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Darío Menor
Roma
Lunes, 17 de julio 2017, 10:04
A Andrea Camilleri le tienen prohibido que abandone los cigarrillos Muratti que enciende, uno tras otro. «Me incitan a que fume, temen que si los dejo...». El final de la frase lo interrumpe con una carcajada honda y ronca, como su voz. A sus 92 ... años, el más importante de los escritores italianos vivos sigue siendo un conversador formidable. La memoria, la energía y las ganas las mantiene intactas, solo se le nota la edad en las piernas, que pocos pasos le permiten dar ya, y sobre todo en los ojos, cegados desde hace tres años por un glaucoma. Aun así, sigue escribiendo cada día. «No puedo dejarlo. Si me paro, muero (…) Ayer acabamos un nuevo Montalbano».
Habla en plural porque ahora necesita una asistente que transcriba en el ordenador lo que él le va dictando. «Una vez superadas las primeras dificultades, he encontrado el modo de visualizar las palabras, que es algo extrañísimo. Es como si las viera formarse». El autor siciliano publicó en mayo un nuevo capítulo de la serie policiaca sobre el comisario Salvo Montalbano, editada en español por Salamandra y llevada a la televisión.
–¿Es cierto que tiene en un cajón el último Montalbano, en el que termina con el personaje para que se publique cuando usted ya no esté aquí?
–Lo escribí hace once años. Me vino a la mente cómo terminar en un modo que fuese de personaje literario, sin que muriese o se jubilase. Como tenía ya 79 años, me asusté y pensé que era mejor escribirlo de inmediato por si llegaba el Alzhéimer o algo similar. Desde entonces yace en los cajones de la editorial Sellerio, pero el año pasado lo retomé y lo reescribí. Saldrá cuando me canse de Montalbano o ya póstumo. No lo sé. Pero hemos postergado al menos un año la salida del último, porque ayer acabamos un nuevo Montalbano. Me ha ayudado Valentina (su asistente), dado que yo ya no veo.
–¿Cómo se titula?
–'La evidencia de la realidad'. Saldrá el año próximo.
–¿Dónde encuentra la inspiración, en las páginas de sucesos de los periódicos?
–De las 25 novelas publicadas, no habrá más de tres ó cuatro que me haya inventado de cero. Todas las demás nacen de historias de crónica negra viejas, de hace 30 años. Tengo una buena memoria y recuerdo estos hechos que luego elaboro hasta hacerlos casi irreconocibles. Soy capaz de inventar cosas, pero necesito leer o recordar al menos un par de líneas que me den la idea.
–¿Ha pensado dejar en herencia el personaje de Montalbano a algún escritor joven?
–No, no tengo ninguna intención. Se viene conmigo.
–¿Qué está leyendo ahora?
–Es extremamente difícil. Me hago leer sobre todo historias que puedan interesarme o repasar páginas de algunos libros que puedo olvidar, como ‘El idiota’ o ‘Crimen y castigo’, un libro fundamental para mí. Hay páginas que son una lección de escritura por la tensión conseguida precisamente quitando lo superfluo.
–Tras terminar el último Montalbano, ¿descansará estas vacaciones?
–No puedo dejarlo. Si me paro, muero. Soy una especie de movimiento perpetuo mientras viva.
–Hace unos días aconsejó a unos alumnos del instituto donde usted estudió que se alejaran de Renzi y de Grillo. ¿No se fía de los políticos italianos?
–De ninguno. Han reducido la política a una pelea continua y han hecho muchas leyes sin arreglar el problema del desempleo y sin dar ninguna esperanza a los jóvenes. Esta política no es digna de su nombre, en realidad debería ser algo elevado e importante. Los únicos que pueden renovarla son los los jóvenes.
–¿Sigue reconociéndose en el comunismo?
–Siempre he sido comunista y moriré comunista. Somos viejos mamuts, una raza en vía de extinción, pero esa ha sido mi fe y no renuncio a ella. El problema verdadero que está sucediendo estos días en Europa es que se centra cada vez más en el interés propio. No soy creyente, pero Jesús decía: ‘Dejad que los pobres vengan a mí’. Y nosotros que nos declaramos un pueblo católico decimos: ‘No, haced que los pobres estén lo más lejos posible de nosotros’.
–¿Le veo en sintonía con el papa Francisco?
–Hoy es el único comunista verdadero.
–Va a conseguir que el Papa se haga comunista y él, que usted se haga católico...
–Puede ser. Más allá de bromas, sus ideas sociales provienen de la antigua tradición de los jesuitas sudamericanos. Él sabe bien lo que dice, no es comunista. Es un cristiano que se atiene a las reglas del Evangelio. Cada vez que habla lo escucho con mucha atención.
–¿Cómo vive el momento por el que está pasando Europa?
–La gente del Norte nos trata con racismo a los del Sur, a los españoles, italianos y griegos. Lo sucedido en Grecia es una herida atroz para mí, porque toda nuestra cultura nace de ahí. Esta vergonzosa historia del dinero ha sido como un matricidio, como si hubiéramos matado a nuestra madre. No me fío de los matricidios. Una Europa fundada esencialmente sobre el dinero no me interesa. La realidad es esta: llegarán millones de inmigrantes desde África. Europa está destinada a cambiar de rostro. Millones de personas se mueven empujadas por el miedo y la necesidad. ¿Les dejamos morir en el mar? Es un problema común.
–¿Considera que hay una crisis de liderazgo mundial de fondo?
–Hay períodos verdaderamente extraordinarios por los que pasa el mundo con grandes políticos y otras épocas de políticos mediocres, como esta. ¿Puede un hombre como Trump guiar Estados Unidos? Trump es un riesgo mundial.
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