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Ismaíl Kadaré, gran estudioso de la tradición de su país. Ludovic Marin / AFP
Muere el escritor albanés Ismaíl Kadaré, gran crítico del totalitarismo

Muere el escritor albanés Ismaíl Kadaré, gran crítico del totalitarismo

Vivía en París, adonde se exilio en 1990, poco antes de que cayera la dictadura comunista de su patria. Renovó los mitos clásicos y bebió de la tradición de Occidente para arremeter contra la opresión.

Lunes, 1 de julio 2024, 10:43

El escritor albanés Ismaíl Kadaré, gran estudioso de la tradición de su país y de la naturaleza de este pueblo balcánico, ha muerto a los 88 años de edad. Autor de 'Tres minutos'. 'Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak' o 'El gran invierno', vivía en París, adonde se exilió en 1990, unos meses antes de la caída de la dictadura comunista de Enver Hoxha. Kadaré murió a causa de un ataque cardíaco, según informó el hospital de Tirana donde fue atendido. Llegó al centro sanitario «sin señales de vida». Los médicos, que le practicaron un masaje cardíaco, no pudieron hacer nada para salvarle la vida. La defunción del escritor fue confirmada por Bujar Hudhri, director de la editorial Onufri, su editor albanés.

El «sutil disidente», como llegó a ser definido, se barajaba con frecuencia entre los candidatos a conseguir el Nobel. Kadaré, cuyo legado entronca con la obra de Kafka, Kundera y Orwell, entre otros, usó estratagemas inteligentes para denunciar la opresión. Arremetía contra la URSS y China para desaprobar actuaciones que también sucedían en su país. Eligió como escenario de sus dramas atmósferas asfixiantes y países de días fríos y lluviosos, muy diferentes de la calidez mediterránea de su patria. Por añadidura, recurrió a argumentos mitológicos, la sátira, la alegoría y la leyenda para hablar del presente. Eran argucias necesarias para sortear la represión en un país donde más de 6.000 opositores fueron ejecutados y unos 168.000, enviados a prisión o campos de trabajo.

Ismail Kadare nació el 28 de enero de 1936 en la ciudad de Gjirokaster, en el sur de Albania. Su padre, Halit Kadare, era funcionario de correos y su madre, Hatixhe Dobi, procedente de una familia adinerada, ama de casa. Cuando los comunistas de Hoxha se hicieron con el poder en Albania en 1944, Ismaíl tenía 8 años y ya era un ávido lector de los clásicos. A los 11 años ya había leído a los clásicos griegos y Macbeth, una experiencia que le impactó como un mazazo.

Una de las señas de identidad de su prosa es la de estar permanentemente abierta a la reescritura. Kadaré corregía de manera infatigable sus escritos, sus poemas mudaban en relatos, los relatos se prolongaban hasta adquirir hechura de novelas y estas, en ocasiones, se comprimían en cuentos. Otra de las características de su obra es la recuperación de las grandes preocupaciones y asuntos de la humanidad. No en balde, sus obras bebían de la tradición oral y de la literatura clásica, de Esquilo, Homero, Shakespeare, Cervantes o Chéjov.

Su estilo, mezcla del lenguaje cotidiano y el aliento lírico, narraba la tragedia de su tierra, campo sangriento de un sinfín de batallas. Kadaré dio vida a los viejos mitos con palabras renovadas y expresó toda la tristeza acumulada por la pesada carga de la conciencia. Su escritura hundía sus raíces en la gran tradición literaria del mundo helénico, que trasladaba a escenarios actuales para denunciar el totalitarismo y exaltar el poder de la razón. Ganador del Princesa de Asturias de las Letras en 2009, el escritor se erigió en figura clave de la literatura universal. Sufrió en carne propia la Segunda Guerra Mundial, la ocupación de su país por la Italia fascista, la Alemania nazi y la Unión Soviética, hasta la instauración de la dictadura comunista en 1944.

Instituto Gorki

Con solo 17 años ganó un premio de poesía en Tirana que le sirvió para poder viajar a Moscú y estudiar en el Instituto Gorki, del que fue expulsado en 1961 a raíz de la ruptura de Albania con la Unión Soviética. De aquel centro llegó a decir que «era una fábrica para construir imitaciones dogmáticas de la escuela del realismo socialista». En el instituto moscovita alumbró 'El general del ejército muerto', que cosechó el aplauso entusiasta de los franceses. Gracias a esta novela consiguió una especie de salvoconducto ideológico en su país, donde fue visto como símbolo del orgullo nacional, a pesar de que no comulgaba con los dogmas del régimen. Forzado por el gobierno de Hoxha, formó parte del Parlamento albanés entre 1970 y 1982. En 1990, poco antes del desplome de la dictadura, buscó cobijo en París, donde fijó su residencia.

 Después del hundimiento del régimen, Kadaré fue atacado sin piedad por la oposición, que lo pintó como un colaboracionista del gobierno proestalinista. En realidad, para salvar su vida, Kadaré había tenido que escribir 'El gran invierno', una novela que ensalzaba la ruptura de Hoxha con la Unión Soviética en 1961. Kadaré no tenía otra: o se avenía a elogiar al dictador o era condenado al silencio, cuando no a la muerte. En 1997, cuando se invocaba su nombre para el Nobel, un artículo del semanario conservador 'Weekly Standard' pidió al jurado que no le concediera el galardón debido a su complicidad con el régimen de Hoxha.

El tema central de su obra, reflejado en todos sus libros, es la denuncia del totalitarismo y sus engranajes. Esta obsesión quedó patente en 'El palacio de los sueños' (1988), publicada en 1981 en Albania, cuando todavía imperaba el comunismo. Con ella, el escritor construyó una formidable parábola sobre la perversión despótica, en la que en un país imaginario, una inmensa maquinaria al servicio de la tiranía, la oficina del dormir y el soñar, domina la vida onírica de los ciudadanos. A pesar del hundimiento del comunismo, Kadaré continuó indagando en el alma de las sociedades totalitarias, como sucede en 'Tres cantos fúnebres por Kosovo' (1999) y 'Frente al espejo de una mujer' (2002).

Miembro de la Academia de las Ciencias Morales y Políticas de París, una de las cinco que integran el Instituto de Francia, de la Academia de las Artes de Berlín y Oficial de la Legión de Honor francesa, en 2005 recibió el Premio Booker Internacional. Fue, además, doctor honoris causa por la South East European University (República de Macedonia).

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