problema de los autores que escriben sobre la Guerra Civil y antes de investigar ya son partidarios y militantes ideológicos de un bando u otro. Es complicado que esa persona pueda tender puentes o restañar heridas. En ese sentido, sí he intentado que sea como una moneda, con su anverso y reverso, que un episodio lo cuenten unos y otros, los propios protagonistas que estaban allí. En la medida en que seamos capaces de entender a las personas y ponernos en su piel, podremos empezar a entendernos para que nada como esto vuelva a pasar.

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