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Luis Mateo Diez, en una imagen de archivo. Rubén Cacho
Luis Mateo Díez: «La pandemia es un viento extraño que nos ha dejado en pelota picada»

Luis Mateo Díez: «La pandemia es un viento extraño que nos ha dejado en pelota picada»

'Los ancianos siderales', su última novela, se adentra en un asilo y fabula sobre las almas perdidas que lo habitan con humor surrealista

Victoria M. Niño

Valladolid | León

Martes, 6 de octubre 2020, 11:14

Es una novela 'congelada', como casi todas las suyas. Las escribe, las guarda y las deja enfriar. Tiempo después, años a veces, las retoma. En 'Los ancianos siderales' (Galaxia Gutenberg) Luis Mateo Díez se asoma a la enfermedad y la vejez institucionalizadas en un ... asilo. Esos temas que la sociedad millennial del siglo XXI había escondido bajo la alfombra mágica de la tecnología han aflorado con los vientos adversos de la pandemia. Habrá lecturas alegóricas de la última novela del leonés en la que abunda en su humor expresionista.

«Dentro de mi línea es un punto más surrealista. Hago retos en lo que escribo, de lo que se trata es de abrir líneas, miradas, atmósferas, personajes desde lo que uno cree haber conseguido. El sentido de las fábulas que cuento es común, pero el humor de esta tiene un punto más surrealista», cuenta confinado en Madrid.

El Cavernal es «un refugio peligroso, un sitio con antecedentes extraños, un edificio que proviene de la Desamortización, que se derrumba, tiene una rara torre, y es un espacio cerrado donde proliferan los seres misteriosos», cuenta el escritor que por primera vez encierra a los personajes y renuncia al paisaje. Como siempre, los nombres propios apuntalan el mundo que crea en cada novela. El Cavernal está en Breza, una de sus Ciudades de sombra, y en ese mapa literario también aparece Celama, último destino del médico del centro, el doctor Belarmo.

La exclusividad de estas criaturas radica en buena parte en su forma de hablar/pensar, al cabo del delirio y del constante juego de palabras. «Hay que acompasar la escritura. Esta es una fábula tan delirante de tintes expresionistas y surrealistas que afecta mucho al habla, al lenguaje de los personajes. Es un mundo cerrado donde hay una resonancia de voces, de maneras de hablar y de ser con cierto aire fantasmal. En ese lenguaje extremado hay un punto coloquial, nunca se va más allá nunca es hierático. Ese tipo de apoyatura refleja cierta sabiduría a través de refranes y dichos, le da un aire sentenciador».

Experiencia rentable

«El bien se lo curra quien tiene tiempo y ganas, el mal no necesita esfuerzo», «te cambias de chaqueta pero no te mudas», «una valoración moral, pero nada terapéutica, no se debe vivir por encima de lo que uno merece», son algunas de esas sentencias que se dedican Omero, Candín, Cardo, Melinda, Cabal, Caterva y unos cuantos personajes más.

A su vez, El Cavernal acoge «voluntades amaestradas», «cabezas mansas»,«cabezas volátiles» y «coraceros». Estos últimos «vivían allí con la conciencia de quien se siente humillado y formaban una tropa de soldados desarraigados», escribe Luis Mateo. En su conversación los considera«seres fantasmales que están allí como detritus. Son combativos y se amotinan, pero son los representantes del sufrimiento que da el olvido y la dejadez». El académico espera que la lectura de sus obras sea «una experiencia rentable, que dé al lector la posibilidad de entrar en un mundo en el que la propia expresión pueda subyugarle, seducirle, suscitarle sensaciones. Eso me interesa. Leer una novela es descubrir cosas, no solo complacerse con una trama y unos halagos que parecen estar escritos para ti. Mi intención es provocar sensaciones humorísticas y perturbadoras. El ideal del escritor es que la novela sea para el lector un artefacto inolvidable».

Poco amigo de lo «testimonial», reconoce que «siempre busco una realidad paralela donde está la ficción, donde lo imaginario acaba siendo espejo de lo que vivimos y puede resultar revelador».

Desde el inicio, esbozó una estructura en tres partes; la presentación de los personajes, con Omero como hilo conductor. Una segunda de historiales clínicos y correspondencia «en los que descubrimos al caballero miserable que es Belarmo» y una tercera que retoma la primera, «con el policía y los sucesos que ocurren». Dibujada desde el inicio, y sin embargo, trasformada, porque para Luis Mateo «escribir es descubrir. Reescribo mucho».

Soterrada crueldad

Y mirando al espejo de la ficción, el narrador de Villablino reflexiona sobre el paralelismo de su asilo y la situación actual. «Gestionamos mal la enfermedad, sí. El Cavernal es un sitio extraño donde están seres que han ido perdiendo la condición de personas, metidas en una arca de Noé que aspira a ir a la estratosfera. Es un reflejo de lo que somos y de lo que hemos hecho como sociedad». Para el autor de 'Juventud de cristal' «hemos ido alejándonos de la conciencia de la edad, del deterioro físico, nos hemos abstraído y lo hemos apartado. Esa es mi experiencia en la vida real. Literariamente es un mirada ensombrecida. Hay una soterrada crueldad, lo que nos transe como sociedad, esta que ha llegado tan lejos que parecía estábamos prevenidos contra el mal y, sin embargo, ha llegado para mostrarnos nuestra miseria. Tengo la sensación de que ahora nos miramos al espejo y nos damos cuenta de que no somos tan buenos como creíamos ser».

Y aunque «no estamos para ponernos mas pesimistas» el doble Premio Nacional considera que «con esto que estamos viviendo se agrieta la conciencia de que hemos vivido ilusoriamente y de forma totalmente aleatoria y nos devuelve a la fragilidad, a la contingencia y a la precariedad de lo que hacemos. Es un viento extraño que nos ha dejado en pelota picada y no somos lo que parecíamos. Esto de la pandemia arrasa de manera que deja un mundo revuelto y desolado.Es como un aviso sorpresivo que nos ha helado el ánimo, el corazón, la conciencia y la lucidez».

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