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23 de enero de 2007, Ramón Lobo aterriza en Mogadiscio en el día de su cumpleaños. Día también en el que muere el gran maestro del periodismo Ryszard Kapucinski. Una llamada con su asesora literaria le sugiere que ese sería un buen título para ... una obra. Doce años más tarde esta novela ve la luz.
Roberto Mayo y Tobias Hope, alias Puta Esperanza, son los protagonistas de 'El día que murió Kapucinski', novela en la que recorrerán con el lector los conflictos que marcaron el final del siglo XX y el inicio del XXI partiendo de un día en el que cambió la forma de entender y hacer periodismo.
Vivencias, recuerdos, viajes, experiencias y no sólo propias sino también de sus compañeros llenan las páginas de la obra en la que el periodista polaco ha sido la excusa para hacer un guiño a aquellos que siguen contando historias en la época de la crisis o de la llegada de Internet.
El periodista Ramón Lobo ha aterrizado en León para presentar su novela en una rueda de prensa en la que ha compartido experiencias con los periodistas. Una presentación en la que ha reconocido haber «contaminado al protagonista con mis vivencias personales».
Desde el inicio las historias, en su mayoría reales, narran el día a día de Roberto Mayo. Un protagonista que es también un homenaje a su compañero Juan Carlos Gumucio y a toda una generación de periodistas de la que Ramón Lobo aprendió mucho. Un libro que «pretende ser una novela», pero que en los primeros capítulos se infiltran los hechos reales, «pero el final es de novela, porque son hechos que yo no viví».
Ramón Lobo sigue tan natural como siempre y reconoce que ser reportero de guerra le ha permitido decir siempre lo que le ha dado la gana. Una etapa de su vida de la que acumula heridas que con el tiempo «se pueden convertir en grandezas».
Entre muchas de ellas Lobo recuerda una que durante mucho tiempo fue muy difícil de contar. Se encontraba con su compañero Gervasio Sánchez en Sierra Leona, donde vieron como una mujer llegaba al hospital con un recién nacido cuya madre había muerto. «Estaba desnutrido porque sólo tomaba agua», relata el periodista recordando cómo los dos compañeros lucharon por que alguna ONG se implicase en su cuidado. «Queríamos comprarle leche, pero comprendimos que nos íbamos a ir a los cuatro días y nadie se la iba a comprar, por lo que necesitábamos que alguien se implicase», recordaba Lobo.
Una lucha imposible que finalmente acabó con la muerte del pequeño, de tan sólo unos días. Un hecho que le marcó como otros muchos.
Muchos reporteros de guerra reconocen que lo más duro de cubrir un conflicto es volver a casa y ver que a nadie le importa. Ramón Lobo explica que él acude a «un diván sin psiquiatra que es donde me tumbo… aunque no todos los conflictos son iguales».
Historias que se acumulan y pérdidas de amigos que llegan al alma. Viajes de los que en ocasiones los periodistas y fotógrafos regresan destrozados «y cuando llegas a España todo el mundo habla de Gran Hermano o de una foto en la que el Conde Lequi sale desnudo».
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